Los azulgranas vuelven a arrebatar una Copa del Rey al Real Madrid, aunque en esta ocasión sin apreturas finales ni polémicas arbitrales.
Por tercera vez en las últimas cuatro temporadas el Barça volvió a arrebatar una Copa del Rey al Real Madrid, aunque en esta ocasión sin apreturas finales ni polémicas arbitrales, porque fue muy superior a un rival atenazado que no pudo acabar con la maldición del anfitrión, que dura ya 19 años (73-88).
Los azulgranas, olvidado el susto de su debut y sin síntomas de cansancio, fueron de menos a más en un torneo en el que ya suman 26 Copas y amenazan el dominio de su eterno rival, que se queda con 28.
El proyecto de Sarunas Jasikevicius ya tiene su primer título en el bolsillo.
Pareció arrancar mejor a la final el equipo de Pablo Laso de la mano de Alberto Abalde, pero esa sensación le duró muy poco porque los azulgranas reaccionaron de inmediato de la mano de Nikola Mirotic, que empezaba a producir en ataque y dio las primeras ventajas a los suyos.
Llegó entonces la desconexión blanca, que le tuvo fuera de juego durante casi cinco minutos, en los que se pasó del 7-4 al 7-18 tras un parcial de 14-0. Los tiros no le entraban y, además, perdían claramente la batalla en el rebote y se veían asfixiados por la defensa de un conjunto catalán dueño y señor del primer acto (11-20).
Con solo tres canastas de dos puntos en su haber (33%) y un solo triple de los siete intentados en esos diez minutos (14%), los actuales campeones de veían obligados a las primeras de cambio a reaccionar, como les ocurrió en semifinales frente al Lenovo Tenerife.
Lo hicieron tímidamente, con un 5-0 de salida en la reanudación, pero ahí quedó su amago de remontada porque, además de jugar con un par de marchas menos, su oponente andaba mucho más fino, con un Cory Higgins en la buena línea de los partidos anteriores, y no permitió acercamientos.
Los de Jasikevicius seguían a lo suyo, cumpliendo con su plan de partido, ante la mala tarde de los artilleros rivales. Pablo Laso movió el banquillo en busca de soluciones pero de nada sirvió, porque tras encajar 32 puntos en el segundo cuarto, se llegó al descanso con un claro 31-52 a favor de los visitantes.
Un 2+1 de Higgins en la primera jugada de la segunda parte agravó la situación para los intereses madridistas, que no encontraban el camino del aro y seguían acumulando errores, en la línea de los dos primeros cuartos.
Al menos su defensa empezó a carburar como acostumbra y a recuperar balones y Sergio Llull empezó a producir y a asistir a un Walter Tavares hasta entonces desaparecido. Al Barça le entraron las dudas al ver que su colchón se quedaba en 16 puntos, pero Álex Abrines, desde el perímetro, devolvió la tranquilidad a su equipo.
Llegaron entonces dos triples seguidos de Llull y Causeur que apretaron algo la final (50-63, min 28). Aún les quedaba mucho camino, pero al menos su actitud atrás era otra, hasta que un esprint final del Barça dejó el choque encarrilado al final del tercer cuarto (50-69, min 30).
El intercambio de golpes de los últimos diez minutos resultó estéril para un Real Madrid que, aunque minimizó daños desde el triple y llegó a ponerse once abajo, no tenía su tarde y acabó cediendo su corona ante un Barça mucho más compacto, que ya amenaza seriamente el dominio blanco en el palmarés del torneo.