Desde este martes, el municipio cuenta con una escultura de una mujer junto a su hija pequeña, en homenaje a las lavanderas del siglo pasado
Los lavaderos también fueron espacios de sororidad y desahogos personales, de apoyo moral y casi psicológico entre ellas
La Laguna cuenta desde este martes con una escultura de una mujer junto a su hija pequeña, en homenaje y reconocimiento histórico a las lavanderas de mediados del siglo pasado que contribuyeron solidarias y en silencio a mantener la vida de sus familias y de toda la región.
La pieza está recubierta por varias placas de bronce y representa a tamaño natural a la niña y a su madre. La pequeña le alcanza una pastilla de jabón, en lo que se considera una representación de aquella costumbre, cuando las hijas acompañaban a sus madres a lavar en los antiguos lavaderos, situados actualmente en el Camino de las Peras.
Guadalupe Siverio cuenta cómo a finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta, con apenas cinco años, comenzó a acompañar a su madre desde Valle Tabares hasta el tanque, en la conocida como fuente de Madre del Agua.
Allí lavaban, torcían y tendían mantas, camisas, calzones, enaguas, pañales o pañuelos de su familia, de otras familias, de sus empleadores y de vecinos todos los días, hasta los más fríos y húmedos de La Laguna
Como pesaban mucho las prendas recién mojadas, las recogían por la tarde ya secas. “Si aquí no había agua, íbamos al drago, en el barrio de La Verdellada, donde había un manantial y unas piedras para lavar la ropa”, ha añadido Siverio.
Guadalupe siguió yendo hasta la fuente con sus seis hijas tras la muerte de su madre, recorriendo entonces las calles de los barrios laguneros con toda la ropa sobre la cabeza, una vida “muy dura” y aún peor, incluso, para sus antepasados.
Las mujeres compartían los quehaceres mientras las niñas corrían y jugaban hasta que aprendían el oficio: entre todas cogían una manta mojada muy pesada, la agarraban, la torcían y la tendían. Tan solo una cobraba por la pieza.
Un lugar de encuentro y sororidad para las mujeres
Pero los lavaderos también fueron espacios de sororidad, de confidencias y desahogos personales, de apoyo moral y casi psicológico entre ellas: “lo que se decía en el lavadero, se quedaba en el lavadero. Una contaba cómo su marido la maltrataba y de aquí no salía”, ha contado Guadalupe con una frialdad de otra época.
En los lavaderos nunca hubo hombres; de hecho, Siverio ha subrayado con cierta resignación que las propias madres de la época impedían que sus hijos tocaran un plato o una camiseta porque se entendía que eran labores puramente femeninas.
“Creían que los hombres se volverían maricas. Incluso una mujer que solo tenía varones los puso a lavar y la insultaron por ello. Era una cosa de mujeres. Hoy no es así”, ha dicho.
Hasta que llegó la lavadora
Luego llegó la lavadora y acabó con aquello. Guadalupe, de pelo corto, dedos torcidos y 74 años en diciembre “si Dios quiere”, se resiste: “compré mi primera lavadora en 1985, pero yo sigo lavando a mano en la piedra de lavar. La lavadora no lava: gasta agua y luz”.
Ibrahim Hernández, escultor lagunero de 30 años, ha explicado que con esta pieza quiso representar esa estampa tradicional en la que las niñas se criaban en torno a las obligaciones que se consideraban propias de sus madres y de todas las mujeres.
El alcalde de La Laguna, Luis Yeray Gutiérrez, la concejala de Patrimonio del ayuntamiento lagunero, Elvira Jorge, y el escultor han acompañado al puñado de antiguas lavanderas (quedan unas 20, según Siverio) que han acudido al descubrimiento de la placa en la escultura en su honor.
“Hoy se ha empezado a hacer justicia con ellas. Cumplimos un acuerdo plenario: seguir trabajando para valorar y homenajear a las lavanderas. Visibilizamos su contribución a la sociedad lagunera y a la economía familiar. Y contribuimos al patrimonio cultural con esta hermosa escultura”, ha relatado Jorge.
El alcalde ha añadido asimismo que La Laguna recupera su historia con este homenaje, la pone de algún modo “en valor”, y empodera a la mujer, “a su valentía y a su sufrimiento “.