El cine con sello canario consigue reconocimiento alrededor de todo el mundo, pero presenta algunas dificultades para adquirir financiación
Desde jóvenes tuvieron claro que el universo del séptimo arte algo les indicaba que el universo era el mundo en el que se querían vivir. A pesar de las dificultades económicas y técnicas, los cineastas canarios mantienen vivo el cine con sello canario.
El palmero Jorge Lozano empezó como amateur. «La primera película que hice argumental fue «La pared de Roberto» (1977), se puso como diez veces porque la gente no paraba de verla, luego nos metimos a hacer la película «Salto del Enamorado» (1979), que ganó el premio internacional».
Premios también, los que atesora el majorero Adrián Tejero con tan sólo 24 años, con reconocimientos internacionales en Ucrania, Rusia o Latinoamérica.
No es fácil hacerse un hueco. El cineasta grancanario Adonay Santana consiguió colocar en la plataforma Amazon dos producciones. Una de ellas, la película «30 monedas». «Les mandé una primera copia, pero no les gustó. Tres semanas después hubo otro comité. Remonté la película y nos la compraron», comenta Adonay.
Hay algunos proyectos que tienen un gran éxito, pero no consiguen financiación. Esto le ocurrió a la cineasta tienerfeña Isabel Coll con su webserie, colgada en Youtube, «Dos más dos: cinco«. La cineasta lamenta que esta serie «no se hiciera en un mayor tamaño y con más repercusión».
Con más o menos fortuna, estos cuatro cineastas representan el tesón de quienes se lanzan con amor, pasión, y poco o nada de presupuesto, a crear historias para remover conciencia, entretener y hacernos imaginar.