En el Día Mundial contra la Trata, conocemos la labor de atención a las víctimas que realiza APRAMP
Las crisis mundiales, los conflictos y la emergencia climática están aumentando el riesgo de trata. Los desplazamientos y las desigualdades socioeconómicas afectan a millones de personas en todo el mundo, que quedan expuestas a la explotación de los traficantes. Las personas que no gozan de un estatus legal, que viven en la pobreza, que tienen un acceso limitado a la educación, a la atención sanitaria o a un trabajo digno, que sufren discriminación, violencia o abusos, o que proceden de comunidades marginadas, son -a menudo- los principales objetivos de los traficantes. Según datos de Naciones Unidas, el 48% de las víctimas de trata son mujeres y , de ellas, un 18 % ciento, niñas.
Las entidades que trabajan con las víctimas sostienen que la pandemia de COVID-19 también ha alterado las propias características de la trata, empujándola aún más hacia la clandestinidad y aumentando potencialmente los riesgos para las víctimas al hacer menos probable que el delito llegue a conocimiento de las autoridades. De hecho, el 41% de las víctimas que consiguen escapar de su terrible experiencia acuden a las autoridades por iniciativa propia, otra clara señal de que las medidas de lucha contra la trata se quedan cortas.
Desde APRAMP, se ayuda a las víctimas de trata y se colabora en su reinserción en sociedad. Las mafias y proxenetas se persiguen, pero Rocío Mora, presidenta de la entidad, sostiene que cada vez es más difícil detectar a las víctimas y que son entidades como ésta las que tienen que tener un papel proactivo. Recuerda, además, que sin demanda de prostitución, no existiría el negocio de la trata con fines de explotación sexual. En ese sentido, ha afirmado que la demanda va en aumento y que, además, los puteros son cada vez más jóvenes.