Robótica blanda, solucionar problemas emulando a la naturaleza

Mano robótica blanda desarrollada por el MIT. «Biorrobots» / EFE

‘Biorrobots’ que emulan la flexibilidad de las plantas, el movimiento de los gusanos o el agarre de los pulpos, o robots comestibles que medican o examinan a los pacientes desde el interior del organismo son algunas de las soluciones que ofrece la robótica blanda, la revolución que ha llegado para quedarse.


La robótica blanda se inspira en los seres vivos para afrontar retos y solucionar problemas y lo hace combinando la robótica tradicional con el uso de materiales flexibles e inteligentes que se adaptan al entorno con mucha eficiencia.


De esta manera, la nueva robótica no solo ejecuta las tareas con mucha más seguridad, sino que además esos robots se convierten en herramientas «increíblemente versátiles», explica la ingeniera de Robotics Lab del Departamento de Ingeniería de Sistemas y Automática de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), Concepción A. Monje.


Y es que al sustituir los elementos rígidos tradicionales por otros blandos y bioinspirados, los biorrobots atenúan o absorben los golpes, y eso les da estabilidad (seguridad) y flexibilidad de movimientos (versatilidad), que son los objetivos principales de la nueva robótica, comenta la ingeniera.


Las aplicaciones y morfologías de estos robots son prácticamente infinitas, «tantas como problemas quieras solucionar», asegura.


Los animales, por ejemplo, son una gran fuente de inspiración. El Instituto de biorrobótica de la Universidad de Pisa ha desarrollado un robot que copia el comportamiento de un pulpo y que tiene unos tentáculos de silicona que imitan el agarre «fiable y robusto» de un cefalópodo y que es capaz de manipular objetos mejor que una pinza.


Otros robots, fabricados como una sucesión de eslabones unidos, actúan como un gusano y logran una flexibilidad que le permite moverse -por ejemplo- por el interior de los vasos sanguíneos y repararlos, o que, como han hecho en el laboratorio de Monje, pueden convertirse en un brazo robótico, un manipulador móvil.


Y es que, cuando pensamos en robots, todos imaginamos humanoides como los que fabrican los japoneses o cuadrúpedos capaces hasta de bailar como los de Boston Dynamics, pero, lo cierto es que estos robots pueden tener muchas morfologías y destrezas.


Probablemente algunas de las aplicaciones más fascinantes son las relacionadas con la medicina: robots blandos comestibles que se diluyen en el intestino y permiten depositar un medicamento en un punto concreto, u otros equipados con sensores capaces de analizar los biomarcadores de un paciente y de hacer un seguimiento constante.


Existen ya nanorrobots, como los desarrollados por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que se integran en el torrente sanguíneo y reparan vasos del cerebro, y robots equipados con sistemas de posicionamiento de última generación que se sitúan un punto exacto del organismo para participar en tratamientos de radioterapia y localizar el lugar que debe ser radiado.


La necesidad de encontrar materiales blandos biocompatibles para todos estos usos, ha hecho que el estudio de los materiales sea una disciplina fundamental para la robótica.


«Últimamente se están desarrollando materiales inteligentes con propiedades especiales como la autorreparación o ‘selfhealing’, que mediante calor pueden reparar sus fisuras y evitar ser reemplazados, y otros materiales con sensores que captan estímulos eléctricos y reconocen el tacto, es lo que se llama ‘inteligencia corporal’, que imita los sensores de nuestra piel.


Todos estos desarrollos «no son ciencia ficción; son la robótica del presente. Solo hace falta darle recorrido a este nuevo paradigma» e imaginar las aplicaciones que queremos desarrollar con este tipo de robots, subraya la ingeniera extremeña.


«Lo primero es pensar para qué aplicación vamos a necesitar el robot, después hay que diseñar su morfología en función de los movimientos que serán necesarios para la ejecución de dichas tareas. Estos procesos involucran simulaciones complejas en una primera fase, y posteriormente un proceso de prototipado final con el que se obtiene un primer prototipo del robot que ya podremos probar», describe.


Eso sí, advierte Monje, «este campo exige mucha inversión, mucho tiempo y mucho esfuerzo y materiales que no suelen ser baratos» pero -insiste- esta robótica «no es la robótica del futuro, es la del presente».

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