La iniciativa ‘Khale’, nacida en un barrio de Tenerife, lucha contra el racismo y la exclusión social con resultados que les han valido presentarlo a la Unión Europea
La Comunidad Bahá’í es una ONG internacional acreditada con rango consultivo ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Esta semana fue invitada a un foro sobre racismo en la Unión Europea y puso como ejemplo de cómo hacerlo a la iniciativa surgida de un grupo de jóvenes del barrio de San Mateo, en Tenerife: Khale.

Jóvenes Líderes Comunitarios
Este proyecto forma parte del movimiento de Jóvenes Líderes Comunitarios, que tiene presencia en Tenerife, Gran Canaria y Lanzarote.
Se apoya en dos pilares que, según los organizadores, están demostrando ser profundamente transformadores. El primero es la convicción de que la identidad humana está por encima de cualquier otra distinción. El segundo, postula que el desarrollo personal está intrínsecamente ligado al desarrollo colectivo: nadie avanza solo, y el crecimiento de cada individuo nutre, a su vez, el bienestar del conjunto.

Khale: del barrio al Parlamento Europeo
Khale nació de la visión de una joven de 17 años en el barrio de San Matías, en el norte de Tenerife. Lo que comenzó como un sencillo espacio de apoyo lingüístico para jóvenes migrantes africanos —la mayoría llegados en patera y con escaso dominio del idioma— se convirtió rápidamente en un catalizador de integración, autoestima y transformación personal y social.
El nombre del proyecto, Khale, proviene del idioma wolof y significa ‘joven’. Hoy agrupa a unos 80 jóvenes de entre 17 y 24 años, procedentes de países como Senegal, Guinea, Mali o Camerún. A pesar de las duras circunstancias de su llegada, estos jóvenes han encontrado en el proyecto un espacio de pertenencia, crecimiento y conexión con su entorno.
El enfoque de Khale va más allá del enseñar el idioma, que fue su germen, se apoya en encuentros formativos inspirados en materiales del programa de grupos prejuveniles del Instituto Bahá’í de Capacitación y Desarrollo Comunitario. Estos encuentros abordan temas como la esperanza, la toma de decisiones, el servicio, el desarrollo personal y la educación de los niños, proporcionando herramientas para el crecimiento emocional y social de los participantes.

Una revolución silenciosa
Los frutos del proyecto no han tardado en aparecer. Desde Bruselas, los representantes destacaron lo que muchos ya describen como una “transformación revolucionaria”. Entre los cambios más visibles se encuentran un mayor respeto hacia las mujeres, fruto de conversaciones honestas y del ejemplo de las jóvenes guías del proyecto; capacidad para expresar emociones y compartir historias personales, rompiendo con el silencio y la vergüenza que muchos arrastraban; desarrollo de habilidades interpersonales, como mirar a los ojos o entablar diálogos profundos; y descubrimiento de vocaciones en un entorno donde antes reinaba la incertidumbre.
Pero los beneficiarios no son solo los recién llegados. El proceso ha tenido un impacto igualmente profundo en los jóvenes canarios que acompañan la iniciativa. Por ejemplo, una de las monitoras locales cambió su rumbo académico para estudiar Derecho, motivada por el deseo de apoyar legalmente a personas en situaciones similares.
Además, el proyecto ha fomentado la colaboración con otros servicios comunitarios del barrio, construyendo lazos de confianza entre jóvenes migrantes y vecinos, y creando un entorno donde todos aportan desde sus capacidades.
Canarias como laboratorio social para Europa
La presentación de Khale y otras experiencias afines en Bruselas sirvió como testimonio del potencial de la juventud para liderar procesos de cambio desde las periferias sociales y geográficas. En un foro donde se discutía cómo empoderar a los jóvenes en la lucha contra el racismo y la discriminación, la experiencia canaria se erigió como ejemplo inspirador.
La Comunidad Bahá’í insiste en que no se trata de asistencialismo, sino de una visión de desarrollo compartido en la que todos —sin importar su origen— tienen algo que aportar. Esta visión está en consonancia con los valores fundacionales de la Unión Europea: dignidad humana, libertad, democracia, igualdad y solidaridad.