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El amor, el mejor antivirus

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El amor, el mejor antivirus

Fernando Marrero y Margarita Déniz tenían previsto casarse el 24 de abril, y así lo hicieron. La suya, en el Salón Dorado del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, fue una boda sencilla, pero divertida. “Lo único que aplazamos es la luna de miel”

Margarita Fernando, que llevaban desde 2017 como pareja, planearon casarse hace ahora un año. El suyo es un amor tan férreo e inquebrantable que ni siquiera el coronavirus ha podido con él y sus planes. Ya saben: en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad…

“Nos preguntaron desde el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria si queríamos aplazar la boda dadas las circunstancias, pero ya teníamos una fecha, vimos el jaleo del papeleo y nos dijimos: para adelante. Lo único que vamos a retrasar es la luna de miel”. Lo cuentan a la vez, con el manos libres del teléfono y entre risas, esta simpática pareja de grancanarios, afincados actualmente en Tenerife. Desde el principio tuvieron claro que la pandemia sólo trastocaría su enlace lo justo y necesario.

Él tiene 60 años; ella luce 50 y los dos comparten dos cosas en común: el ejercicio de la docencia en las certificaciones profesionales del Servicio Canario de Empleo (SCE) y un amor sólido que cada día fortalecen a través de su cariño y su gran sentido del humor.

“Te puedo decir que nos lo pasamos muy bien, aunque es evidente que tuvimos que realizar algunos cambios”, confiesa Fernando Marrero, natural del barrio de Escaleritas y capitán de yate para más señas y sorpresa.

Con uniforme y con un carruaje

Habían preparado un enlace por lo civil en las Casas Consistoriales de Vegueta, con una celebración por todo lo alto en el Gabinete Literario de la capital, al que llegarían a bordo de un carruaje tirado por dos lustrosos caballos. Él iría con uniforme marítimo; ella, con un precioso traje de novia. Fernando leería unas palabras de su cosecha propia…

Esta era la expectativa; luego se impuso la realidad. De todo eso sólo quedó el 24 de abril, a eso de las seis y media de la tarde, la asistencia al consistorio, -donde fueron acompañados por los testigos (es esta una boda en segundas nupcias)- la lectura emotiva de Fernando y unos pocos periodistas que no quisieron perderse el himeneo.

                                                                                  Imagen de la pareja en las Casas Consistoriales. Foto Web RTVC.
Imagen de la pareja en las Casas Consistoriales. Foto Web RTVC.

Adiós caballos, adiós fiesta, adiós traje de marinero, adiós vestido deslumbrante, adiós algarabía y adiós arroz surcando los cielos canarios. Por cierto, hablando de arroz, “por no haber, ni habían palomas en la Plaza de Santa Ana”, apostilla entre carcajadas Fernando mientras Margarita, salta de fondo: “Tú no te preocupes, que el año que viene repetimos votos y yo saco el traje del armario”. Lo adelanta risueña, ya desde tierras chicharreras, adonde viajaron a la mañana siguiente para poder seguir con sus ocupaciones.

La oficiante, a todas estas, fue la concejala Lidia Cáceres (Ciudadanos), quien apenas lleva tres meses en el cargo y que con toda seguridad es la primera vez que casa a alguien en plena pandemia. No se reportan casos similares en toda la orbe archipielágica.

Ideada para que pudieran ir muchos

La incertidumbre y la burocracia los llevó a darse el sí quiero con este nivel de intimidad. Paradójicamente, por ser algo tan extraño en tiempos del coronavirus, de su casamiento se han tenido noticias en todo el Estado por obra y gracia de los medios. “Pensamos casarnos en Gran Canaria porque aquí están nuestros familiares, para que pudieran tenerlo más fácil para ir y fíjate… no pudieron venir. Eso sí, hemos salido en los teledidarios”, añade una pizpireta Margarita.

El trabajo los tiene de un lado para otro. “Jamás nos imaginamos que nos daríamos de esta forma el ‘sí quiero’, pero no puede negar que haya sido original”. Sus compromisos laborales ya les habían obligado, de antemano, a retrasar la luna de miel hasta octubre o noviembre. Quieren darse un garbeo por el Nilo, a bordo de un crucero, en Egipto. “Todo lo más, yo creo que igual eso sólo hay que retrasarlo un mes más o dos, hasta final de año”, barrunta Margarita, que se presentó en Vegueta con Fátima Monzón, una exalumna y amiga por testigo, y un precioso ramo de flores elaborado por su marido. “Lo vamos a reciclar enterito: lo hemos replantado en nuestro pequeño huerto y vamos a preservar los pétalos para hacer velas”.

Atrás quedan muchas anécdotas. Fernando estuvo hasta en Expoboda, viendo qué tipo de uniforme quería calzarse y hasta encargó, en un segundo intento, un traje a una sastrería de La Laguna que allá debió quedarse, cautivo en un perchero por los rigores del estado de alarma. “Al menos tenía en casa otro que me servía”, suspira aliviado.

A Margarita lo que le llegó al alma fue que le pusieran la música que habían elegido. Pocas personas en la sala, pero muchos sentimientos a flor de piel. El coronavirus no estaba invitado, los asistentes guardaron las distancias convenidas, tal como hacen en sus ocupaciones laborales, y todos felices sin comer perdices.

Ahora, con los rigores del confinamiento, los novios no están dando la vuelta al mundo, pero tienen todo el tiempo del mundo para conocerse en casa.

“¿Qué te digo? Que se nos vino el castillo de naipes abajo, pero si te soy sincero, fue una boda atípica, divertida, emocionante y brillante. Mi hijo mayor, Nani”, comenta Fernando, “hizo de padrino, un compañero de los medios nos hizo muchas fotos y a uno de los testigos lo pararon en los controles hasta tres veces, aunque tenía justificante y no hubo problema. Otra cosa que nos queda pendiente es hacernos fotos en el antiguo hospital de Vegueta”, apunta el flamante esposo.

Y a estas alturas de la historia, la pregunta que muchos se hacen: ¿Es posible casarse en plena cuarentena? El novio da la explicación sencilla y corta: “Es un acto jurídico, al fin y al cabo, y no nos dijeron que no pudiese hacerse”.

Margarita y Fernando, a los que sólo les falta que les llamen del Registro Civil para recoger el Libro de Familia, han decidido hacerlo por capítulos porque el suyo es un amor con el que nada puede.