Los paisajes del Archipiélago impulsan la producción cinematográfica en las islas a través de la recreación de rincones de todo el mundo
Algunas cualidades que convierten al Archipiélago en uno de los destinos ideales para rodar son la variedad de paisajes, su arquitectura y el lugar que ocupa en Europa por sus horas de luz año. Desde transformar Gran Canaria en Turquía o Brasil, hasta Tenerife en Senegal, Líbano o Atenas.
En Lanzarote, las superproducciones han sabido sacar provecho a cada rincón de la isla. El responsable de Lanzarote Film Commission, Ismael Curbelo, afirma que «en la película «Invasor», de Daniel Calparsoro, Arrecife se convirtió en Diwaniya, una zona de guerra».
Por su parte, Fuerteventura ha sido tierra bíblica y lugar de nacimiento de Han Solo. Mientras que Garafía, en La Palma, ha sido testigo de guerras entre brujos. «Vamos creando distintos puntos del mundo para darle sus características», apunta la decoradora y ambientadora, Vanessa Téllez. Localizaciones irreconocibles a los ojos de quienes no viven en el Canarias.
Una riqueza única como plató natural
En el otro lado se encuentran los que apuestan por mostrar el paisaje, el acervo cultural y el patrimonio tal y como es. Es el caso del proyecto IsLABentura. La tutora del proyecto, Diana Rojo, asegura que se trata de «un laboratorio con una filosofía muy interesante: que se hagan historias arraigadas en las islas».
No siempre hay un proyecto institucional detrás, pero igualmente se apuesta por explotar la riqueza del Archipiélago. Esto lo podemos comprobar en la película «Hierro», de Gabe Ibáñez, o en «La Niebla y la Doncella», de Andrés Koppel, donde parte del rodaje tuvo lugar en La Gomera.
Las islas cuentan con una riqueza paisajista única como plató natural, pero hacía falta crecer y afianzar la industria por medio de la producción en interiores. De este modo, llegaron los dos únicos platós de cine que existen en el Archpiélago a Gran Canaria.