Todo empezó 365 días atrás. Hace un año, Cristo Padilla viajó con sus padres a la isla de Lanzarote, unos días de asueto, desconexión y descanso en los que se encendió en su interior una luz: la de la “conciencia medioambiental”. Era 5 de junio y se celebraba a nivel mundial del Día del Medio Ambiente.
Cristo estaba en Órzola, un pueblo marinero de Haría, se encontraba “aburrido” y comenzó a recoger toda la basura que veía. Tras una broma de sus amigos, recriminándole que no había pescado nada, se grabó un vídeo mostrando, con su particular y marcado acento canario, todo lo que había “pescado en el centro comercial mar”: hilo dental, un “buen anzuelo, un par de voladores, un par de zapatillas, también cogí algo de publicidad, un par de boyas para la pesca, cerveza, pan, compré tabaco, chocolatinas” y un sinfín de cosas más, que fue enumerando, con humor y desparpajo, ante la cámara.
Desde ese día, Cristo dejó de ser Cristo para convertirse en «Plastiman canario», el hombre que limpia los barrancos y zonas de litoral siempre acompañado por su perro «El Cholo» (es muy fan del Atlético de Madrid).
Recoge todas las latas, plásticos y basura en general que se encuentra en todos los barrancos de Gran Canaria que transita. “Esta isla tiene una cara B. Es muy bonita y está bien que se muestre, pero también se tiene que ver esto”, refiriéndose a la suciedad, vertidos ilegales, escombros y basura que hay tirados en ellos. “Yo seré el verdugo, el que se encargue de denunciar toda la suciedad que hay en el centro de la Isla, a dónde también llega el turismo”, señala.
Ese propósito que se ha puesto por bandera se está cumpliendo. Cada vídeo que graba se reproduce una y otra vez, se comparte una y otra vez, hasta hacerse viral, llegando cada vez a más personas, “concienciando cada vez a más gente y tocando la fibra a las instituciones, que se tienen que mojar en limpiar toda esta basura”, dice Plastiman, quien con la llegada del coronavirus pasó a formar parte de ese gran porcentaje de españoles que engrosan las listas de los ERTE.
“Yo estoy en mi casa, cobrando un dinero, sin que el paro corra y me dije que era el momento de tener una rutina y hacer más para ver esta tierra limpia”, por lo que desde entonces todos los jueves y sábado publica en sus redes sociales la hora y el lugar de dónde va a ir a limpiar en su destartalada Renault Express, que llena de bolsas de basura, guantes y botellas de agua, la mayor parte de ellas donadas, por si se suman a su causa las personas que siguen sus andaduras y denuncias en las redes sociales.
Este tercer sábado de agosto había cita y seis personas han acudido a su llamada, tras pertrecharse con bolsas y guantes, a tan sólo dos pasos de arrancar la marcha por el barranco de San José de Las Longueras, en Telde, Gran Canaria, para dirigirse a limpiar han encontrado varias gallinas muertas, multitud de trozos de tubos del motor de algún vehículo, chaquetas de chándal, piezas de motos y coches, latas, plásticos e innumerables trozos de vidrio, entre otros desperdicios.
“Aquí me encontré yo hace unos días, en una cueva, un bote de leche Sandra de 1997”, cuenta Cristo, por lo que deduce que ese entorno natural “lleva 23 años sin limpiarse” y, según comenta, “no es el único, esta imagen se repite en cada barranco que visito, es uno y otro y otro y otro”, una lista interminable de lugares.