El nuevo pontífice se enfrenta a la decisión de continuar con las políticas de Francisco, modificarlas o abandonarlas. Entre otros asuntos, sobre la mesa está el papel de la mujer en la Iglesia, las finanzas del Vaticano o las reivindicaciones más tradicionales.
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El Papa Francisco destacó en sus 12 años de pontificado por ser un hombre de reformas. Entre sus cambios están los estéticos, gestuales y estructurales. Su sucesor tendrá que recoger ese legado y decidir qué hacer con él. Los resto a los que se enfrenta el nuevo papa pasan por las finanzas, el papel de la mujer o el acercamiento a los sectores más conservadores de la Iglesia. Vemos los nuevos retos a los que se enfrenta el futuro pontífice.

El legado de Francisco
Francisco prescindió del ajuar papal, cambió el palacio apostólico por Casa de Santa Marta, renunció al séquito y rechazó la limusina papal). Pero también los gestuales y los estructurales. Por un lado, eligió el nombre de Francisco en honor al santo de Asís y se inclinó ante el pueblo para recibir su bendición antes de darla. Usaba un viejo maletín y no usó la residencia de verano en Castel Gandolfo porque no cogía vacaciones. Por otro, Francisco se sentía un sacerdote, un pastor, y se posiciono al lado de las personas. La reforma de la curia fue difícil, pero consiguió implantar medidas como dar más protagonismo a la mujer en los puestos de poder del Vaticano y pidió perdón por los errores de la Iglesia. Francisco también cambió la comunicación, apostando por la transparencia, tanto en los problemas de salud que sufría como en las finanzas y otros asuntos de la Iglesia.
En general, sus medidas estaban enfocadas a los migrantes, el medio ambiente y las políticas de justicia social. Este estilo no era del agrado de toda la estructura de la Iglesia, pero fue capaz de mantener un equilibrio entre las facciones más conservadores y las más progresistas.

El papel de la mujer
A pesar de sus logros, sobre la mesa del Vaticano quedan asuntos pendientes. A pesar de que su protagonismo aumentó durante el papado de Francisco, las mujeres siguen reclamando igualdad dentro de la Iglesia.
La renuncia de monjas se suceden por todo el mundo. Según el propio Vaticano, el número de monjas a nivel mundial disminuyó en aproximadamente 10.000 por año durante más de una década. A fines de 2022 había 599.229, el último año del que se tienen estadísticas. En 2012 había 702.529 monjas a nivel mundial.
Instituciones como la Conferencia de Ordenación de Mujeres, que aboga para que haya sacerdotisas, condena que en 2025 las mujeres continúen teniendo estatus de segunda. No forman parte del sacerdocio ni del cónclave, algo que consideran «un escándadalo» y hasta «pecado».
Tradición frente a progreso
Se podría decir que tanto el de la mujer como otros tantos retos que tendrá que enfrentar el papado se pueden resumir en uno: tradición frente a progreso.
En el seno de la Iglesia conviven dos facciones bien diferenciadas. Un más inmovilista, que apuesta por el «esto siempre se ha hecho así» y otras más progresista, que reclama que la Iglesia se adapte a los tiempos que corren.
Los más conservadores quieren regresar a los antiguos postulados y a la rigidez en la postura del papa en cuanto a cuestiones como el aborto, la homosexualidad o la familia. De este modo, denuncian que la «ambigüedad» de Francisco debilitó a la Iglesia al «confundir» a los fieles.
Entre otras cuestiones, hizo mucho daño entre este sector la eliminación de la posibilidad de dar misa en latín o su aperturismo en temas de fe y moral. El nuevo papa tendrá que hacer frente a esta polarización para posicionarse en uno u otro bando o lograr la conciliación.
Los abusos sexuales
En los anteriores papados se pusieron en marcha medidas para condenar y terminar con los abusos sexuales dentro de la Iglesia. Se modificó el derecho canónico para castigar a los abusadores y a los superiores en el clero que ocultaron estos delitos. Aún así, las personas supervivientes de estos abusos reclaman que el próximo papa sitúe estos temas entre sus prioridades.
Según los sectores más críticos en estos asuntos, aún no hay transparencia por parte del Vaticano sobre la magnitud del problema ni acerca de cómo se han manejado los casos. Se trata de forma evidente de uno de los temas que más aleja a los fieles de la Iglesia y que menos perdonan. Grupos de sobrevivientes y sus defensores realizaron conferencias de prensa en Roma para dar a conocer el problema. Crearon bases de datos en línea para denunciar a cardenales que manejaron mal ciertos casos, y exigieron que el Vaticano finalmente adopte una política de tolerancia cero para excluir a cualquier abusador del ministerio sacerdotal.
Orientación sexual
El papa Francisco dio un paso de gigante frente a la comunidad LGTB con una simple frase: “¿Quién soy yo para juzgar?” cuando se le preguntó en 2013 sobre un supuesto monseñor gay en el Vaticano.
El pontífice afirmó que ser homosexual no es un crimen y que todo el mundo es bienvenido en la iglesia. Pero aún así, se tomaron pocas medidas concretas al respecto. La oposición a estas reformas son evidentes dentro de la estructura católica.
En 2024, los obispos de África consideraron «no apropiada» la posibilidad de bendecir a parejas del mismo sexo en el continente. Rechazaron así la declaración «Fiducia supplicans» aprobada por el Papa Franciso. Aseguraban que la Biblia prohibe la homosexualidad y se negaron a dar la bendición a parejas del mismo sexo.
Retos claros
A estas cuestiones de fe se unen las financieras. El Vaticano atraviesa una situación desastrosa en sus arcas. Tanto Benedicto XVI como Francisco intentaron solucionarlos, pero no fue posible solventarlas de forma definitiva. El déficit continúa y, aunque su antecesor marcó las pautas para una Iglesia transparente, «pobre y para los pobres», se sigue acusando gastos desmedidos y una enorme deuda.
Los problemas terrenales y espirituales marcarán la agenda del nuevo papa, que tendrá que intentar buscar el consenso y atraer a los jóvenes a una Iglesia anclada en muchos aspectos en el pasado.