El acusado de asesinar a un taxista se enfrenta a 25 años de cárcel. En esta jornada, los efectivos de la Guardia Civil que llevaron la investigación han narrado la brutalidad con la que presuntamente ocurrieron los hechos
Agentes de criminalística detectaron 32 huellas dactilares en el garaje donde se produjo el crimen de un taxista en la madrugada del 3 de julio de 2019 en San Isidro, en el sur de Tenerife. Gracias a estas huellas, a los cinco días fue posible dar con la identidad del sospechoso y proceder a su detención, al que constaban antecedentes penales.
Todos los peritos y agentes que han declarado en la segunda jornada del juicio que se celebra en la Audiencia de Santa Cruz de Tenerife no dudaron en calificar de «brutal» la muerte por la intensidad de la agresión, a la que siguió un intento parcial de quemar el cadáver, seguramente para borrar las pruebas. El cuerpo estaba destrozado desde el tórax hasta la cabeza; presentaba quemaduras parciales y pruebas de que recibió “muchísimos golpes”.
En el interior del vehículo de la víctima se encontraron grandes cantidades de dinero, por lo que se descarta que el móvil del crimen fuese el robo. La actuación del grupo provincial de criminalistas fue esencial. Ellos fueron los que localizaron las huellas que luego pudieron ser identificadas, ya que el acusado tiene antecedentes penales.
Reconstrucción de los hechos
La agresión no se produjo en el lugar en el que se encontró el cadáver entre dos coches, sino en otro punto del garaje. Estaba rodeado de objetos de todo tipo y de productos para dificultar la investigación. También había una lima clavada en uno de los coches.
Los peritos han determinado que no hubo una pelea en el sentido estricto, ya que no existió una capacidad de defensa de la víctima, sino una agresión.
La Guardia Civil reconstruyó lo ocurrido en las horas previas. El acusado permaneció con varios amigos, su novia y familiares en una casa cercana al lugar de los hechos bebiendo. Luego cogió la bicicleta de un conocido y se introdujo en el garaje en el momento en el que lo abría el taxista. Tras consumar el crimen utilizó uno de los ascensores e incluso intentó abrir la puerta de la azotea para finalmente salir por la puerta del edificio.
La conclusión es que no actuó siguiendo un plan preconcebido, sino “de manera muy torpe”, según los investigadores. Las numerosas cámaras de videovigilancia que hay en los alrededores consiguieron observarlo cuando huía en bicicleta a gran velocidad a través de la autopista. La manera de conducir indicaba que no estaba borracho.
Detención del acusado
Cuando fue detenido, cinco días después en su casa observaron que no tenía ninguna huella física de haber pelado ni síntomas de que sufriera el síndrome de abstinencia. Se le intervinieron unas zapatillas deportivas cuyas huellas se correspondían con las que aparecieron en el garaje y un pantalón y un mechero manchados de sangre.
En la vivienda no había indicios de que guardara cocaína o de que se dedicara a su venta. Sus padres indicaron que lo vieron llegar a las cinco de la mañana manchado de sangre, pero que él les explicó que había tenido una pelea; también olía a alcohol, pero no estaba borracho.
También han testificado familiares del fallecido y amigos, quienes indicaron que el carácter de la víctima era pacífico, no tenía enemigos y era trabajador.
Por ello, desde un primer momento se descartó que el asesino fuera alguien de su entorno. La madre del acusado se acogió a su derecho a no declarar.