La última visita es la de la senadora republicana Marsha Blackburn, que se ha reunido con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing Wen, este viernes
El Gobierno de Taiwán ha recibido este viernes su tercera visita en un mes por parte de una delegación del Congreso de Estados Unidos a medida que crecen las tensiones con China a causa de estos encuentros.
La última en visitar la isla ha sido la senadora republicana Marsha Blackburn, que se ha reunido este viernes con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing Wen, en la primera cita de varias que tiene prevista durante los próximos tres días.
Blackburn, que forma parte de una comisión de defensa del Senado, ha agradecido a la presidenta Tsai su «fuerte liderazgo para oponerse al Partido Comunista Chino», asegurándole que el pueblo estadounidense está con Taiwán.
«Hacer el largo viaje hacia Taiwán es una muestra del fuerte apoyo del Congreso de Estados Unidos», ha dicho Tsai, quien cree que este tipo de visitas les refuerza en su «determinación» de defenderse.
Visitas de políticos estadounidenses
Tsai ha estado atareada esta semana recibiendo a políticos estadounidenses ya que antes de Blackburn ya se paseó por ahí a principios de semana el gobernador, también republicano, de Indiana, Eric Holcomb.
A mediados de agosto, fue el senador demócrata Edward Markey quien también se animó a viajar a Taiwán encabezando una delegación en la que también participaron republicanos para mostrar el apoyo de Washington a la «creciente presión autoritaria» que Pekín estaría ejerciendo contra un territorio que considera suyo.
Antes que ellos, las autoridades de Taiwán tuvieron la ocasión de recibir la que es hasta ahora la visita de mayor enjundia, la de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a principios de mes, provocando una airada respuesta por parte de China, que consideró poner en práctica ejercicios militares.
En la última década al menos 150 congresistas de Estados Unidos han viajado de forma oficial a Taiwán, entre ellos 34 durante la actual Administración de Joe Biden. Este tipo de encuentros son vistos con recelo por Pekín, que los considera una amenaza a su soberanía.