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27 abril 2024 4:22 am

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Poemas de Tomás Morales «La calle de Triana» y «El barrio de Vegueta»

Poemas de Tomás Morales «La calle de Triana» y «El barrio de Vegueta» en la voz de Lili Quintana y Alexis Ravelo. Grabado en la Casa de Colón, en Las Palmas de Gran Canaria. El guitarrista Javier Infante realiza el acompañamiento musical.

RTVC realiza un especial dedicado a Tomás Morales por la conmemoración del centenario de la muerte del poeta.

Poemas de Tomás Morales «La calle de Triana» y «El barrio de Vegueta»

Los poemas de Tomás Morales «La calle de Triana» y «El barrio de Vegueta» se encuentran incluidos en el libro dos de «Las Rosas de Hércules«.

«La Calle de Triana» el escritor se lo dedicó a Domingo Doreste y el poema «El barrio de Vegueta» fue dedicado a María Hidalgo.

Poema de Tomás Morales «La calle de Triana»

La calle de Triana en la copiosa

visión de su esplendor continental:

ancha, moderna, rica y laboriosa;

arteria aorta de la capital…

La calle del comercio, donde ofrece

el cálculo sus glorias oportunas;

donde el azar del agio se ennoblece 

y se hacen y deshacen las fortunas.

Donde el urbano estrépito domina

y se traduce en industrioso ardor;

donde corre sin tasa la esterlina

y es el english spoken, de rigor.

El sol del archipiélago dorando

los rótulos en lenguas extranjeras,

y los toldos de lona proyectando

sombra amigable sobre las aceras.

Y por ellas profusos peatones

de vestes y semblante abigarrados; 

y, cual derivación, en los balcones,

los pabellones de los consulados.

Todo aquí es extranjero: las celosas

gentes que van tras el negocio cuerdo;

las tiendas de los indios, prodigiosas,

y el Bank of British, de especial recuerdo…

Extranjero es el tráfico en la vía,

la flota, los talleres y la banca,

y la miss, que, al descenso del tranvía,

enseña la estirada media blanca…

Todo aquí es presuroso, todo es vida; 

y, ebria de potestad, en la refriega,

la ciudad, cual bacante enardecida,

al desenfreno comercial se entrega…

Y al alma, que es, al fin, mansa y discreta,

tanta celeridad le da quebranto…

y sueña con el barrio de Vegueta,

lleno de hispano-colonial encanto…

Grand Canary… La gente ya comprende;

y, bajo un cielo azul y nacional,

John Bull, vestido de bazar, extiende

su colonización extraoficial…

Poema de Tomás Morales » El barrio de Vegueta»

Este barrio tranquilo, tan diferente en todo 

al barrio del Comercio, es plácido y riente;

junto al mar azul tiene un pintoresco modo

igual que el de esas claras villas del Continente.

Fundación primitiva del genio aventurero,

brilló, en pasados tiempos, con propios esplendores,

y tuvo un lema, entonces, orgulloso y guerrero:

«La Ciudad del Real», de los descubridores.

La fábrica reciente de los ruidos modernos

le merma, poco a poco, su antiguo poderío.

-Entre ambas hay un seco cauce, que en los inviernos

tiene sus moderadas ilusiones de río.-

Frente a frente emplazadas las vastas construcciones;

las dos barriadas tienen hechuras diferentes;

cada cual un aspecto: tal, dos embarcaciones,

de países distintos, unidas por sus puentes.

Esta es la paz callada; a su dormida ausencia

no llegan los rumores roncos de la urbe en celo;

junto a las torres del Seminario y la Audiencia

mejor parece el aire y es más azul el cielo…

Yo prefiero estas calles serias y luminosas

que tienen un indígena sabor de cosa muerta;

donde el paso que hiere las roídas baldosas,

el eco de otros pasos, legendarios, despierta…

Yo prefiero estas plazas, al duro sol tendidas,

que aclamaron un día los fastos insulares;

donde hay viejas iglesias de campanas dormidas,

y hay bancos de granito, y hay fuentes populares…

Y queda el pensamiento dulcemente cautivo,

si ante nosotros abre su portada risueña

alguna de esas casas, que es como un resto vivo

de aquella arquitectura genuinamente isleña.

¡Oh, la casa canaria, manantial de emociones!

Irregularidad de las anchas ventanas,

con dinteles que arañan devotas inscripciones

y pintadas de verde, las moriscas persianas…

Llena está su fachada de un superior reposo, 

y bajo la cornisa que festona la hiedra,

el corredor volado del balcón anchuroso

con retorcidos fustes y gárgolas de piedra…

-Se alboroza el esplritu ante un zaguán desierto;

de las plantas del patio viene un vaho fragante; 

un descuido ha dejado el portón entreabierto,

como una insinuación a pasar adelante.-

Dentro será más bella: habrá tiestos floridos 

y, soto las arcadas, colgantes jardineras;

habrá fuertes pilares de tea, renegridos,

sostén de las crujlas y amor de enredaderas.

Y en el sombroso fondo del oscuro pasillo,

una clásica «pita» con su loza chinesca,

con la destiladera llena de culantrillo

y el bernegal de barro rebosando agua fresca…

¡Ah, la mansión pacffica de los antecesores!

Tienes luz de familia, tienes paz de santuario;

claramente embebida de cosas interiores:

¡para soñar o amar, albergue extraordinario!

Pronto será un recuerdo tu gracia peregrina;

demolerán las horas tan singular semblante…

¡Hoy mismo eres hallazgo: al doblar de una esquina,

feliz e inusitada sorpresa del viandante

Todo un ensueño vago de ternura y conseja

contigo dulce muere, mientras al mediodía

el reloj de Santa Ana sobre tus techos deja

una parsimoniosa lentitud de elegía…

Mas, a pesar de todo, ¡Oh mi Vegueta!, tienes

tu peculiar ambiente de gracia provinciana,

opuesta al desarrollo novador y a los bienes

que trajo el incremento material de Triana.

Ella se extiende y triunfa; tú meditas conforme,

y en un fulgor de estirpe se enciende tu aureola

cuando serena muestras, frente al piélago enorme

tu sello, trasmarino, de ciudad española…

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