Las tasa de trabajo infantil era más elevada entre las niñas, ya que se iniciaban antes en el sector textil, mientras que a los niños tenían tareas relacionadas con el ganado.
Paula Barbero presentará su trabajo el 17 de octubre en una conferencia en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife
A finales del siglo XVIII en Tenerife era frecuente el trabajo infantil, sobre todo a partir de los 10 años, una actividad en la que comenzaban antes las niñas, por la fuerte demanda de la industria textil, mientras que los varones se iniciaban algo más tarde en el cuidado del ganado menor.
Son datos que ha divulgado la historiadora de la Universidad de de Santiago de Compostela, Paula Barbero en su tesis doctoral «La Historia de la Familia en Tenerife al final del Antiguo Régimen», dirigida por el profesor Isidro Dubert.
Paula Barbero presentará su trabajo el 17 de octubre en una conferencia en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, que se podrá además ver en el canal de YouTube de esta institución.
Otro resultado destacado en la investigación es que en 1779 las tasas de actividad laboral femeninas en Tenerife se situaban por encima del 80%, eran más altas que en otros territorios de la época. Según Barbero «estaban muy próximas a las tasas de actividad laboral masculina isleñas».
La investigadora consultó el padrón de habitantes de 1779, realizado por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife.
Se trata de una fuente única en su género «ya que no solo estamos ante una lista de habitantes organizada por hogares, sino que además contiene las edades, las profesiones, los destinos y la posesión de bienes de los individuos empadronados».
El valor del padrón municipal
En el municipio de Vilaflor, en la calle del Calzado, en el hogar de Francisco Leonardo Viera de 54 años, encontramos a María García, su esposa de 52 años, que «sabe tejer y educa a su familia». Sus hijos eran María García de 28 años, José Lázaro de 25 años, también «ausente en Indias», Rita de 20 años, que sabía hilar, Agustín de 18 años, que era pastor y Nicolás de 14 años. Esta casa fue registrada como «pobre».
La investigadora destaca que obtuvieron información de unos 7.800 hogares y unos 33.800 habitantes.
También utilizó datos de los padrones de La Laguna (1776 y 1835), Tegueste (1848), y el padrón de Tenerife de 1845. Un esfuerzo que supuso informatizar el 54,4% de los 11.002 hogares que conforman el padrón de 1845, es decir, 6.000 hogares y un total de 26.000 habitantes, y para los padrones restantes se vació íntegramente su contenido, lo que supuso disponer de la información de 3.200 hogares y 15.000 individuos.
El análisis sistemático de estas fuentes indica que 10 años era la edad de acceso al mundo laboral, cuya participación se iba intensificando a medida que los pequeños cumplían más años, expone Paula Barbero, quien publica este mes el artículo sobre el trabajo infantil en Tenerife en la revista especializada Ohm: Obradoiro de Historia Moderna.
El trabajo infantil era más frecuente en las familias con mayor número de hijos
El trabajo infantil era más frecuente en los grupos domésticos que tenían un mayor número de hijos y en familias con propiedades. Este era el caso de los labradores o los artesanos que empleaban la mano de obra infantil para evitar la contratación de criados.
En 1779 un 22,1% de los menores de 16 años declaraban realizar al menos una actividad remunerada, pues la insuficiencia de los salarios masculinos y femeninos explica que todos los miembros del hogar colaborasen en el sostén de la familia, incluidos los niños.
Desde una edad temprana los niños y las niñas aprendían un oficio acompañando a sus padres y sus hermanos mayores.
La emigración masculina y la mujer al frente
Entre los siglos XVIII-XIX en Tenerife hubo una fuerte emigración masculina en las zonas rurales del norte hacia América. Esto supuso que la salida de los jóvenes solteros tuviera un fuerte impacto en la vida demográfica de Tenerife, pues su ausencia elevaba los niveles de soltería femenina. La marcha de los casados también repercutía a nivel familiar, ya que las mujeres se encargaban del cuidado de la casa y de los hijos.
Así que estas mujeres ganaron una cierta autonomía al tener que buscar recursos económicos para mantener su hogar, apoyándose en el trabajo que podía realizar su prole, añade Paula Barbero
También, las jóvenes solteras de origen campesino protagonizaron una inmigración laboral para trabajar a La Laguna, Santa Cruz de Tenerife o La Orotava.
En 1779 un 34% de los hogares rurales tenían a una mujer al frente, un porcentaje muy elevado, superior al de otros territorios con fuerte emigración, y muy próximos, al registrado en las ciudades.
Paula Barbero considera que esta investigación debería ser ampliada en un futuro, con la ayuda de la documentación histórica que se conserva en los archivos insulares, para seguir indagando sobre la importancia del trabajo infantil y femenino en el ámbito urbano de Tenerife durante el siglo XIX, y profundizar en la vida familiar y la historia social del trabajo entre los siglos XVI-XX, de todas las islas.