El director y fundador de Open Arms, Óscar Camps, recuerda que «teniendo autorización y cumpliendo las condiciones que impuso Israel, aún así nos bombardearon»

Diez años después de que la foto de Aylan Kurdi le «sacara del sofá» para llevar su profesión como socorrista «hasta las últimas consecuencias», el director y fundador de Open Arms, Óscar Camps (Barcelona, 1963), es tajante sobre la posibilidad de otra misión humanitaria en Gaza: no hasta que haya un alto al fuego.
«Estamos comprometidos con el desarrollo y la reconstrucción en Palestina en cuanto haya un alto el fuego. Pero si no lo hay, yo no puedo poner en riesgo la vida de mi equipo, no», señala el activista.
Camps lo dice casi año y medio desde que Israel bombardeara y matara a siete cooperantes de un convoy de World Central Kitchen, la ONG del chef español José Andrés, en una misión de la que Open Arms también formaba parte y en la que, como rememora, tuvieron que cambiar los chalecos salvavidas por chalecos antibalas pero con la que consiguieron desembarcar 200 toneladas de comida, pese a los ataques.
En una entrevista con EFE durante su paso por Tenerife, donde durante dos meses realizarán una campaña de concienciación sobre el drama de la ruta atlántica, Óscar Camps insiste en que, en su caso, no se plantean desplegar más misiones. Porque «incluso cumpliendo todas las condiciones impuestas en aquella misión, nos bombardearon«. Y porque aquello les pasó factura «física y emocionalmente» y no concibe vivir eso continuamente.
«Teniendo autorización, teniendo permisos, haciendo todo bien, cumpliendo hasta el último detalle de todas las condiciones que nos impuso el gobierno de Israel, aún así nos bombardearon. Entonces, ¿cómo vamos a ir allí?», se pregunta Camps. Subraya que no se puede confiar en la palabra del gobierno de Netanyahu, al que acusa de malicia y de genocidio.
«Europa pierde humanidad a mucha velocidad»
«Me da mucha pena lo que están haciendo en Gaza y lo que están sufriendo los pobres gazatís. Y lo que más pena me da es ver cómo Europa pierde la humanidad a esta velocidad. Estamos normalizando genocidios, uno en el mar y otro en Gaza«, declara el activista catalán.
Para Camps, la política migratoria en Europa de los últimos diez años consiste en construir muros, cerrar fronteras y dejar que miles de personas se echen al mar. «Hemos financiado terceros países para que nos hagan el trabajo sucio, pero nada más. Es un poco decepcionante», reflexiona Camps, que lamenta que haya sido España «de los primeros países en empezar con esto».
Así, lamenta que los dirigentes europeos crean que «pagar a terceros países de dudosa solvencia democrática para que vulneren los derechos humanos fuera del territorio europeo sea la solución», señala Camps. Menciona casos como el de Libia o Túnez, donde critica que la Unión Europea haya legitimado un gobierno que vulnera derechos humanos.
Para el fundador de Open Arms, naciones como España, Grecia e Italia «no pueden ser muros», sino países de acogida. Con proyectos pensados y preparados para recibir. «Pero seguimos tratando la migración como si fuera delincuencia», resume.

72.000 rescates
Detrás de cada una de las 72.000 personas que ha rescatado su ONG en estos 10 años, un número que le sigue costando creer, Camps recuerda que hay «inseguridad, violencia, conflictos olvidados y territorios devastados».
Y todo ello, asevera, «mientras seguimos explotando sus recursos y desestabilizando sus países» a lo que achaca la presión migratoria. Considera que se verá incrementada por el incremento cada año del número de migrantes climáticos.
«Nunca pensé que estaríamos así diez años después. Pensé que lo de Kurdi sería un ‘nunca más’ para Europa, pero desde entonces han muerto 3.500 niños en el Mediterráneo. Uno cada día mientras desayunamos», manifiesta.
Camps también hace referencia al cambio en los discursos y en la concienciación de la sociedad: «Pasamos del ‘queremos acoger’ a ser criminalizados. Nuestro barco ha sido bloqueado en cinco países de la Unión Europea. Hemos pasado de recibir premios y reconocimientos a que ahora nos bloqueen, nos persigan o nos silencien».
«¿Quién dice que en 15 años nosotros no tengamos que migrar porque esta zona -Canarias o el sur de Europa- se desertiza? Nadie tampoco pensaba lo que iba a suceder con Ucrania y acogimos a 5 millones de ucranianos sin despeinarnos mientras somos incapaces de acoger a los 5.000 niños que llegaron a Canarias», añade.
De las aletas y el neopreno a los abogados
Cuando se le pregunta por las batallas judiciales que Open Arms ha librado, como la que mantienen contra el vicepresidente italiano Matteo Salvini por el «secuestro» a uno de sus buques en Lampedusa en 2019, Óscar Camps ve con ironía cómo han pasado de tener que comprar aletas y neoprenos al principio de la actividad de la ONG en Lesbos a tener que asumir que uno de los principales gastos de la organización es en abogados.
«Primero necesitábamos embarcaciones, capitanes de barcos y tripulaciones. Luego tuvimos que poner médicos y ahora tenemos que poner abogados. No solamente luchamos contra las olas del mar, sino contra un sistema que trata a todas estas personas como mercancía desechable», concluye Camps, que admite que esta cuestión es una «merma económica».