Llevar a cabo un acción de salvamento para salvar la vida de personas que vienen en pateras requiere de un trabajo complicado no exento de riesgo.
Un salvamento en alta mar se realiza casi al límite de la capacidad operativa de los Servicios Aéreos de Rescate, los conocidos SAR. En esta ocasión, tuvieron que volar a 400 kilómetros de las costas canarias para encontrarse con un durísimo escenario.
Una patera que llevaba 17 días a la deriva, con personas totalmente exhaustas. Tres de ellas, una menor y dos adultos, además, con graves problemas físicos.
El responsable de este equipo de salvamento, Carlos Martínez, Teniente Coronel S.A.R. Canarias, cuenta cómo fue esta complicada situación en la que, «lo primero que encontramos, al bajar los rescatadores es que había una niña pequeña, en muy mal estado, con el cuerpo frío y sin pulso», por lo que se interntaron hacer todas las maniobras de reanimación posibles.
La menor, de cinco años, termina falleciendo en la misma aeronave. Pero el impacto de su muerte no tiene espacio en la pequeña cabina de la aeronave.
«Una mujer entró en parada cardio-respiratoria y mediante actuación combinada de enfermero y rescatadores consiguieron resucitarla», cuenta el Teniente Coronel Martínez.
Y es que, a pesar de la dureza de los momentos vividos unos minutos antes, toca centrarse en esa persona que aún puede ser salvada.
Es parte de un entrenamiento que exige rescatar a personas en las peores condiciones. Mal estado de la mar, viento y situaciones límite en las que las personas rescatadas apenas «están colaborando porque se están debatiendo entre la vida y la muerte».
Una situación que, asumen, pueden encontrarse cada vez que salen a un rescate.