La Biblioteca Nacional abre una exposición, desde este 7 de marzo y hasta el 24 de mayo, dedicada a Agustín de Betancourt cuando se cumplen doscientos años de su muerte
Agustín de Betancourt nació en Puerto de la Cruz (Tenerife), pero trabajó en las Cortes de Madrid y se exilió en Francia antes de instalarse en San Petersburgo al servicio del zar Alejandro I.
Doscientos años después de su muerte, una exposición recupera el legado de Agustín de Betancourt y la singular singladura geográfica y profesional de un científico excepcional. «Betancourt 200 (1978-2024)» abre mañana al público en la sede principal de la Biblioteca Nacional, en Madrid. Se podrá visitar hasta el próximo 24 de mayo. En la muestra los visitantes podrán descubrir la extraordinaria labor del ingeniero español, sus conexiones con numerosas autoridades políticas y científicas en la «Europa de las Luces» o el ingenio que desplegó con reyes y ministros.
Cosmopolita, inventor, viajero, ingeniero y hasta espía; la fascinante trayectoria de Agustín de Betancourt queda plasmada en una muestra que abre en Madrid organizada por el Gobierno de Canarias, el Ayuntamiento de Puerto de la Cruz o el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.
Recorrido por la labor del trabajo como ingeniero de Agustín de Betancourt
La exposición recorre la labor del ingeniero español en cada uno de los lugares donde recaló; cómo estudió algunas máquinas e inventó y desarrolló otras; cómo contribuyó a fundar las primeras escuelas y museos de ingeniería en España o en Rusia; o el decisivo papel que jugó para impulsar un cuerpo profesional cuya proyección e importancia dura hasta hoy: el de los ingenieros de caminos y canales.
Muchos de los nuevos caminos que se abrieron en el siglo XIX para facilitar las comunicaciones europeas o las infraestructuras de abastecimiento llevan el nombre de Betancourt, y algunos de los mecanismos que permitieron transmitir esos conocimientos de un lugar a otro de la geografía arrastran también su firma.
Hijo de un militar y de una aristócrata que se encargó de su educación, en su biografía destacan además algunos nombres de mujer, y entre ellos el de su hermana María del Carmen, considerada como una las primeras científicas españolas y junto a quien inventó la primera máquina epicilíndrica para entorchar la seda y otras inventos que revolucionaron la industria textil.
Betancourt también supervisó la construcción de las minas de Almadén; protagonizó el primer lanzamiento de un globo aerostático en España (desde la Casa de Campo de Madrid en 1783); y viajó a París, donde entró en contacto con algunos de los científicos franceses más destacados de la época.
Científico e inventor
Y desde Francia viajó a Inglaterra, en una misión que hoy se podría calificar de espionaje industrial, para conocer a James Watt y averiguar los secretos de la máquina de vapor de doble efecto que estaba desarrollando; a su vuelta a París, reprodujo y replicó una de esas máquinas, consideradas como uno de los elementos claves de la modernización económica y de la industrialización.
Pero su faceta como científico y como inventor apenas conoció límites y la muestra de la Biblioteca Nacional refleja esa vida, durante la que instaló el primer telégrafo óptico entre Madrid, contribuyó a la organización de la expedición «Malaspina», considerada como una de las primeras expediciones científicas alrededor del mundo, y enseñó a Goya la técnica del grabado a la «aguatinta», que él había aprendido en Inglaterra y que el pintor aplicó en sus Caprichos.
La acumulación de inventos y de logros no impidieron su enfrentamiento con Godoy y su decisión de exiliarse a Francia, desde donde viajó a San Petersburgo para trabajar al servicio del zar Alejandro I y acabar nombrado mariscal del Ejército Imperial y diseñar algunos de los edificios más característicos y emblemáticos del neoclásico ruso.
Una vida fascinante de un científico excepcional, que cobra vida doscientos años después de su muerte en la exposición de la Biblioteca Nacional.