El Pleno del Tribunal Constitucional ha elegido al magistrado Cándido Conde-Pumpido como su nuevo presidente, tras superar en la votación a la también progresista María Luisa Balaguer por seis votos frente a cinco
El Pleno del Tribunal Constitucional (TC) ha elegido al magistrado Cándido Conde-Pumpido como su nuevo presidente, tras superar en la votación a la también progresista María Luisa Balaguer por un estrecho resultado de seis votos frente a cinco.
Fuentes del tribunal de garantías informan del resultado de la votación en la que también se ha designado a la magistrada progresista Inmaculada Montalbán como vicepresidenta del órgano, lo que rompe la costumbre de que sea un magistrado del grupo minoritario, en este caso conservador, quien ocupe este lugar.
Cándido Conde-Pumpido ha puesto el broche de oro a una carrera como pocas en la judicatura. El nuevo presidente del Constitucional es un magistrado que genera tanta crítica como admiración en el sector, pero del que nadie cuestiona su incuestionable talla jurídica pese a su simpatía con el PSOE.
Lo hace tras superar a María Luisa Balaguer, que rehusó hasta el final de dar un paso al lado como le pedían algunas voces dentro del mismo bloque progresista que comparte con Pumpido, para dejar vía libre al considerado candidato nato de este grupo, que una década después recupera la ansiada mayoría en el tribunal.
Conde-Pumpido culmina así una carrera de vértigo en la alta judicatura española en la que lo ha sido todo tras abrirse paso en una insigne familia de juristas y forjarse como juez en la Audiencia de San Sebastián en los años de plomo de ETA, los más violentos de la banda, y la respuesta de la guerra sucia de los GAL.
El juez más joven en llegar al Tribunal Supremo
Su ascenso en la carrera fue fulgurante. Con sólo 49 años se convirtió en el miembro más joven del Supremo. Lo hizo apadrinado por su padre Cándido Conde-Pumpido Ferreiro, que llegó a ser el número 2 del Ministerio Fiscal pero cuya figura ha sido ampliamente superada y eclipsada por su primogénito, uno de los fundadores de la asociación progresista Jueces y Juezas para la Democracia.
Su paso por la Sala de lo Penal del Supremo dejó huella. Fue ponente de las sentencias que determinaron la condena y abandono del cargo de tres presidentes autonómicos -Gabriel Urralburu, de Navarra; Juan Hormaechea, de Cantabria; e Ignacio Velázquez, de Melilla. Lo mismo ocurrió con la sentencia que incrementó la condena de Luis Roldán, exdirector General de la Guardia Civil.
De ahí pasó a liderar la Fiscalía General del Estado encadenando las dos legislaturas de José Luis Rodríguez Zapatero. Es la etapa de la que más presume por el andamiaje que forjó en el Ministerio Público. Su mandato coincidió con el estallido de los peores años de la corrupción que persiguió con puño de hierro a través de Anticorrupción: Malaya, Palma Arena, Brugal, Palau y Gürtel.
El Fiscal General de Rodríguez Zapatero
Pero también ocho años en los que se batió contra no pocas acusaciones del PP que reclamó su dimisión por distintos asuntos y que le granjearon el recelo y la oposición de ciertos sectores del mundo judicial, que ven en él no a un jurista progresista o de izquierdas, sino a un hombre fuerte del partido socialista en la judicatura.
Su capacidad de liderazgo y de gestión está fuera de toda duda, como su talla jurídica forjada a los largo de cuatro décadas y su solvencia como jurista especializado en derecho penal. Pero la sombra del PSOE sigue resultado demasiado alargada para algunos compañeros de profesión cuando su nombre sale a la palestra, hasta el punto de considerarle un estratega que maneja la agenda política.
Esa vinculación todavía le persigue y prueba de ello es que los vocales conservadores del CGPJ no ocultan que vetaron recientemente al magistrado José Manuel Bandrés para el Constitucional para frustrar la aspiración de Conde Pumpido de presidir el TC, ya que el voto de aquel se antojaba crucial para el desenlace. Sin éxito.
Coordinador del Procés en el Constitucional
Conde-Pumpido se convierte en presidente del TC tras acceder en marzo de 2017 a propuesta del Senado y procedente del Supremo, a donde había regresado en 2012 tras su cese como fiscal general.
Su llegada coincidió con el punto álgido del procés y de hecho hizo valer su fama de penalista para coordinar la tramitación de los recursos presentados contra la causa judicial del proceso independentista de Cataluña de 2017, un asunto en el que se esforzó por mantener la unanimidad de todos los magistrados, pero del que finalmente decidió en abril de 2021 apartarse voluntariamente ante las recusaciones presentadas contra él por los condenados y huidos.
Poco después Pumpido fue el único magistrado que defendió la decisión de incluir al exvicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias en la comisión del CNI en lugar de anularla, como hizo el TC.
Desafortunadas críticas hacia sus compañeros
Tras ello, se produjo un episodio que amenazó con hacer saltar por los aires el tribunal, como cuentan en privado varios de sus entonces compañeros, cuando arremetió duramente contra ellos en un borrador de su voto particular contra la sentencia que declaró inconstitucional el primer estado de alarma. «Es extravagante, propia de un lego y un jurista de salón», dijo.
Fue tal el revuelo interno que se vio obligado a salir públicamente a disculparse con sus compañeros. Pero el daño ya estaba hecho y caló hondo entre los conservadores del tribunal, como acredita el hecho de que hayan apoyado sin fisuras a María Luisa Balaguer pese a ser aun más de izquierdas que Conde-Pumpido.
Pero todo eso es el pasado porque ahora Pumpido modulará su presidencia apostando por sacar del cajón los temas más controvertidos porque entiende que el tribunal no puede desentenderse de ellos y que es tarea del presidente apretar para, al menos, debatirlos en Pleno. Tiene dos años y medio por delante.
Por otro lado, con una nueva etapa de mayoría progresista, el Tribunal Constitucional deberá encarar nuevos asuntos por responder, como la eutanasia o el aborto.