La activista congoleña ofreció la conferencia ‘Las migraciones africanas desde la perspectiva de género’ en el Parlamento de Canarias. Asegura que las mujeres hacen «un camino de espinas» para llegar al continente
Las mujeres africanas hasta llegar a Europa son «sexualizadas y mercantilizadas» y hacen un camino «de espinas» que puede durar más de siete años exponiéndose a violaciones y a situaciones peligrosas, asevera Nicole Ndongala, congoleña defensora de los derechos humanos, directora general de la Asociación Karibu y miembro del Consejo Asesor de Casa África.

Nicole Ndongala, que ofreció este miércoles en el Parlamento de Canarias la conferencia «Las migraciones africanas desde la perspectiva de género» incluida en el Campus África, comentó que hay mujeres que llegan a Europa por avión, como lo hizo ella, y otras cruzan el desierto para luego subirse en una patera, ambas «destrozadas» y enfrentándose la discriminación.
La activista, que llegó a España en 1998 con 19 años huyendo de la guerra que estalló en la República Democrática del Congo después de derrocar el presidente Mobutu Sese Sek, puso algunos ejemplos de las situaciones de sufrimiento que sufren las mujeres durante el camino que ella ha calificado «de espinas» hasta llegar a Europa.
Muchas de las que atraviesan el desierto «bloquean» con productos la menstruación ante la falta de agua y compresas, lo que tiene consecuencias en su salud a largo plazo, y las que se suben en patera embarazas pagan el doble y, en ocasiones, no les permiten viajar si están en un estado de gestación muy avanzado.

«No tienen más remedio que ceder a violaciones»
Las mujeres que tienen la regla tampoco pueden subir en una patera «con tranquilidad» porque le dicen que el olor a sangre atrae a los tiburones, ha relatado, al tiempo que ha insistido en que todas estas situaciones reflejan las «barreras muy drásticas» a las que se tienen que enfrentar durante su camino a Europa.
En ocasiones se tienen que abandonar a si mismas durante la travesía, dejar que hagan con su cuerpo lo que quieran y «no tienen más opciones que ceder a violaciones», ha denunciado Ndongala, quien llegó a España en autobús desde Bélgica, país al que huyó sola con un pasaporte falso desde su país tras vivir abusos y sentir miedo.
Fue su hermano, que estudiaba en Bélgica, quien le consiguió un pasaporte y un visado falso para poder viajar, aunque a los dos días de llegar se enteró que la policía estaba expulsando a las personas y entonces, una señora que era vecina de donde se estaba quedando, le dijo «en España esas cosas no pasan».
En ese momento ni lo pensó y cogió un autobús a España, donde después de atravesar momentos que recuerda «muy duros», como vivir en la calle sin parar de llorar ni saber qué hacer, llegó a la Asociación Karibu, que la acogió en su albergue y, más tarde, le ayudó a pagar la universidad.
Asociación Karibú: una ayuda para mujeres africanas
Su historia personal hace que empatice con quienes piden ayuda a Karibu, asociación que ahora dirige, y a la que el 90% de las mujeres que acuden dejan su país por motivos relacionados con violencia de género, como es el matrimonio infantil forzado y la mutilación genital.
Esta asociación, que es una de las que más mujeres africanas atiende en España, ayuda a las mujeres que al llegar a un nuevo país se topan con «incomprensión, indiferencia e insolidaridad» para enfrentarse a «bastantes muros», como el racismo estructural e institucional que ha criticado que hay en el país.
«Nos llaman ilegal, cuando ningún ser humano es ilegal», ha manifestado Ndongala, quien estuvo en situación de irregularidad durante un año, ya que le costó todo ese tiempo pedir asilo porque cuando veía a la policía empezaba a vomitar al recordar los traumas de su infancia en el Congo.
Se sobrepuso y transformó la tragedia de los abusos que sufrió, ya que «no hay ninguna arma que pueda destruir tu mente, su poder y su fortaleza», ha admitido.
«No hay que confundir integración con asimilación»
En su opinión, en España, aunque es un país multicultural, todavía queda mucho por avanzar y falta voluntad política.
La inmigración tendría que depender del Estado y no de los partidos políticos, ha señalado la activista, quien ha hecho hincapié en que no hay que confundir la integración con la asimilación.
«No puedo perder mi identidad por nada del mundo, aunque es mi obligación integrarme en la sociedad que me acoge», ha aseverado, al tiempo que ha alertado sobre la «infantilización» de las personas migrantes, a las que no hay que tratar desde el paternalismo sino dándoles las herramientas que necesitan para poder integrarse dignamente.