Manolo Vieira deja un legado artístico difícil de superar. Su trayectoria profesional está plagada de éxitos y de reconocimientos de la sociedad canaria
En 1985, Manuel Vieira trabajaba de comercial por las mañanas y de camarero por las noches para poder tirar para adelante. Descubre que a los clientes del bar en el que trabaja les gusta su forma de contar historias y deja su trabajo diurno para dedicarse al humor.
Tenía 36 años y estaba naciendo. Ese espíritu es el que le llevó a considerarse siempre aprendiz, siempre en el camino del que querer saber más. En 1986 abre la primera sala Chistera, que se vio obligado a cerrar dos años después. En 1988, Chistera reabre sus puertas en toro local y se convierte, esta vez sí, en su casa definitiva.
Vivió y triunfó en Madrid en la década de los 90. Hizo temporadas en teatros, actuaciones por toda España y, sobre todo, lo hizo sin dejar de ser, sonar y sentir canario. Es redundante e innecesario explicar cómo de grande ha sido Manolo Vieira para Canarias.
Películas como el ‘Rey de la Habana‘, series como ‘La novelera‘, programas como ‘Esta noche pago yo‘, o llevarnos al final de cada año con una sonrisa. Era querido y admirado por sus compañeros de profesión, para los que siempre tuvo abierta la puerta de Chistera. A ellos les dio su último mensaje: Reír y amar.
Muchos no hemos conocido un mundo en el que Manolo Vieira no estuviera haciendo reír. Empezó hace casi 42 años y no dejó de hacerlo nunca. Manolo ya no está y sólo nos queda pensar en cómo nos contaría él esta noticia. A lo mejor nos diría que se ha subido a un árbol, o mandaría a ‘Mamé el bobo’ a darnos el disgusto, o simplemente nos preguntaría «¿Yo que te ha hecho?». Nos haría reír ante el drama. Hoy, en el primer día sin Manolo Vieira, es difícil no llorar.