Poemas de Tomás Morales «Estampa de la ciudad primitiva» y «Preludio de sí mismo»

Poema de Tomás Morales «Estampa de la ciudad primitiva» y «Preludio de sí mismo» en la voz de Victorio Pérez e Isabel Prinz. Grabado en la Plaza Nuestra Señora del Rosario, en Agüímes, Gran Canaria. Con el acompañamiento musical de la chelista, Elena Marrero.

RTVC realiza un especial dedicado a Tomás Morales por la conmemoración del centenario de la muerte del poeta.

Poema de Tomás Morales «Estampa de la ciudad primitiva» y «Preludio de sí mismo» en la voz de Victorio Pérez e Isabel Prinz

El poema de Tomás Morales «Estampa de la ciudad primitiva» está dedicado a Pepe hurtado de Mendoza. Se encuentra incluido en el segundo libro de «Las Rosas de Hércules«. Victorio Pérez es el encargado de ponerle voz a este poema.

En esta grabación además se ha incluido el poema «Preludio de sí mismo» en voz de Isabel Prinz. Este poema de Tomás Morales también está incluido en el segundo libro de «Las Rosas de Hércules«.

Poema «Estampa de la ciudad primitiva»

Un sol isleño vierte su claridad temprana

sobre la nebulosa madrugada otoñal.

Envuelta en la silente quietud de la mañana

despierta poco a poco la vida comercial.

Los primeros rumores de la jornal faena

difunden en la bruma su vuelo mercantil

y el agudo silbato de una fábrica, llena

la ciudad con el júbilo de su clamor fabril.

En la serenidad de las calles desiertas

los almacenes abren sus metálicas puertas

que al correrse rechinan con estrindente son;

y súbito, en sus rieles de acero encarrilado,

pasa un tren humeante, negro y destartalado,

dejando en el ambiente su vaho de carbón.

1909

Poema «Preludio de sí mismo»

Musa: Por el sendero florecido 

vuelvo a buscarte al íntimo paraje; 

para ti, en desagravio de mi olvido, 

tímido portador, traigo un mensaje.

El te dirá mi vuelta a tu reposo

con ardimiento nuevo y nueva hornada; 

y el cálido entusiasmo, y el miedoso 

temor de hallarte esquiva a mi llamada.

Te dirá que el espíritu apocado 

quiere volver a ser lo que fué un dla; 

para labor de tu mansión, criado,

a prestar servidumbre en tu alquerla.

Que arrepentido ya, busca anhelante, 

bajo tu protección, mejor empleo; 

que el pasado vagar no fué bastante 

a colmar la medida del deseo…

Me puso en derrotero el oleaje;

más que un alejamiento fué una huida;

no hubo en la expedición del largo viaje 

ni la ternura de una despedida.

Iluminado de rubor interno,

me da vergüenza de la acción liviana

y vuelvo a ti, como al hogar paterno

el hijo, en la parábola cristiana…

Por exóticos lares atraído

me figuré en morada deleitosa. 

Mi espíritu en pereza adormecido 

era como una abeja silenciosa.

Enervado de pólenes florales

caza le dieron en floresta ajena;

se arregostó a la miel de otros panales 

y el camino olvidó de su colmena.

Hoy que del vuelo indagador retorna 

llora el afán que trajo la mudanza

y al buen trabajo, abandonado, torna 

trémulo de inquietud y de esperanza…

Y ensancha de emoción al pecho ardido 

la alegria del acto recobrado:

¡Dulce es la posesión del bien perdido, 

cuando se daba por perdido, hallado!

¡Oh pensamiento mío aventurero!

¿Por qué estás, di, tan temeroso y mudo? 

Tal un amante que al querer primero 

vuelve otra vez, de otros cariños viudo.

¡Oh ensueño mío, servidor de antaño! 

Tu antiguo brlo a la ocasión apresta, 

y sírveme leal y bien: hogaño

mi casa inmaterial está de fiesta…

Ponle la vestimenta más lujosa,

que hay huéspedes que vienen de jornada

y he de ofrecerla limpia y olorosa

como para unas bodas arreglada.

Pon brezo perfumado en la glorieta y pámpanos de vid en los umbrales: 

¡El hada inspiradora y el poeta 

celebran unos nuevos esponsales!

¡Repican las campanas interiores! 

¡Tiembla mi alma en tanto ardor confusa! 

¡Sea esta gran renovación de amores

rehén de paz entre nosotros, Musa!

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