La pérdida del gusto y olfato genera discapacitados sensoriales. Unos síntomas que se detectaron en el 70% de los contagiados al inicio de la pandemia
La pérdida del olfato y el gusto fue uno de los síntomas característicos en las primeras olas de la covid. Aunque no era uno de sus efectos más graves, dos años después, un tercio de los afectados continúan con algún trastorno que, solo en España, podría dejar hasta tres millones de discapacitados sensoriales.
El impacto de la pérdida del olfato, y en menor medida del gusto «ha sido enorme», explica a EFE Joaquim Mullol, director de la Unidad de Rinología y Clínica del Olfato del Hospital Clínic de Barcelona.
En el inicio de la pandemia, este tipo de síntomas se detectó en el 70 % de los contagiados. En su mayoría se corregía a las pocas semanas. Un tercio ha continuado muchos meses después con algún trastorno, son casos cronificados.
Mullol calcula que, con los datos actuales de covid (más de 11,2 millones de contagios) y las cifras de pacientes con secuelas, al final de la pandemia entre dos y tres millones de españoles «se quedarán con alguna afectación» derivada de la pérdida o alteración del olfato. En muchos casos, advierte, «no lo sabremos nunca, porque numerosos pacientes crónicos no son diagnosticados, viven con ello, lo asimilan, se acostumbran».
Un estudio reciente, informa este especialista, apunta que un 25 % de los pacientes que perdieron el olfato por la covid mantienen diversos grados de alteración. Un 5 % «no ha recuperado absolutamente nada» año y medio después de pasar la enfermedad.
El tratamiento más efectivo es el entrenamiento olfativo
Como se trata de un daño provocado por la destrucción de la mucosa olfatoria no existen tratamientos médicos específicos.
Ni los antiinflamatorios ni las vitaminas resultan eficaces, y solo el llamado «entrenamiento olfativo» se ha demostrado adecuado en determinados casos para regenerar las células y recuperar el olfato y de forma paralela el sabor de los alimentos al que está vinculado.
En este entrenamiento, al paciente se le presentan diferentes fragancias (cítricas, vinagre, ahumado, anís…) que ha de oler una o dos veces al día durante meses.
«No solo es no oler, sino que lo que hueles tiene un olor desagradable, algo que genera una pérdida de la calidad de vida muy significativa», afirma Mullol.
«Solo la persona que lo sufre sabe lo que significa. Hay información de lo que supone perder la vista, el oído, pero no el olfato. Sin embargo, a través de él identificamos la comida, la bebida, a las personas que tenemos cerca…«.
Un trabajo publicado a finales de 2020 por 15 hospitales españoles, explica el jefe de la Unidad de Rinología, indicaba que el perfil predominante de la pérdida del olfato era de mujeres jóvenes, personas menores de 40 años, que no habían tenido otros síntomas de covid, «que se iban a dormir y se despertaban sin olfato, era una cosa brusca, de horas».