La última erupción volcánica en Tenerife, la del Chinyero, que apenas duró 10 días, fue la primera «monitorizada» a distancia
Hace 113 años tuvo lugar la última erupción volcánica en Tenerife, la del Chinyero, que apenas duró 10 días. Fue la primera «monitorizada» a distancia en lo que fue el inicio de una «era científica completamente diferente», señala el Instituto Geográfico Nacional (IGN) en redes sociales.
Fue una erupción analizada por un comisionado del antiguo Ministerio de Fomento y contó con dispositivos de emergencia.
Antonio Ponte Cólogan, profesor de Ciencias, se fue a las faldas del volcán a estudiarlo llevando jaulas con decenas de palomas mensajeras para ir informando de su comportamiento. Fotografió el desarrollo y «anotó todo».
Antonio Ponte enviaba las palomas mensajeras con textos en su pata que llegaban al telégrafo de Garachico y de ahí a Santa Cruz.
El primero decía: «3:45 h. Volcán en fase expansiva, dos ríos de lava fluyen tomando direcciones distintas. Alertar a la población de inmediato».
Fue monotorizada a distancia
El geólogo Lucas Fernández Navarro escribió: «Primero reventó en el mismo morro de la Montaña, dio un berrido muy grande y los escobones saltaron al aire entre el humo y la tierra, pero no se veía nada de fuego».
Los científicos estudiaron los ruidos precursores, los «berridos» que se percibían y comparaban con revoloteo de un bando de palomas, los gases, los depósitos de minerales, la velocidad de la lava, temperatura y espesor, e intentaron calcular el volumen de material expulsado. Incluso dejaron constancia de rayos volcánicos.
Esta monitorización fue «un gran avance» con respecto a la última erupción producida en Canarias en 1825 en Lanzarote, subraya el IGN.
No solo porque se describía la erupción sino también porque se analizó de forma científica, algo de lo que se encargó Lucas Fernández Navarro.
Se organizaron viajes turísticos para ver la erupción
En el capítulo de curiosidades, el IGN rememora que las autoridades locales preguntaron por la posibilidad de desviar la colada, y corrió el rumor de que el Marqués de San Andrés iba a construir un dique.
Los vecinos se reunieron con palos y piedras para evitar ese desvío que podría perjudicarles.
Los fieles, ante el miedo de la erupción arrasara todo, sacaron en procesión al Señor del Valle en Santiago del Teide, los de Tamaimo a San Joaquín y Santa Ana, los de Guía a su Virgen y los de Chío o Erjos a sus patrones.
La erupción paró el día 26 y cada cual lo achacó a su procesión.
Se prepararon dispositivos de emergencia como barcos de vapor, una ambulancia de la Cruz Roja y fuerzas de la Guardia Civil, de Telégrafos para estar conectados con las poblaciones.
«La única salvación [si llega la lava] es por mar», comentaron los militares al Gobernador.
Fue la primera vez que se prepararon viajes turísticos para acudir a ver la erupción, ya se empezaba a conocer algo más del fenómeno natural y una vez que se sofocó la alarma generalizada del principio por saber dónde iba a salir, tuvo una gran atracción por el espectáculo eruptivo.
En cuanto al desarrollo de la erupción, el IGN detalla que, como precursores, aparecieron los típicos terremotos y ruidos subterráneos.
Fue una erupción estromboliana
Según el mayor estudioso de la erupción, Lucas Fernández, también se notificó una deformación en Los Silos y mayor emisión de gases en las fumarolas del Teide, así como un incremento de temperatura.
Fue una erupción estromboliana explosiva aunque no demasiado intensa con varios pulsos de distinta intensidad.
Fue decreciendo aunque tuvo un repunte el 26 de noviembre para finalizar el 28. Las cenizas llegaron a La Orotava, Icod y La Laguna. A los tres días hubo hasta 9 bocas