La exposición «Vientos. Un camino en espiral hacia el origen» ofrecerá una veintena de obras de Martín Chirino y de los artistas que le han inspirado
La noche de este viernes acogerá la exposición «Vientos. Un camino en espiral hacia el origen«, una veintena de obras de Martín Chirino y de los artistas que le han inspirado, en el Castillo de la Luz de Las Palmas de Gran Canaria.
Esculturas de Julio González, Jorge Oteiza, El Lissistky y Robert Smithson dialogan con espirales de distinto formato creadas por Martín Chirino en la muestra «Vientos. Un camino en espiral hacia el origen», que la fundación que lleva su nombre inaugura este viernes en Las Palmas de Gran Canaria.
Además de esculturas, esta exposición reúne dibujos y técnicas mixtas sobre papel, lienzos, arqueología y fotografías en torno al viento de Chirino, está comisariada por el profesor de estética de la Universidad Autónoma de Madrid, Fernando Castro, y coincide con la edición del tercer monográfico de la enciclopedia sobre el artista canario.
El cuarto de ellos, en el que ya se trabaja, estará dedicado a sus aerógrafos, según ha avanzado este viernes, en la presentación de esta muestra, el director general de la Fundación Martín Chirino, Jesús M. Castaño.
Su comisario, Fernando Castro explicó que Chirino comenzó a principios de los años cincuenta a tratar el tema del viento, al que fue fiel durante toda su vida, ya que fue una constante y el ‘leit motiv’ de toda su obra.
Castro: «La espiral era un símbolo central de la historia de la cultura»
Fernando Castro resaltó que el escultor grancanario a quien define como «el maestro de la curvatura», sigue a rajatabla el credo estético del ‘menos es más’ de Mies van der Rohe, «utilizando un mínimo de materia para obtener una mayor expresividad pero, sobre todo, buscando lo poético y sugerente por medio de un esfuerzo físico, golpeando el martillo en la fragua, consiguiendo que las herramientas del herrero funcionen en beneficio de los fines artísticos más intensos».
El comisario ha referido que para Chirino «la espiral era un símbolo central de la historia de la cultura, desde los orígenes canarios hasta el código genético, la caracola marina o el reflujo del agua en un río, y él, desde la infancia, viendo los barcos en el astillero con su padre, hasta el final de sus días, tuvo una especie de obsesión por este trazo tan sencillo pero al mismo tiempo tan complejo».