Las abejas tienen personal de seguridad, limpieza y ventilación

Las abejas obreras no realizan todas la misma función. Es una de las curiosidades de estos insectos, vitales para la vida en el planeta: polinizan el 85 por ciento de los cultivos y las frutas en todo el mundo. Aún así, están en peligro.

Las abejas son uno de los animales imprescindibles en la supervivencia del planeta. Sin embargo, ya se calcula que se han perdido un cuarto de las 20.000 especies que existen. Por eso, cada 20 de mayo se celebra el Día Mundial de las Abejas recordando su importancia para los ecosistemas y su sofisticado sistema de vida, que sigue generando asombro cuanto más se conoce.

En Canarias hay unas 50 especies de abejas únicas en el mundo. Y de ellas, una: la abeja negra canaria, que además es productora de miel.

Vamos a analizar la división del trabajo en sus sociedades y los últimos descubrimientos sobre sus cerebros, que han desvelado que no son solo autómatas guiadas por su función laboral, sino que también disfrutan de momentos de ocio.

Las abejas tienen personal de limpieza, cocina, seguridad o ventilación, entre otros.
Las abejas tienen personal de limpieza, cocina, seguridad o ventilación, entre otros.

Una sociedad muy desarrollada

Las abejas son insectos que viven en comunidad y sobreviven gracias a la colaboración. Tienen un sistema social muy reglado donde conviven tres castas: la reina, las obreras y los zánganos. La reina lo es todo en la colmena. Solo hay una por colmena y es la abeja de mayor tamaño. La crean el resto de abejas, que alimentan a una larva con un alimento especial: la jalea real. Una vez desarrollada, su labor será la de procrear. Pero no solo de poner los huevos, sino de elegir el sexo de cada uno.

Al aparearse, la abeja reina almacena en su abdomen los espermatozoides de unos 20 zánganos (abejas macho), que irá utilizando el resto de su vida para generar huevos. Si quiere que sean hembras, los fertiliza al expulsarlos. Si quiere que sean machos, no libera espermatozoides cuando el huevo sale de los ovarios.

Esto determinará la tarea principal de las abejas según su sexo. Las hembras serán obreras y los macho no trabajarán. Solo se alimentarán en la colmena esperando que una nueva reina quiera aparearse. Entonces comenzarán un vuelo nupcial y, si la reina los elige, morirán tras fecundarla.

Las reinas también ponen orden en el trabajo de la colmena desarrollando productos químicos que guían el comportamiento de las demás abejas.

Para garantizar la supervivencia de la colmena, lo más importante es salvaguardar a la reina y sus larvas, así que todo el trabajo dentro de ella está enfocada a esto. Durante la primavera y el verano, recolectan néctar y producen miel y cera para que alimenten a las larvas y a los zánganos. En invierno, viven de lo recolectado y viven todas juntas para mantener el calor. Es una época de austeridad, por lo que expulsan a los machos.

Al llegar la nueva primavera, nacerán las nuevas abejas que continuarán el ciclo de la colmena. Su vida dura alrededor de 105 días de media.

División de tareas

Toda este sistema sería imposible si no existiese una división de tareas. Las abejas están determinadas por sus hormonas. Nada más nacer se encargan de limpiar sus celdas. Después comienzas a cuidar a otras larvas. Ya han pasado por sus cargos como limpiadoras y nodrizas. Entre el diá 15 y 30 de su vida pasarán a ser ventiladoras. En esta fase se dedican a mantener la temperatura de la colmena. Realizan esta tarea moviendo sus alas rápidamente para crear corrientes de aire, Así ayudan a enfriar la colmena en climas cálidos y a mantener la temperatura interna adecuada. También contribuyen a la deshidratación del néctar almacenado en los panales, acelerando el proceso de maduración de la miel. 

Tras esta tarea, les toca ser constructoras. Están en una edad adulta, por lo que pueden alejarse del centro de la colmena y dedicarse a construir celdas y almacenar comida en el borde del nido. Es un trabajo arriesgado porque se exponen a muchos peligros del exterior, pero el verdadero riesgo llega cuando toda salir.

Las abejas obreras tienen diferente personal dentro de la colmena, en la que conviven en un sistema con división del trabajo. EFE/ Jesús Diges
Las abejas obreras tienen diferente personal dentro de la colmena, en la que conviven en un sistema con división del trabajo. EFE/ Jesús Diges

A estas alturas ya ha pasado la mayoría de su vida, así que sus hormonas las guían hacia la labor más peligrosa, la de recolectoras. Pueden exponerse al mundo exterior, lleno de peligros y amenazas, para traer el polen y el néctar de las flores para generar material de construcción y comida.

También las ancianas son las que se encargan de la seguridad. Las guardianas vigilan que no entren abejas de otras colmenas ni avispas. Ellas se posicionan en la entrada de la colmena y están listas para defenderla, alertando al resto del enjambre si detectan una amenaza con una especie de silbido de alarma. Las abejas guardianas pueden coordinar la defensa, rodeando al depredador y calentándolo hasta que se asfixie.

Si mueren dentro de la colmena, el resto de obreras tendrán que retirarlas (son las abejas barredoras). Por eso, cuando se sienten cerca la muerte y para no suponer una carga, cuando ya se sienten en su fase final, se van de la colmena.

Tiempo de ocio: jugando con pelotas

Este sistemas tan ordenado y eficaz lo han desarrollado unos animales con un cerebro del tamaño de una semilla. Durante mucho tiempo se les consideró una especie de «pequeños robots» que solo respondían a los impulsos de su genética y las hormonas, pero un estudio de 2022 sugiere que hay algo más dentro de esas cabecitas.

La investigación, publicada en la revista Animal Behaviour, señala que los abejorros parecen disfrutar haciendo rodar pelotas de madera. Lo hacen sin que nadie les enseñe y sin recibir ninguna recompensa por ello, lo que sugiere que lo hacen por el simple hecho de disfrutar, de divertirse. Esto contradice la idea de que solo responden a estímulos.

De demostrarse, se sumaría a otras investigaciones que han encontrado evidencias sobre la complejidad de estos insectos y sus sentimientos.

Sin abejas, no habría frutas, verduras, semillas ni nueces.
Sin abejas, no habría frutas, verduras, semillas ni nueces.

Imprescindibles para el planeta

Las abejas son esenciales para el equilibrio ecológico y la producción de alimentos. Su papel principal: la polinización.

Al visitar flores para recolectar néctar y polen, transportan polen de una flor a otra. Este proceso permite que las plantas se reproduzcan. Es vital para el 80% de los cultivos que consumimos y el 70% de las plantas silvestres.

Sin abejas, no habría frutas, verduras, semillas ni nueces. Tampoco biodiversidad. La polinización natural mantiene vivas muchas especies de plantas silvestres. Y eso sostiene a miles de animales que dependen de ellas.

El impacto económico es enorme. Sin polinización, caerían las cosechas. Sin abejas, también se perderían empleos, alimentos y medicinas naturales.

Amenazas

Proteger a las abejas es proteger la vida. Como hemos visto, su desaparición sería una amenaza global. Y parece que ese es el final hacia el que están abocadas.

Ya se ha demostrado que estos insectos son mucho menos comunes que antes. Por ejemplo, en Norteamérica es un 50 por ciento más improbable ver un abejorro en una zona cualquiera que antes de 1974.

Por otra parte, varias especies que antes eran comunes han desaparecido de muchas zonas donde solían vivir y se han extinguido a nivel local en esos lugares. Muchas especies se consideran ya en peligro de extinción .

La comunidad científica coincide en señalar como principal causa de este descenso de la población mundial al cambio climático. Se ha detectado que hay menos abejorros en las zonas donde han aumentado las temperaturas en la última generación o que han sufrido cambios extremos de temperatura. En Europa, son un 17 por ciento menos abundantes que a principios del siglo XX.

También están amenazados por el uso de pesticidas como los neonicotinoides, la destrucción de hábitat por el desarrollo urbano y la conversión de terrenos silvestres para la agricultura, la propagación de patógenos y la introducción de abejas no autóctonas para la polinización comercial.

La combinación de todos estos factores estaría detrás de la desaparición o traslado de muchas especies de su hábitat natural, lo que es una terrible amenaza para el planeta y su habitabilidad.

¿Cómo ayudar a su supervivencia?

La buena noticia es que hay solución. No se trata de ninguna fórmula mágica, pero sí de voluntad por parte de las políticas públicas y pequeños gestos de la ciudadanía. Crear más parques o plantar árboles y matorrales en entornos urbanos hacen que el ambiente sea más fresco, y por lo tanto, más propicios para que las abejas puedan resguardarse de las altas temperaturas.

La ciudadanía puede realizar sus propias acciones en sus huertos o balcones plantando flores autóctonas donde los abejorros puedan alimentarse y evitar el uso de pesticidas como los neonicotinoides. Crear parterres que estén en flor continuamente o esperar hasta la primavera para retirar la hojarasca, el escondite preferido por los insectos, puede ser de gran ayuda.

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