Félix Francisco Casanova Martín, escritor y músico cuya breve vida dejó una intensa y exitosa carrera
Como cada 21 de febrero, el Gobierno de Canarias rinde homenaje a una de las figuras literarias más relevantes de su historia cultural. Esta edición de 2023 será protagonizada por Félix Francisco Casanova Martín, escritor y músico cuya breve vida dejó una intensa y exitosa carrera, con un trabajo poético se construyó en los límites de la literatura escrita y la canción.
La conmemoración del Día de las Letras Canarias tiene como objetivo reconocer y visibilizar la obra de aquellas figuras literarias que han resultado fundamentales en la construcción de la literatura y habla isleña.
Desde 2006, el Gobierno de Canarias ha instituido la celebración del Día de las Letras Canarias cada 21 de febrero. La elección de esta efeméride como fecha conmemorativa obedece a que ese mismo día del año 1813 tuvo lugar el fallecimiento de José de Viera y Clavijo, que constituye un claro exponente de las letras canarias
Publicaciones disponibles y acto institucional
Para conmemorar su figura, este martes 21, las personas interesadas podrán descargarse en web de la Biblioteca de Canarias una breve cronobiografía del escritor, así como algunos de sus textos más conocidos. También habrá una selección de imágenes y una edición especial para este 2023 de la Editorial Demipage, con la antología De todo haz un misterio. Por otro lado, se publicará una nueva edición de los reportajes audiovisuales ‘Deletrando Canarias’, con los testimonios de personalidades de la literatura insular como Elsa López, Anelio Rodríguez Concepción y personas de entorno próximo del escritor como su hermano José Bernardo o su íntimo amigo Ángel Mollá.
El acto institucional se celebrará el lunes 6 de marzo, a las 19:00 horas, en el Espacio La Granja en Santa Cruz de Tenerife, con la asistencia del presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres. La palabra del joven escritor se hará protagonista en este acto a través de actuaciones musicales e interpretaciones de algunos de sus textos más conocidos, como la novela ‘El don de Vorace’. Además, habrá espacio para el recuerdo del recientemente fallecido Alexis Ravelo.
Así mismo, el acto se emitirá en streaming a través del canal de YouTube de Apúntate a la Cultura y de Facebook ‘Día de las Letras Canarias’, ambas gestionadas desde la Viceconsejería de Cultura.
Learning to fly
Félix Francisco Casanova nace en Santa Cruz de La Palma en 1956. Hijo de la pianista Concepción Martín Díaz y el poeta y médico Félix Francisco Casanova de Ayala, el joven y su hermano José Bernardo crecieron en un entorno que les estimuló artísticamente e intelectualmente desde sus primeros años. Aquella casa donde se leía poesía, se tocaban instrumentos, se conversaba de literatura, recibía la visita de personalidades de la cultura isleña, y se estaba al tanto de las novedades musicales que llegaban a una España casi hermética.
La figura del padre, militante del Partido Comunista y preso político durante la guerra civil española, exiliado a La Palma fue esencial en su desarrollo creativo. Describió así al joven escritor: «Desde temprana edad –ya a los siete u ocho años– solía sorprenderme con frases insólitas que yo me preguntaba dónde podría haber leído. Eran giros sueltos, casi surrealistas y esotéricos, cuyas fuentes me era imposible inquirir en ninguno de los libros de mi biblioteca que pudiera caer en sus manos». El fallecimiento de su madre durante su adolescencia impacta, como es natural, profundamente al adolescente, haciéndose preguntas sobre la muerte y la tristeza.
El espíritu de los setenta
Yeray Barroso, filólogo hispánico experto en su obra, apunta que su auténtica pasión fue la música, llegando a la literatura a través de la voluntad de escribir canciones. Su gusto por el rock psicodélico, por el jazz, el blues o la música clásica quedan evidenciados tanto en sus poemas como en sus diarios. Su personalidad del mundo le adquiere un prisma del mundo naturalmente lírico.
A los catorce años, la familia se traslada a Santa Cruz de Tenerife. Allí, crea junto con su inseparable amigo Ángel Mollá el Equipo Hovno, un grupo músico-literario en el que ellos, y otros jóvenes de Tenerife, componían canciones y poemas para un nuevo tiempo que parecía despedirse del franquismo. Canta y toca la guitarra, va al cine, explora sus primeros amores y se matricula en Filosofía y Letras, sección de Hispánicas, por la Universidad de La Laguna.
El niño poeta entró ‘por la puerta grande’ de la literatura canaria a través de la publicación de sus textos poéticos y narrativos en periódicos como El Día o La Tarde. Pronto llegarían su victoria en distintos premios literarios. En 1973, a los diecisiete años, obtuvo con su libro “El invernadero” el principal premio de poesía de Canarias, el Julio Tovar. En 1974 ganó el Benito Pérez Armas de novela con la obra reeditada por Demipage, “El don de Vorace”, una ensoñación con un potente contenido filosófico que fantasea sobre la destrucción de las estructuras sociales como la familia o el estado durante el Carnaval, escrita en tan solo cincuenta días.
Rápida evolución
A pesar de su breve vida, la obra de Casanova evolucionó muy rápido en el tiempo. “Desde una poesía críptica y mucho más simbólica, a otra más nítida de imágenes impactantes, que evolucionaban según el conocimiento musical del joven también crecía”, apunta Barroso.
Un mes antes de su muerte ganó, con el poemario “Una maleta llena de hojas”, el Premio Matías Real organizado por el periódico La Tarde. Félix Francisco es también autor del diario “Yo hubiera o hubiese amado”, escrito en 1974 y publicado en 1983. Tras su fallecimiento, su padre se encargó de publicar ‘La memoria olvidada’ (1980), que reúne la mayor parte de los poemas de Casanova; además de varias obras creadas en conjunto, entre las que destaca “Cuello de botella” (1976), creado a dos manos padre e hijo.
Muere en enero de 1976, a los diecinueve años, en el baño de su residencia de Santa Cruz de Tenerife a causa de un escape de gas. Las bellas fotografías en blanco y negro tomadas por su hermano José Bernardo muestran a un adolescente de los años setenta frente a una pila de platos sin lavar, que exhibe con orgullo su guitarra eléctrica o que mira de manera directa y segura, al objetivo. Tras de él, unos diarios que dibujan la efervescencia de un joven que se levanta para escribir a las tres de la mañana. Sus libros permanecen con la energía, el ritmo y las ideas de unos tiempos que se abrían luego de un inmenso páramo de libertad.