Julius y Patapoutian ganan el Nobel de Medicina por sus hallazgos de receptores de temperatura y tacto

Julius ha utilizado la capsaicina para identificar un sensor en las terminaciones nerviosas de la piel que responde al calor. Patapoutian ha usado células sensibles a la presión para descubrir nuevos sensores que responden a estímulos mecánicos en la piel y los órganos internos

David Julius y Ardem Patapoutian, Premio Nobel de Fisiología y Medicina 2021 conjunto «por sus descubrimientos de los receptores de la temperatura y el tacto» NIKLAS ELMEHED © NOBEL PRIZE OUT 4/10/2021

Los científicos David Julius y Ardem Patapoutian han sido galardonados de forma conjunta con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina 2021. Lo reciben por sus «descubrimientos de los receptores de la temperatura y el tacto».

Julius ha utilizado la capsaicina, un compuesto picante del chile que induce una sensación de ardor, para identificar un sensor en las terminaciones nerviosas de la piel que responde al calor. Patapoutian ha usado células sensibles a la presión para descubrir nuevos sensores que responden a estímulos mecánicos en la piel y los órganos internos.

Descubrimientos revolucionarios

«Estos descubrimientos revolucionarios pusieron en marcha investigaciones. Unas investigaciones que permitieron aumentar nuestra comprensión de cómo nuestro sistema nervioso percibe el calor, el frío y los estímulos mecánicos.

Los galardonados identificaron eslabones críticos que faltaban en nuestra comprensión de la compleja interacción entre nuestros sentidos y el entorno», explica el Instituto Karolinska (Suecia).

Joseph Erlanger y Herbert Gasser recibieron el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1944. Lo recibieron por su descubrimiento de diferentes tipos de fibras nerviosas sensoriales que reaccionan a estímulos distintos. Por ejemplo, en las respuestas al tacto doloroso y no doloroso.

Desde entonces, se ha demostrado que las células nerviosas están altamente especializadas en la detección y transducción de distintos tipos de estímulos. Eso permite una percepción matizada de nuestro entorno. Por ejemplo, nuestra capacidad para sentir diferencias en la textura de las superficies a través de las yemas de los dedos, o nuestra capacidad para discernir tanto el calor agradable y el doloroso.

Antes de los descubrimientos de Julius y Patapoutian nuestra comprensión de cómo el sistema nervioso percibe nuestro entorno aún contenía una pregunta sin resolver. Es la pregunta de cómo se convierten los estímulos térmicos y mecánicos en impulsos eléctricos en el sistema nervioso.

«La clave está en los chicles»

Julius nació en 1955 en Nueva York (Estados Unidos). Fue contratado por la Universidad de California en San Francisco en 1989, donde ahora es profesor. A finales de los 90, vio la posibilidad de realizar grandes avances. Se vio al analizar cómo el compuesto químico capsaicina provoca la sensación de ardor que sentimos al entrar en contacto con los chiles.

Ya se sabía que la capsaicina activaba las células nerviosas que provocan la sensación de dolor. Sin embargo la forma en que ejercía esta función era un enigma sin resolver.

Julius y sus colaboradores crearon una biblioteca de millones de fragmentos de ADN. Fragmentos correspondientes a los genes que se expresan en las neuronas sensoriales que pueden reaccionar al dolor, el calor y el tacto. Plantearon la hipótesis de que la biblioteca incluiría un fragmento de ADN que codificaría la proteína capaz de reaccionar a la capsaicina.

Expresaron genes individuales de esta colección en células cultivadas que normalmente no reaccionan a la capsaicina. Tras una laboriosa búsqueda, se identificó un único gen capaz de hacer que las células fueran sensibles a la capsaicina. Se había encontrado el gen de la capsaicina. Otros experimentos revelaron que el gen identificado codificaba una nueva proteína de canal iónico. Además este receptor de capsaicina recién descubierto recibió posteriormente el nombre de TRPV1.

Capacidad de la proteína

Cuando Julius investigó la capacidad de la proteína para responder al calor, se dio cuenta de que había descubierto un receptor sensor de calor. Un receptor que se activa a temperaturas percibidas como dolorosas.

El descubrimiento del TRPV1 supuso un gran avance que abrió el camino para desentrañar otros receptores sensores de la temperatura. De forma independiente, Julius y Patapoutian utilizaron la sustancia química mentol para identificar el TRPM8, un receptor que se activaba con el frío. Se identificaron otros canales iónicos relacionados con el TRPV1 y el TRPM8 y se comprobó que se activaban con diferentes temperaturas.

Muchos laboratorios llevaron a cabo programas de investigación sobre el papel de estos canales en la sensación térmica. Utilizaron ratones manipulados genéticamente que carecían de estos genes recién descubiertos.

Patapoutian

Patapoutian nació en 1967 en Beirut (Líbano). En su juventud, se trasladó de un Beirut devastado por la guerra a Los Ángeles. Se doctoró en 1996 en el Instituto Tecnológico de California en en Pasadena. Desde el año 2000, es científico en Scripps Research, donde ahora es profesor.

Mientras se desarrollaban los mecanismos de la sensación de temperatura, seguía sin estar claro cómo los estímulos podían convertirse en nuestros tacto y presión. Los investigadores ya habían encontrado sensores mecánicos en las bacterias, pero los mecanismos que subyacen al tacto en los vertebrados seguían siendo desconocidos. Patapoutian quería identificar los esquivos receptores que se activan con los estímulos mecánicos.

Junto con sus colaboradores, identificó por primera vez una línea celular que emitía una señal eléctrica medible cuando se pinchaban células individuales con una micropipeta. Se asumió que el receptor activado por la fuerza mecánica es un canal iónico. En un siguiente paso se identificaron 72 genes candidatos que codifican posibles receptores.

Gen responsable de la mecanosensibilidad

Estos genes se inactivaron uno a uno para descubrir el gen responsable de la mecanosensibilidad en las células estudiadas. Tras una ardua búsqueda, Patapoutian y sus colaboradores identificaron un único gen. Un gen cuyo silenciamiento hacía que las células fueran insensibles a los pinchazos con la micropipeta.

Se había descubierto un nuevo canal iónico mecanosensible totalmente desconocido y se le dio el nombre de Piezo1, por la palabra griega que significa presión. Por su similitud con Piezo1, se descubrió un segundo gen al que se denominó Piezo2. Se descubrió que las neuronas sensoriales expresaban altos niveles de Piezo2. Estudios posteriores establecieron firmemente que Piezo1 y Piezo2 son canales iónicos que se activan directamente por el ejercicio de la presión sobre las membranas celulares.

El avance de Patapoutian dio lugar a trabajos que demostraron que el canal iónico Piezo2 es esencial para el sentido del tacto.

Además, se demostró que Piezo2 desempeña un papel fundamental en la detección de la posición y el movimiento del cuerpo. En trabajos posteriores, se ha demostrado que los canales Piezo1 y Piezo2 regulan otros procesos fisiológicos importantes, como la presión arterial, la respiración y el control de la vejiga urinaria.

Percibir y adaptarnos al mundo que nos rodea

Los revolucionarios descubrimientos de los canales han permitido comprender cómo el calor, el frío y la fuerza mecánica pueden iniciar los impulsos nerviosos. Unos impulsos que nos permiten percibir y adaptarnos al mundo que nos rodea.

Los canales TRP son fundamentales para nuestra capacidad de percibir la temperatura. El canal Piezo2 nos dota del sentido del tacto. También de la capacidad de sentir la posición y el movimiento de las partes de nuestro cuerpo.

Los canales TRP y Piezo contribuyen también a numerosas funciones fisiológicas adicionales que dependen de la percepción de la temperatura o de los estímulos mecánicos. Este conocimiento se está utilizando para desarrollar tratamientos para una amplia gama de enfermedades, incluyendo el dolor crónico.

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