La refinería de Santa Cruz se trasladará al puerto de Granadilla para dar paso a una nueva ciudad. Antes del comienzo de las obras, tendrá lugar un acto institucional en el que participarán Teresa Ribera y Ángel Víctor Torres
Este lunes comienza en Santa Cruz de Tenerife un proceso de transformación histórico: el desmantelamiento de la refinería de Cepsa. Se trata de una industria que después de 92 años en activo en la capital pasará al puerto de Granadilla.
Será un acontecimiento histórico que comenzará con un acto institucional en el que estará presente la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, junto al presidente del gobierno de canarias, Ángel Víctor Torres. Juntos oficializarán el desmantelamiento de la Refinería de Santa Cruz.
El primer impacto será visible desde la autopista TF5 ya que los primeros elementos en desparecer serán los tanques de crudo que se encuentran en la entrada de la ciudad. Unos trabajos que se prevé que finalicen en 2025.
El comienzo de la industrialización de Santa Cruz
En 1930, esta refinería convirtió a la ciudad capitalina en un referente para la industria química de la época. Sería la única refinería en todo el territorio español. Al cabo de seis meses, llegaba a puerto el ‘Oleander’, el primer barco procedente de Venezuela con 6.000 toneladas de petróleo crudo.
José Manuel Ledesma, cronista oficial de Santa Cruz de Tenerife, cuenta que el barco «descargó en el muelle, entró en el refino y de ahí empiezan a salir ya los gases licuados, butano y propano». A partir de ahí, dice, «se sigue refinando y sale la gasolina para los automóviles, el ATK para los aviones y el fueloil o el gasoil para barcos y coches».
La refinería llegó en una época en la que Canarias disponía de un parque móvil de apenas 4.000 vehículos entre coches, guaguas y camiones. En aquel momento, se trataba de un mercado pobre hasta que la industrialización de Santa Cruz impulsó la economía.
A este respecto, Francisco Pozo, secretario Acción Sindical CCOO, asegura que «se contrataban trabajadores de Tenerife». Aunque, afirma, «venían muchos empleados especializados de la Península». Según Pozo, todos ellos, «a veces hacían jornadas muy largas, sin descansar los fines de semana».
Con el tiempo, la ciudad fue creciendo hasta prácticamente unirse con la refinería. Una combinación que en muchos casos planteaba incompatibilidades con la calidad del aire.
Ante esto, Ledesma explica que «cuando el tiempo del sur soplaba hacia la ciudad se pasaba mal por el mal olor proveniente de las chimeneas que, a veces, tenían hasta seis metros».
