La Fundación Mapfre Guanarteme ha realizado una exposición de 80 grabados del artista Francisco de Goya, padre del periodo contemporáneo y uno de los referentes del modernismo. «Desastres de la guerra» pertenece a seria que suele dividirse en «desastres de la guerra» y «caprichos enfáticos»
La directora de la Fundación Mapfre Guanarteme, Esther Martell, y la conservadora de las colecciones artísticas de la aseguradora, Leyre Bozal, han presentado este viernes 21 una exposición de 80 grabados de Francisco de Goya, correspondientes a la serie «Desastres de la guerra». La exposición permanecerá en Sala Institucional hasta el 27 de enero de 2023.
Los Desastres se publicaron por primera vez por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1863 y estampados en el taller de Laurenciano Potenciano más de treinta años después de la muerte del artista. Además de las ochenta estampas que conforman la serie, Goya realizó otras dos planchas, a modo de epílogo, que se separaron del resto y que no se incluyeron en las sucesivas ediciones que se conservan.
Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) retrata en «Desastres de la guerra» la violencia de la que es testigo durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), lo que le impulsa a retomar dibujos, bocetos y estampas, actividades que, cuando tiene más encargos oficiales, no tiene tanto tiempo para abordar. Este tipo de trabajo, de carácter privado, constituye un método eficaz a través del cual expresar el dolor y la angustia ante los acontecimientos de los que es a la vez testigo y víctima.
La mirada de Goya es la de la lucidez, pero también la de la crueldad, la miseria, el hambre, la tortura y la muerte. Se aleja, en la representación, de la visión tradicional en la que se exalta la figura del héroe para presentarnos una realidad sin fisuras. Construye en las escenas un tiempo propio y va componiendo las distintas caras de la guerra, ajeno a las coordenadas espacio-temporales.
«Es un alegato contra la guerra»
Se trata de «un alegato contra la guerra, contra todas las guerras«, explica Bozal. «Es España, no es Ucrania… pero podría serlo, como también podría ser Auschwitz o Sierra Leona», resume.
Más allá de sus universales cuadros «La carga de los mamelucos en la Puerta del Sol» o «Los fusilamientos de patriotas madrileños», que reflejan los hechos del 2 y 3 de mayo de 1808, la guerra dejó un hondo impacto en el pintor que encuentra su expresión más íntima en «Los desastres», subraya Bozal.
Es en esos pequeños grabados, añade, donde Goya refleja con toda crudeza una guerra «sin héroes ni vencedores ni vencidos«, una vorágine que solo conduce al hambre, la destrucción, la muerte y, en última instancia, a lo absurdo y lo grotesco. Todo un anticipo de lo que serán después sus conocidas como «pinturas negras».
Los grabados no se estamparon en vida de Goya
En estas estampas, Goya expresa su doble dolor: el que le causa como español la violencia infligida contra su pueblo y el desgarro de ver, como ilustrado, que tras expulsar al invasor francés, lo que regresa a España es la Inquisición y el absolutismo de Fernando VII.
«Estos grabados no se estamparon en vida de Goya. Su primera tirada se hace en 1872 en la Real Academia de San Fernando. No los hubiera podido imprimir en vida, la Inquisición y Fernando VII no se lo hubieran permitido«, enfatiza la conservadora de Mapfre.
Leyre Bozal subraya que estos aguafuertes en blanco y negro concebidos hace dos siglos tienen «plena actualidad, desgraciadamente«, porque conectan directamente con las imágenes que el público está recibiendo en estos momentos desde Ucrania.
Pero, además, advierte, tenerlos en una exposición representa toda una oportunidad, porque las colecciones de grabados rara vez se exhiben, debido a fragilidad de la obra en papel.
Singularidad de los grabados
Cada una de estas siete ediciones tiene sus singularidades y todas ellas, salvo la primera, fueron estampadas en la Calcografía Nacional. La cuarta edición, que es la que forma parte de las Colecciones Fundación Mapfre, se hizo en 1906 a iniciativa de la Academia. De ella merece la pena señalar la delicadeza y el cuidado con el que está realizada, pues se dejó una película uniforme de tinta para dar unidad a todas las escenas, siguiendo la pauta marcada por la primera edición.
La serie suele dividirse en tres partes: las dos primeras constituyen los «desastres de la guerra» (1-64), la tercera («caprichos enfáticos» (65-80)) se entienden como una reflexión sobre las consecuencias de los acontecimientos durante el absolutismo fernandino.
Acción y espacio
Similar es el tratamiento que da al espacio, tanto en los interiores como en los exteriores resulta equívoco. Renuncia así a la visión general en favor de una aproximación extrema, trabajando normalmente con dos planos, prescindiendo de la profundidad de campo. De la misma forma se sirve de recursos escénicos para construir una obra realista y verosímil que nos implica como espectadores.
En cuanto a la acción, las escenas se presentan de una manera dinámica. Además, hay un movimiento que da unidad a la narración y recorre toda la serie, a la que Goya imprime un sentido progresivo; nunca vuelve atrás. Sitúa ante nuestros ojos el avance de la guerra y opta por una secuencia verosímil: primero, la lucha y el descontrol, con la pérdida de valores morales y humanos; a continuación, la miseria, la enfermedad y el hambre; por último, la “vuelta al orden”. Y, siempre, la muerte.