JOSÉ RAMÓN CANO GARCÍA

JOSÉ RAMÓN CANO GARCÍA, CIRUJANO TORÁCICO DEL HOSPITAL UNIVERSITARIO INSULAR DE GRAN CANARIA

José Ramón tiene 42 años y trabaja como Cirujano Torácico desde el año 2009 en el Complejo Hospitalario Universitario Insular Materno Infantil.

Cuando era pequeño vivió unos años frente a un hospital en Valencia y veía las ambulancias llegar, su madre le explico que en esos coches llevaban a la gente malita y que unas personas los ayudaban para curarlos, desde ese momento supo que quería trabajar allí y ayudar a las personas.

Nos cuenta que cuando estudias la carrera de medicina vio que con la cirugía sientes que con tus manos puedes sanar a una persona sin tener que esperar a ver la respuesta de las medicinas. Si algo está roto intentas arreglarlo.

JOSÉ RAMÓN CANO GARCÍA
JOSÉ RAMÓN CANO GARCÍA

Lo que más le motiva de este trabajo es la gran confianza que los pacientes depositan en él. Cuando ve un paciente en la consulta de revisión tras una cirugía muy compleja y ves que está bien, ves en su rostro la tranquilidad y gratitud, eso no tiene precio. Nos cuenta que una vez trataron a una niña de 2 años con una infección muy grande del pulmón. Él se sintió muy identificado porque su hija pequeña tenía esa edad aproximadamente. Tras un mes la niña salió adelante. Varios años después la vio con los padres y lo reconocieron, y le dijeron “este señor te salvo la vida”. Fue muy emotivo para él. Todas las vidas tienen un valor, pero esta niña de 2 añitos aún no se le olvida.

‘Con la cirugía sientes que con tus manos puedes sanar a las personas, cortando, uniendo, suturando de forma inmediata sin esperar a ver la respuesta de las medicinas. Si algo está roto, se puede intentar arreglar o sustituir. El robot DA Vinci de última generación es una de mis herramientas de trabajo, me permite realizar procedimientos torácicos de alta complejidad, un hito en Canarias. Una vez tratamos a una niña de 2 años con una infección muy grave de pulmón. Intensivistas y pediatras, un gran equipo, trabajamos durante un mes y conseguimos que la niña saliera adelante.  Varios años más tarde, iba por la calle y casualmente me encontré con los padres y su hija y me dijeron “ese señor te salvó la vida”. Esa gratitud es impagable. SOMOS VIDA’