El país cuenta con un sistema de filtros que ha provocado que sólo tres de las 51 candidaturas presentadas hayan sido aceptadas
Los colegios electorales de Siria han abierto este miércoles sus puertas para unas elecciones en las que el mandatario, Bashar al Assad, concurre sin rivales de peso enfrente tras la eliminación de las candidaturas opositoras, en un país devastado por los más de diez años de guerra.
Las presidenciales serán las primeras que se celebran desde 2014, cuando Al Assad obtuvo una reelección sin paliativos ante la falta de rivales, si bien en dicha ocasión su posición sobre el terreno era muy diferente a la actual debido a los avances de los distintos grupos armados que operaban en el país.
En dicha votación Al Assad logró la victoria con más del 92 por ciento de los votos, si bien las elecciones no se celebraron en los amplios territorios bajo control rebelde. Asimismo, la oposición llamó al boicot, mientras que Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCG) rechazaron su legitimidad.
Desde entonces, la situación sobre el terreno ha sufrido importantes cambios, especialmente debido a la intervención militar de Rusia en 2015 en apoyo a Damasco, lo que ha permitido a las fuerzas gubernamentales ganar terreno y alejar la amenaza de la caída del presidente por la vía de las armas.
En esta ocasión, Al Assad hará frente en las urnas a Abdulá Salum Abdulá, del Partido Socialista Unionista (SUP), y a Mahmud Ahmad Marai, de la Unión Democrática Árabe Socialista (DASU), uno de los partidos opositores tolerados por las autoridades sirias.
Tres candidaturas
El presidente, que ha llevado a cabo su campaña bajo el lema ‘Esperanza a través del trabajo’, ha defendido que la celebración de estas elecciones demuestra que en el país existe la democracia, a pesar de la campaña de represión contra los opositores y la eliminación de candidaturas de sus principales figuras.
Asimismo, el país cuenta con un sistema de filtros que ha provocado que sólo tres de las 51 candidaturas presentadas hayan sido aceptadas. Entre las candidaturas eliminadas figuran las de siete mujeres, por lo que Siria seguirá sin contar con candidatas a la Presidencia.
Entre estos obstáculos figura uno sobre apoyos en el Parlamento, controlado por el Baaz de Al Assad, así como la exigencia de haber vivido en el país durante la última década, marcada por la guerra, lo que elimina a todos los opositores que se encuentran en el exilio tras huir de la represión de las autoridades y el conflicto.
Al Assad aprobó recientemente una amnistía para cerca de 400 funcionarios, periodistas y abogados detenidos en el marco de una campaña contra la libertad de expresión en redes sociales, si bien decenas de personas siguen encarceladas o han sido dadas por desaparecidas en la red de prisiones del país.
Sin votación en varias zonas
Además, las elecciones no se celebrarán en las zonas que no están bajo control del Ejército, principalmente la provincia de Idlib (noroeste), en manos de una serie de grupos rebeldes –entre los que destaca Hayat Tahrir al Sham (HTS)– y el noreste de Siria, bajo control de la administración autónoma kurda.
En este sentido, las autoridades kurdas han rechazado permitir la votación en estas zonas de Rojava –el Kurdistán sirio– debido a que celebran sus propios procesos políticos, si bien han autorizado que se celebren en las zonas bajo control de las fuerzas de seguridad en esta zona.
De esta forma, las elecciones tendrán lugar en un contexto en el que las líneas de frente se han estabilizado en tres zonas de influencia y en un momento en el que cerca de la mitad de la población se encuentra desplazada a nivel interno o en el extranjero, según datos de Naciones Unidas.
Pese a ello, Al Assad se ha presentado como el único candidato capacitado para liderar el país y ha prometido trabajar para mejorar la situación económica, duramente golpeada por la guerra y la crisis, así como para poner en marcha diversos proyectos de reconstrucción.
La caída de la libra siria a principios de 2020, en medio del endurecimiento de las sanciones por parte de Estados Unidos con la llamada ‘Ley César’ y el colapso económico en Líbano, ha provocado un drástico empeoramiento de la situación de la población en las zonas controladas por el Gobierno.
Críticas desde la oposición
Por su parte, la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria (CNFORS) –la principal coalición opositora en el extranjero– ha defendido que las elecciones son «una farsa» y ha incidido en que «el régimen de Al Assad perdió la legitimidad al adoptar una solución militar ante la revolución popular».
El presidente del organismo, Nasr al Hariri, ha desvelado que la CNFORS ha enviado cartas a 75 países para que expresen su rechazo a las elecciones y ha sostenido que la celebración de las elecciones «es un golpe contra el proceso político y el camino internacional fundamentado en las resoluciones internacionales, especialmente la 2218 del Consejo de Seguridad (de Naciones Unidas) en 2013 y la 2254 en 20145.
Asimismo, ha denunciado que Damasco «usa todos los métodos de represión, incluido el arresto, las torturas, el desplazamiento, la violación, la desaparición forzosa, el asesinato y la destrucción del país», antes de resaltar que «se ha demostrado que el régimen criminal cometió crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra con métodos brutales, incluido el uso de armas químicas».
Al Hariri ha apuntado a «la falta de un ambiente seguro y neutral para celebrar unas elecciones libres, justas y transparencia» y ha añadido que «el proceso tiene lugar bajo control de los servicios de seguridad e Inteligencia del régimen y su resultado es bien conocido y está preparado a través de la Constitución ilegal de 2012».
Por ello, acusó a Damasco de «procrastinar» en el proceso de conversaciones de paz en Ginebra y ha denunciado que «está claro que el régimen lucha por legitimar su existencia, lo que le permite, con ayuda de sus apoyos, seguir en el poder y abortar el camino de las negociaciones».
El presidente de la CNFORS ha hecho así referencia al proceso de conversaciones que arrancó en 2019 y que buscan allanar el camino para la reforma política y la celebración de elecciones libres y justas bajo supervisión de Naciones Unidas en Siria, así como para redactar una nueva Carta Magna o modificar la de 2012.
Críticas de la ONU y Estados Unidos
En este sentido, el enviado especial de la ONU para Siria, Geir Pedersen, recordó a principios de mayo que «las elecciones fueron convocadas bajo los auspicios de la actual Constitución y no son parte del proceso político establecido por la resolución 2254»- «La ONU no está implicada en estas elecciones y no tiene mandato para ello», dijo.
Pedersen hizo además hincapié en «la importancia de una solución política negociada» y agregó que las elecciones contempladas por la ‘hoja de ruta’ internacional contemplan «unas elecciones libres y justas en línea con la nueva Constitución, administradas bajo supervisión de la ONU con los mayores estándares internacionales de transparencia y rendición de cuentas y en las que todos los sirios, incluidos miembros de la diáspora, puedan participar».
A las críticas se sumó Estados Unidos, que afirmó que las elecciones «no serán libres, justas ni representativas». «El fracaso a la hora de poner en marcha una nueva Constitución es una prueba de que las llamadas elecciones serán una farsa», apuntó la representante permanente de Estados Unidos en la ONU, Linda Thomas-Greenfield.
A pesar de todo ello, Al Assad confía en que Rusia e Irán, sus principales valedores, mantengan su apoyo y poder así seguir en el poder, que ostenta desde que en 2000 sucediera a su padre, Hafez al Assad, tras su fallecimiento después de ocupar la Presidencia desde 1971, en un traspaso de poder ‘monárquico’.