Ray Zapata es el gimnasta canario que acudirá a estos Juegos Olímpicos, los segundos en su palmarés. Se define como «un tío muy loco», pero tiene mucho que contar
La gimnasia es un juego muy serio. Con esa filosofía afronta cada entrenamiento y cada competición Ray Zapata, uno de los mayores especialistas en suelo de la última década. “Un tío muy loco”, según definición propia, que disparará en Tokio 2020 su segunda bala olímpica.
La primera, en Río 2016, le salió por la culata. Según él, por su mala cabeza.
«Fui con opciones de hacer cosas grandes. No lo conseguí porque me acojoné bastante. Fue así”, dijo Zapata, que llegó a Brasil como medallista de bronce mundial y ni siquiera se clasificó para la final olímpica.
“Ahora creo que puedo dar mucho más de mí. ¿Por qué no intentarlo? Estoy luchando día tras día y voy a ir a por ello. Voy a por todas, realmente. Yo quiero una medalla olímpica”, aseguró con convicción.
Para luchar por ese podio, Ray presentó hace tres semanas en la Copa del Mundo de Doha un nuevo elemento, un doble mortal adelante en plancha con pirueta y media, que dará a su ejercicio una dificultad de 6,4 y que le mete de cabeza entre la élite.
Poco queda en este hombre de 28 años del muchacho que llegó con 10 a Lanzarote procedente de Santo Domingo, su lugar de nacimiento. Pero ese poco es, precisamente, lo que le define como persona y como gimnasta.
“Queda la alegría que aporto. Que me encanta bailar, como a cualquier dominicano. Que me encanta la fiesta, eso también hay que decirlo. Pero también queda, no sé… el jugar. La gimnasia y el deporte de alto rendimiento también son un juego. Si no te la juegas, nunca vas a estar ahí arriba. Y desde pequeño he sido muy juguetón, muy travieso”, recordó.
“Cuando haces gimnasia jugando con cierto control es cuando disfrutas más. Gervi”, señaló en referencia a su primer entrenador en el alto nivel, el triple medallista olímpico Gervasio Deferr, “me decía ‘vamos a jugar a la cama elástica’. Era jugar con triples mortales, pero jugar. Un juego serio”.
Este espíritu lúdico de Zapata se percibe en cada una de sus jornadas de trabajo.
Un día en la oficina
Empieza estirando, calentando sus músculos, con el teléfono móvil a su lado en el suelo. Hace el pino y no para de bromear y de charlar con sus compañeros. Se acerca a la minicadena que se adivina bajo una capa blanca de polvo de magnesio en la sala del Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Madrid y pone música.
Cuando comienza a hacer series, recobra la seriedad. Clava todo. Si descansa, anima y aplaude a los demás. Después de 50 minutos de calentamiento, hace por primera vez el ejercicio de suelo completo. Con el ‘zapata’, el elemento que lleva su nombre porque salió de su cabeza. Máxima dificultad. La sala se para. La sala se calla. Todos le miran. Todos le aplauden
“¡Aaaaaaah!”, grita de dolor y de satisfacción al acabar. Enseguida recupera la sonrisa y las bromas. Pasa a anillas, pasa a salto. “No está mal”, le dice el seleccionador Fernando Siscar. Suena ‘Mujeres’, del rapero dominicano Mozart La Para, y él baila. Y canta, siguiendo la letra de otra canción: “Lo que yo te diga”.
«Agradezco mucho a mis compañeros que me respeten cuando hago los ejercicios. También por su integridad, porque puedo salir disparado en cualquier momento y llevarme por delante a los más pequeños. Me gusta que me miren. Me animan todos y se lo agradezco cien por cien. Igual que yo a ellos cuando hacen sus pasadas. Somos una piña, así trabajamos», aseguró tras el entrenamiento.
Zapata irradia una intensidad especial y se lo reconocen incluso aquellos que le juzgan.
“Hay bastantes jueces que se acercan a mí y me hablan de la energía que transmito a la gente. Que lleno el pabellón. Eso a mí me gusta. Cuando salgo a la pista no estoy de cachondeo. Me puedo estar riendo aquí con los compañeros, pero cuando subo al aparato tengo que estar concentrado al máximo”, destacó.
“A veces me paso, porque me concentro mucho y mi cara es de que voy a matar a alguien. Pero a lo mejor es lo que requiere mi cuerpo y mi mente en ese momento. No es que yo lo fuerce. Me sale así. Otras veces he intentado ir más relajado o forzarlo más y no me sale. Depende del día. Tu cuerpo y mente te pide la energía que sacas en cada momento«, añadió el gimnasta.
Un éxito tardío
Ray Zapata llegó tarde al alto rendimiento, ya cerca de la veintena, algo inusual en un gimnasta de primera categoría.
«Empecé en el CAR de Barcelona supertarde. En pocos meses tuve que acostumbrarme a un ritmo de entrenamientos que nunca había llevado. Pasados tres años en Barcelona vine a Madrid y tuve que adaptarme otra vez a una nueva vida distinta y a encontrarme en competición con gente a la que solo veía en la tele. Qué pasote”, rememoró.
“No me di ni cuenta”, admitió. Consiguió el bronce mundial en 2015 y solo cuando llegó a España se enteró de que se había clasificado para los Juegos Olímpicos.
“Me pilló todo muy de sopetón. Asimilar todo eso es bastante fuerte. Estaba a punto de conseguir mi sueño olímpico. Mi mente no se enteraba de cómo iba la cosa, me dejaba llevar simplemente. Ahora lo veo más claro, la mentalidad es más responsable. Soy consciente de lo que está pasando para buscar las estrategias y estar ahí arriba», afirmó.
Siente que está “madurando no solo deportivamente, sino como persona”.
“Pongo la energía en lo que creo que tengo que ponerla. Lo demás, intento apartarlo. Trabajo para focalizar mi objetivo”, dijo. Pero siempre, admitió, con ese punto de bendita locura que le hace único.
«Estoy muy loco». Así se define Zapata
«En general, en mi vida estoy muy loco. Yo creo que la vida hay que vivirla al cien por cien, intentar ser todo lo feliz que puedas, aportar tu energía a los demás, ayudar en lo que puedas. Y en cuanto a la gimnasia, sí que hay que estar muy loco para practicarla. Es mucha repetición de una misma cosa. Si no tienes la cabeza muy amueblada, se te puede ir la olla”, señaló.
Su carácter inquieto le lleva continuamente a “crear cosas nuevas”.
“Como el ‘zapata’ que tiene mi nombre. Tengo más elementos en mente”, confesó. “Para eso tienes que tener una cabeza loca. Para pensarlo, y para hacerlo aún más. Y dentro de esa locura tienes que tenerlo muy claro, tener la cabeza muy bien amueblada y ser consciente de que conlleva un peligro. Hay que saber si compensa o no”.
Entre los numerosos tatuajes que adornan su piel, luce en el gemelo el diagrama de su primer elemento ‘zapata’: un doble mortal adelante con giro y medio. “Es mi elemento, en dibujito. Me lo hice un mes después de presentarlo”.
El símbolo del campeonato del mundo en el que ganó la medalla de bronce se lo grabó en un pectoral; en el otro, un tigre; los aros olímpicos, en la cintura. Le queda sitio para más tatuajes que llegarán, seguro, después de Tokio. Pero, por ahora, prefiere centrarse en su cabeza antes que en su piel.
«Puedes ser muy bueno, pero si no tienes cabeza para competir, no cuenta nada. Yo he hecho entrenamientos aquí de clavar todas las series, perfectas. Pero ahora buscamos competir. Ahí es donde hay que clavar las series, ahí es donde tienes que llegar en tiempo, ahí es donde tienes que juntar las piernas. He visto a deportistas que son muy buenos entrenado, pero a la hora de competir les falla bastante la cabeza. Los nervios, cómo te has levantado, si has dormido mucho. Hay muchos factores, algunos dependen de ti, hay otros que no puedes controlar. Hay que encontrar el equilibrio«, advirtió.
El dolor como compañía
Según Zapata, el gimnasta que diga que no le duele nada, miente. Y, por si el dolor en los entrenamientos no fuera suficiente, luego llegan las manos del fisioterapeuta para recordarle que el deporte conlleva sufrimiento.
“¡Me duele muchísimo!”, se queja mientras el especialista trabaja sobre sus cuádriceps. Ray se pone en sus manos unas tres veces por semana.
“Antes de la rotura del tendón de Aquiles estaba en 72-73 kg. Ahora en 68-70. Y comiendo de todo, ¿eh?”. Entre otras cosas, unos suculentos bocadillos de jamón ibérico que se regala a menudo en un asador extremeño cercano al CAR. Son su recompensa tras un buen entrenamiento.
Aquella lesión del Aquiles, en septiembre de 2017, le impidió disputar los Mundiales del mes siguiente y le obligó a cambiar la cara de su ejercicio de suelo: ahora incluye más saltos hacia delante, menos agresivos con el tendón que los que se ejecutan hacia atrás.
Sobre la camilla, Ray se tumba sobre una placa metálica y el fisioterapeuta se conecta con una pulsera en el antebrazo a una máquina: es un tratamiento de diatermia, una técnica avanzada de electroterapia que estimula los tejidos más profundos.
Deferr, Nemov… y Wil Smith. Los modelos a seguir de Ray Zapata
Zapata comparte un físico rotundo y unas piernas potentes con su maestro y mentor, Gervasio Deferr, cuya imagen en dimensiones gigantes preside el vestíbulo que da acceso a la sala de los gimnastas en el CAR.
“Fue mi entrenador y siempre va a ser mi referente. Ha sido el mejor gimnasta del mundo en cuanto a saltar se refiere”, dijo sobre el ganador del oro olímpico en salto en Sídney 2000 y Atenas 2004 y la plata en suelo en Pekín 2008.
“Hablamos de vez en cuando. Siempre me anima a que esté a tope y me recuerda de dónde vengo. Me dice que siga adelante porque tengo mucho talento. Si lo dice él…, ¡vale! Para mí es gratificante», comentó Zapata.
Su otro modelo en el mundo de la gimnasia es el ruso Alexei Nemov, que pisó doce veces el podio olímpico entre 1996 y 2000. “En cuanto a elegancia, el mejor. Era una pasada».
Pero Zapata es, también, un loco del cine y de la música, con ídolos muy concretos.
«Soy muy fan de Will Smith y de Dwayne Johnson, son mis dos referentes. En cuanto a la música, Chis Brown es lo que suelo escuchar más. Música dembow y eso, música latina. Escucho de todo, pero los tres personajes más famosos que sigo son ellos», reveló.
“Fast & Furious”, “Leyenda”, “Exclusivo”, “Brillante”… Algunos títulos de los trabajos de esos artistas le encajan como anillo al dedo a Zapata, un artista de la gimnasia que llena la pantalla y que en Tokio protagonizará su propia película.
Entrevista: Natalia Arriaga