El Gobierno alemán, formado por socialdemócratas, verdes y liberales, cae tras tres años por la diferencias en política económica con los liberales
Las divergencias en materia económica y financiera han roto finalmente la coalición del Gobierno alemán de socialdemócratas, verdes y liberales tras tres años de disputas, abocando al país a unas más que probables elecciones anticipadas en marzo en tiempos de creciente incertidumbre a nivel doméstico e internacional.
El canciller alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz, anunció la destitución del ministro de Finanzas y líder del Partido Liberal (FDP), Christian Lindner, después de que fracasara una sesión maratoniana de reuniones convocadas con el objetivo de evitar in extremis la ruptura.
Con la economía alemana a punto de cerrar su segundo año en recesión y un agujero de 12.000 millones de euros en los presupuestos de 2025, que el Parlamento deberá abordar la semana que viene, la confrontación entre dos visiones diametralmente opuestas, que el Ejecutivo arrastraba desde sus inicios, se volvió finalmente ineludible.
Rechazo de los liberales
Scholz y sus socios verdes abogan por dejar fuera de vigor, invocando una emergencia, el mecanismo constitucional que limita el endeudamiento al 0,35 % del PIB para poder financiar así inversiones en la economía y un apoyo adicional a Ucrania cuando se espera que disminuya la ayuda estadounidense.
Para los liberales, que, según los sondeos podrían quedarse fuera del Parlamento en las próximas elecciones, esto era una línea roja y prefirieron la ruptura antes que un compromiso que -a su juicio- les hubiera hecho perder todavía más votos.
Por ello, lanzaron la semana pasada un órdago con un documento estratégico inasumible para sus socios, en el que pedían alivio fiscal para las empresas y recortes del gasto social, además de la relajación de los objetivos climáticos.
Elecciones anticipadas en marzo
En un discurso que anticipaba ya tonos de campaña e inusualmente elocuente, Scholz anunció que ante la «irresponsabilidad» de Lindner y la necesidad de lograr «claridad» se someterá a una cuestión de confianza en la primera sesión parlamentaria del nuevo año, el 15 de enero.
Lindner por su parte acusó a Scholz de haber forzado una «ruptura calculada» y de no haber aceptar siquiera sus propuestas como base de unas conversaciones para llegar a un compromiso.
Socialdemócratas y verdes carecen de mayoría, por lo que, según anticipó el vicecanciller y ministro de Economía, el verde Robert Habeck, es más que probable que se convoquen elecciones anticipadas, a más tardar a finales de marzo.
Entre sus logros, Scholz destacó los «grandes progresos» en protección del clima, la bajada de la inflación hasta el 2 %, la estabilización de los precios de la energía o la reducción de la migración irregular en un 50 % con respecto a 2023.
En tiempos de incertidumbre global, con guerras en Ucrania y Oriente Próximo y con unos EE.UU. y China que «no duermen», Alemania no puede elegir entre invertir en Ucrania y en el Ejército o en la economía y el bienestar, argumentó el canciller.
«A los ciudadanos no les haré elegir entre inversión en defensa o buenos puestos de trabajo y una buena economía. Ese ‘o lo uno o lo otro’ es veneno», afirmó Scholz, que aseguró que Alemania es un país fuerte que puede permitirse endeudarse más.
El socialdemócrata además tendió la mano al líder de la oposición, el democristiano Christian Merz, al que ofreció cooperar con un Gobierno en minoría formado por socialdemócratas y verdes para sacar adelante sus planes para la economía y la defensa, aunque es improbable que su rival acepte la oferta.
¿Hacia una gran coalición?
Scholz urgió a evitar el ejemplo de EE.UU., un país «profundamente dividido» y crispado, e hizo una alegato por el compromiso político, anticipando la posibilidad de una ‘gran coalición’ con la Unión Democristiana (CDU), que lidera las encuestas de intención de votos.
«Tendremos que vérnoslas con resultados que requerirán cooperación y compromiso», advirtió, en un momento en el que las difíciles conversaciones de coalición en tres regiones del este alemán anticipan lo que puede ocurrir en un parlamento fragmentado con una ultraderecha fuerte, con la que ningún partido está por el momento dispuesto a cooperar.
La popularidad del tripartito, que asumió el poder en vísperas de la invasión rusa de Ucrania y tuvo que lidiar con una inflación disparada y un incierto suministro energético, ha caído hasta solo el 14 % según una encuesta reciente de INSA, en medio de disputas aireadas en público y críticas al liderazgo del canciller.
Entretanto, la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) ha subido de forma casi ininterrumpida hasta el 18 % en intención de voto según un sondeo publicado este martes, solo por detrás del 32 % de la CDU y por delante de los socialdemócratas, con un 15,5 %, mientras que los Verdes bajarían al 10,5 %.
En un escenario así, la reedición de una coalición de democristianos y socialdemócratas como la que se dio en la anterior legislatura bajo la canciller Angela Merkel, con Scholz como ministro de Finanzas, podría ser la única opción.