Este verano se ha registrado un descenso muy notable del terreno calcinado en incendios forestales y una acentuación de la sequía y el estrés hídrico en Canarias
España arde menos este año, tras unos datos que confirman un descenso del 46,3 % del terreno calcinado por incendios forestales en verano respecto a 2023, con una similar reducción por el momento sobre la media de la década. Sin embargo, los expertos piden no bajar la guardia ante el exceso de combustible acumulado.
Unas lluvias más abundantes de lo habitual a finales de la pasada primavera y principios de un verano con olas de calor menos seguidas que en otras épocas estivales, a lo que se suman ahora sucesivos días de lluvias y tormentas, han propiciado, entre otros factores, menor virulencia de incendios forestales en lo que va de año.
Así lo ha explicado a EFE el ingeniero de Montes Víctor Resco de Dios, profesor de ingeniería forestal en la Universidad de Lleida, tras explicar que las condiciones meteorológicas este año están detrás de gran parte de la reducción de incendios, y ha advertido de que no debería limitarse al devenir de los elementos naturales la gestión del fuego en este país.
Casi la mitad de hectáreas quemadas en el verano de 2023
Según los últimos datos (hasta el 25 de agosto) del Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco), el número de hectáreas arrasadas por incendios forestales en lo que va de año asciende a 42.314,12 hectáreas, casi la mitad del promedio por estas fechas de la década (79.077) y asimismo de 2023 (78.852,88).
Comparados los datos con los de 2022, el ejercicio más virulento de la década, con 248.793,9 hectáreas arrasadas, la cifra este año de superficie forestal calcinada es por el momento casi seis veces menor.
En el lado opuesto, entre los años con menos superficie quemada hasta estas fechas, destacan 2018 con 19.835,62 hectáreas y 2020, con 33.277,4; en 2014 el dato era ligeramente superior al actual con 42.886,92 hectáreas arrasadas por incendios y en 2016 fue de 40.654,31.
Estrés hídrico
El estrés hídrico que padece el subsuelo Gran Canaria ha obligado al Cabildo insular a reducir, hasta las 45 hectáreas, la superficie reforestada. Los árboles que se plantan necesitan más agua de la que el suelo es capaz de filtrar.
De media, un árbol un árbol necesita 100 litros de agua durante un año para crecer por su cuenta, pero la sequía de este verano ha hecho que Medioambiente haya reforzado con riegos manuales las zonas reforestadas. Así, con un invento testado en varios proyectos europeos se ha logrado aumentar de un 15 a un 40% su subsistencia.
Pozos y embalses al mínimo de su capacidad
Otra de las consecuencias de la sequía y del estrés hídrico que provoca es el desabastecimiento de agua en embalses, presas y pozos canarios. Es el caso de La Laguna de Barlovento, en La Palma, que actualmente se encuentra al 1% de su capacidad. Una cifra que ha provocado la activación de «El Pozo-Sondeo» de Los Tilos para garantizar el abastecimiento del noroeste de la isla.
Este pozo, que entró en funcionamiento en 2007, ha sido explotado desde entonces por la Comunidad de Regantes de Los Sauces. Sin embargo, permanece parado desde 2011 por problemas en los equipos de bombeo.
El Consejo Insular de Aguas lo ha reparado y lo ha reactivado para garantizar el abastecimiento del noroeste de la isla aportando caudal a La Laguna de Barlovento, la balsa más grande Canarias. Cuenta con láminas de impermeabilización y con capacidad para un millón ochocientos mil metros cúbicos de agua.