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27 abril 2024 1:00 pm

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Poema de Tomás Morales «Vacaciones sentimentales»

Poema de Tomás Morales «Vacaciones sentimentales» en la voz de Raquel Amegashie y Roberto Kampoff. Grabado en los Jardines del Museo Municipal en Arucas, Gran Canaria.

RTVC realiza un especial dedicado a Tomás Morales por la conmemoración del centenario de la muerte del poeta.

Poema de Tomás Morales «Vacaciones sentimentales»

Este poemario de Tomás Morales «Vacaciones sentimentales» está compuesto por diez poemas cortos, relacionados entre sí. Se encuentra incluido en el libro «Las Rosas de Hércules«.

Poema de Tomás Morales «Vacaciones sentimentales»

Cortijo de Pedrales, en lo alto de la sierra,

con sus paredes blancas y sus rojos tejados,

con el sol del otoño y el buen olor a tierra

húmeda, en el silencio de los campos regados.

Bajo la dirección tenaz de los mayores

se fomentó la hacienda y se plantó la viña;

y más tarde sus hijos, que fueron labradores,

regaron con su egregio sudor esta campiña.

Todo está como ellos lo dejaron: la entrada

con su parral umbroso y el portalón de encina;

aún la vieja escopeta de chispa, abandonada,

herrumbroso trofeo, decora la cocina.

Allí los imagino, con ademán sereno,

bajo las negras vigas del recio artesonado,

al presidir la mesa, partiendo el pan moreno

sus diestras, que supieron conducir el arado;

O en la quietud benigna del campo bien oliente,

mientras el agua clara corre por los bancales,

de codos sobre el mango de la azada luciente

e inclinadas a tierra las testas ancestrales…

¡Oh, el perfume de aquellas existencias hurañas,

que ignoraron, en medio de estos profusos montes,

si tras estas montañas habría otras montañas

y nuevos horizontes tras estos horizontes!

La casa blanca al borde de las espigas rubias,

la conciencia serena y el hambre satisfecha,

los ojos en las nubes que han de traer las lluvias

y el alma en la esperanza de la buena cosecha…

Y así fueron felices… De toda su memoria

solo quedó esta página inocente y tranquila:

¡vivieron largamente, sin ambición ni gloria,

su vida fue una égloga dulce como una esquila!

Y he recordado… El breve rincón de un pueblecillo;

una casa tranquila inundada de sol;

unas tapias musgosas de encarnado ladrillo

y un jardín que tenía limoneros en flor.

Una pequeña rubia como un fruto dorado,

cuyas pupilas eran de una apacible luz,

y un audaz rapazuelo de correr alocado

vestido con un traje de marinera azul.

Primavera era el hada de sus juegos pueriles…

En la huerta sonaban los gritos infantiles

que callaban, de pronto, bajo la tarde en paz;

cuando una voz llegaba, serena y protectora,

desde el balcón, donde una enlutada señora

llamaba dulcemente: Guillermina… Tomás…

Entonces era un niño con los bucles rizados;

a la tarde, solía jugar por el jardín;

feliz con mi trompeta, mi caja de soldados,

sin más novelerías que los cuentos de Grim.

Había algunas niñas, amigas de mi hermana:

Leopoldina era rubia con oros de trigal;

Carmencita, morena como una sevillana;

Lucila era tan pálida!. . Y la traviesa Juana

reía en el crepúsculo su risa de cristal…

Ésta era la alegría: en cuanto era llegada 

se poblaba de trinos el amplio caserón,

con su vestido blanco, su carita rosada

y aquellos labios, rojos como una tentación…

De todas las muchachas era la preferida:

ella fué mi primera visión sentimental …

Al recordar ahora su silueta querida,

siento que mi alma tiene dulzuras de panal…

Yo estaba enamorado de mi amiguita… Un día 

en que el sol de su risa brilló más retozón,

eché a correr tras ella por ver si la cogía;

y la cogí… Y. entonces, como ella se reía,

yo besé aquella risa, que era mi tentación…

Tarde de oro en Otoño, cuando aún las nieblas densas

no han vertido en el viento su vaho taciturno,

y en que el sol escarlata, de púrpura el poniente,

donde el viejo Verano quema sus fuegos últimos.

Una campana tañe sobre la paz del llano,

y a nuestro lado pasan en un tropel confuso,

aunados al geórgico llorar de las esquilas,

los eternos rebaños de los ángeles puros.

Otoño, ensueños grises, hojas amarillentas,

árboles que nos muestran sus ramajes desnudos… 

Sólo los viejos álamos elevan pensativos

sus cúpulas de plata sobre el azul profundo…

Yo quisiera que mi alma fuera como esta tarde,

y mi pensar se hiciera tan impalpable y mudo

como el humo azulado de algún hogar lejano

que se cierne en la calma solemne del crepúsculo…

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