Hacía 10 años que Nuestra Señora del Pino no era trasladada a Las Palmas de Gran Canaria, pero esta tradición se lleva repitiendo desde el Siglo XVII con diferentes motivaciones.
La Bajada de la Virgen del Pino de su Basílica de Teror a Las Palmas de Gran Canaria se ha repetido 51 veces (es una cifra estimada porque no hay constancia de todas). Este 2025 será la número 52. Es un evento extraordinario en las tradiciones católicas y de la isla, ya que no se trata de una fecha instaurada oficialmente, sino de una de decisión de la Iglesia en cada ocasión. En este caso, el anuncio se hizo el pasado 8 de septiembre. Se hará para celebrar el Año Jubilar, pero no siempre fue una reunión festiva. El encuentro de la Virgen del Pino con el pueblo capitalino tiene un origen más oscuro que se remonta al Siglo XVII.

Súplicas y ruegos
Fue un 18 de marzo de 1607. No debió de ser tarea fácil sacar y viajar con la imagen de la Virgen desde la Villa Mariana hasta Las Palmas de Gran Canaria. Alrededor de 20 kilómetros tuvieron que recorrer en un momento en el que no contaban con las carreteras ni los vehículos actuales. Dos días duró el viaje porque llegó a la ciudad el 20 de marzo. Pero les movía una fuerte motivación: la lluvia.
En un territorio agrario, el agua era un bien valioso y ese año atizaba al campo una larga sequía que amenazaba con terminar con las cosechas, el sustento y el plato de comida de las familias de la isla. Para evitarlo, los fieles se consagraron a su virgen. Trasladaron la imagen a la capital y allí pidieron para que el cielo se abriese y bajase la lluvia. Las crónicas cuentan que su deseo fue concedido.
Se inauguró así una tradición que llega hasta nuestros días, aunque como ha pasado con nuestro vehículos y carreteras, las motivaciones para este traslado también se han ido transformando.
Según relata un trabajo del periodista Antonio Cruz Domínguez, las soluciones para los problemas para la agricultura continuaron siendo las peticiones principales de los fieles a la Virgen del Pino durante el Siglo XVII. Pero a la seguía se sumaron también la eliminación de las plagas de langosta, que arrasaban con lo cultivado. En octubre de 1659, los vecinos y fieles pidieron permiso para trasladar a su patrona a Las Palmas de Gran Canaria para intentar terminar con esta plaga. Las necesidades derivadas de la pobreza, de la falta de simiente y la lluvia siguieron siendo los ruegos principales del pueblo grancanario en los siguientes años.

Otras motivaciones
A estas peticiones se unían también las encargadas por el Rey. En 1677 solicitó que se bajara la Virgen para pedir el final de la peste de Murcia (en 1648 Murcia padeció el brote de peste bubónica más severo de toda su historia que, amplificado por los efectos de una larga sequía desembocó en una severa hambruna); o por las huestes de Cataluña y Flandes.
Las cuestiones políticas se fueron sumando así a los ruegos católicos. En 1678 el motivo de esta tradición se inició para pedir por el buen suceso de la Monarquía, la recuperación de Mesina y para mitigar la peste y el hambre.
Sin duda, la lluvia y las plagas (como la de 1680) continuaron entre los ruegos mayoritarios recibidos por Nuestra Señora del Pino. Las peticiones a la Iglesia para que la Virgen mediase en sus peticiones se solicitaban por el pueblo o los ayuntamientos de la isla. Ante sucesos que no podían solventar acudían a la imagen. Así, la Virgen fue solicitada en 1971 para paliar el «tabardillo» (tifus) o los estragos que dejaron los tres volcanes en erupción de Lanzarote.
Se invocaba esta costumbre también como prevención ante posibles peligros. Por ejemplo, cuando en 1785 llegaban noticias desde el África continental sobre la peste que los asolaba, se sacó a la virgen para evitar su propagación hasta las islas. También se rogaba para eliminar el pulgón, que ya hacía estragos en las cosechas en aquel entonces.
Epidemias, fiebre amarilla, alta mortandad del ganado, ruegos de nuevos reyes y gobiernos o conflictos bélicos fueron encomendados a la Virgen a través de su recorrido y permanencia en la ciudad durante los siguientes siglos. También fueron evolucionando los caminos hasta la capital grancanaria.
Una tradición que evoluciona con la historia
La tradición se ha ido adaptando a los avatares de la sociedad y su historia. Así, en 1936, con motivo de la Guerra Civil Española, se cambió el recorrido tradicional que se utilizaba, a través del camino viejo, por la nueva carretera de Teror a la ciudad.
El traslado de la población a la ciudad y la transformación de la economía agraria y ganadera dio paso también a una tradición menos ligada a las súplicas para convertirse en una celebración de los fieles.
En 1954 presidió las misiones predicadas en Las Palmas. También celebró con este viaje el final del Concilio Vaticano II, y en el 2000, el Jubileo del fin de milenio, Año Santo del 2000.
Llegamos así a la ultima vez que la Virgen del Pino viajo a la ciudad, hace diez años. Unas 250.000 personas se movilizaron entonces en el evento religioso y social, permaneciendo la imagen de la Virgen en la catedral desde el 31 de mayo al 14 de junio de 2014. Hasta el pasado año, no se conocía nueva fecha para esta tradición, por lo que se trata de una ocasión muy esperada por los fieles y con un gran siguimiento en la isla.
Año jubilar
El anuncio de la 52 Bajada de la Virgen del Pino se hizo el 8 de septiembre de 2024, el día de la patrona de Gran Canaria. Fue en la Solemne Eucaristía en la Basílica cuando el obispo auxiliar Cristóbal Déniz comunicó que con motivo del Año Jubilar visitará además Telde y Vecindario. la parroquia de San Rafael Arcángel en Vecindario y a la Basílica de San Juan Bautista en Telde.
El motivo será la celebración del Año Jubilar. El Año Jubilar o Año Santo es una celebración que tiene por objeto obtener una indulgencia plenaria según la iglesia católica romana. El mismo se celebra cada 25 años de forma regular. El objetivo del año Jubilar es recibir el perdón de los pecados, de las penas, una renovación interior y la conciliación. Ahora bien, para ello es necesario acudir a un templo que goce de este privilegio por parte de la iglesia católica.
La Diócesis de Canarias destaca que este año el propósito para los católicos será «ser mensajeros de la esperanza cristiana en nuestra historia concreta, fomentando la cultura del entendimiento, la paz, y la solidaridad, haciéndonos cargos de las personas vulnerables porque tienen dignidad infinita», y «porque en esa complicidad comprometida se esclarece la belleza de nuestra propia dignidad.».