Poema de Tomás Morales «Vacaciones sentimentales» en la voz de Mónica González y Carlos Castilla. A la guitarra el músico Javier Cerpa. Grabado en la biblioteca Saulo Torón, en Telde, Gran Canaria.
RTVC realiza un especial dedicado a Tomás Morales por la conmemoración del centenario de la muerte del poeta.
Este poemario de Tomás Morales «Vacaciones sentimentales» está compuesto por diez poemas cortos, relacionados entre sí. Se encuentra incluido en el libro «Las Rosas de Hércules«.
Poema de Tomás Morales «Vacaciones sentimentales»
Cortijo de Pedrales, en lo alto de la sierra,
con sus paredes blancas y sus rojos tejados,
con el sol del otoño y el buen olor a tierra
húmeda, en el silencio de los campos regados.
Bajo la dirección tenaz de los mayores
se fomentó la hacienda y se plantó la viña;
y más tarde sus hijos, que fueron labradores,
regaron con su egregio sudor esta campiña.
Todo está como ellos lo dejaron: la entrada
con su parral umbroso y el portalón de encina;
aún la vieja escopeta de chispa, abandonada,
herrumbroso trofeo, decora la cocina.
Allí los imagino, con ademán sereno,
bajo las negras vigas del recio artesonado,
al presidir la mesa, partiendo el pan moreno
sus diestras, que supieron conducir el arado;
O en la quietud benigna del campo bien oliente,
mientras el agua clara corre por los bancales,
de codos sobre el mango de la azada luciente
e inclinadas a tierra las testas ancestrales…
¡Oh, el perfume de aquellas existencias hurañas,
que ignoraron, en medio de estos profusos montes,
si tras estas montañas habría otras montañas
y nuevos horizontes tras estos horizontes!
La casa blanca al borde de las espigas rubias,
la conciencia serena y el hambre satisfecha,
los ojos en las nubes que han de traer las lluvias
y el alma en la esperanza de la buena cosecha…
Y así fueron felices… De toda su memoria
solo quedó esta página inocente y tranquila:
¡vivieron largamente, sin ambición ni gloria,
su vida fue una égloga dulce como una esquila!
Y he recordado… El breve rincón de un pueblecillo;
una casa tranquila inundada de sol;
unas tapias musgosas de encarnado ladrillo
y un jardín que tenía limoneros en flor.
Una pequeña rubia como un fruto dorado,
cuyas pupilas eran de una apacible luz,
y un audaz rapazuelo de correr alocado
vestido con un traje de marinera azul.
Primavera era el hada de sus juegos pueriles…
En la huerta sonaban los gritos infantiles
que callaban, de pronto, bajo la tarde en paz;
cuando una voz llegaba, serena y protectora,
desde el balcón, donde una enlutada señora
llamaba dulcemente: Guillermina… Tomás…
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