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Poema de Tomás Morales «Los puertos, los mares y los hombres del mar»

Poema de Tomás Morales «Los puertos, los mares y los hombres del mar» en la voz de Blanca Rodríguez. Grabado en la Plaza Sarmiento y Soto de Mogán, Gran Canaria. Cuenta con el acompañamiento musical del guitarrista Javier Crepa.

RTVC realiza un especial dedicado a Tomás Morales por la conmemoración del centenario de la muerte del poeta.


Poema de Tomás Morales «Los puertos, los mares y los hombres del mar»

El poema de Tomás Morales «Los puertos, los mares y los hombres del mar» se encuentra incluido en el primer libro «Las rosas de Hércules«. Son un conjunto de poemas dedicados al mar.

Poema de Tomás Morales «Los puertos, los mares y los hombres del mar»

El mar es como un viejo camarada de infancia

a quien estoy unido con un salvaje amor;

yo respiré, de niño, su salobre fragancia 

y aún llevo en mis oídos su bárbaro fragor.

Yo amo a mi puerto, en donde cien raros pabellones

desdoblan en el aire sus insignias navieras,

y se juntan las parlas de todas las naciones

con la policromía de todas las banderas.

El puerto adonde arriban cual monstruos jadeantes,

desde los más lejanos confines de la tierra,

las pacíficas moles de los buques mercantes

y las férreas corazas de los navíos de guerra.

Y amo estos barcos sucios de grasientos paveses,

de tiznadas cubiertas y herrumbrosos metales,

a cuyo bordo vienen marinos genoveses

de morenos semblantes y ojos meridionales.

Y a esos pobres pataches, tristes, desmantelados,

de podridas maderas y agrietado pañol;

más viejos que estos lobos que en un huacal sentados,

al soco de los fardos, están tomando el sol.

 

Y en tanto humean sus pipas, contemplan las viajeras,

naves, que hunden sus torsos de hierro en la bahía,

y relatan antiguas andanzas marineras

en las que, acaso, fueron los héroes un día:

Gavieros atrevidos y patrones expertos

que en la noche sondaron los más distantes lares,

que se han tambaleado sobre todos los puertos

y han escuchado el viento sobre todos los mares…

Y oyeron de las olas los rudos alborotos

golpear la cubierta con recia algarabía,

entre los crujimientos de los mástiles rotos

y las imprecaciones de la marinería.

Y luego, cuando el barco navegaba inseguro,

y era la noche negra como un ceñudo arcano,

miraron, en el fondo del horizonte oscuro,

aparecer la luna como un un fanal lejano…

¡Oh gigante epopeya! ¡Gloriosos navegantes

que a la sombra vencisteis y a la borrasca fiera,

gentes de recios músculos, corazones gigantes;

yo quisiera que mi alma como las vuestras fuera!

Y quisiera ir a bordo de esos grandes navíos,

de costados enormes y estupendo avanzar,

que dejan en las nubes sus penachos sombríos 

y una estela solemne sobre el azul del mar.

Y el timonel seria de esa griega corbeta

que hincha sus velas grises en el ambiente azul;

o el capitán noruego del bergantín goleta

que zarpó esta manana con rumbo a Liverpool…

¡Hombres de mar, yo os amo! Y con el alma entera,

del muelle os gritaría al veros embarcar:

¡Dejadme ir con vosotros de grumete siquiera,

yo, cual vosotros, quiero ser un Lobo de Mar!

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