Mascarillas para todos, el peligro de la falsa seguridad

Los temas a debatir en estos larguísimos días de confinamiento son muchos pero no todos logran la categoría de estelares. Uno de ellos es la conveniencia o no de usar mascarillas para protegernos del COVID-19. Como cualquier elemento deseado y escaso, al principio de esta pandemia todos buscábamos una sin saber exactamente qué uso debíamos darle.



Pasados los primeros días y con la imagen repetida de letreros en las farmacias advirtiendo: “No tenemos guantes, ni mascarillas ni geles desinfectantes”, pasamos de la avidez por coleccionar papel higiénico a buscar con insistencia estos elementos, agotados rápidamente.



Cuando, desde los hospitales y los centros de salud, el llamamiento y la denuncia de falta de materiales para protegerse antes las personas infectadas por el coronavirus, se inició la apertura de este debate sobre el uso generalizado de las mascarillas. La Organización Mundial de la Salud dejó claro que el COVID-19 no se transmitía por el aire y, por tanto, este elemento de protección no valía para el público en general.



¿Nos convencieron?, por lo que se ha seguido viendo en las calles, parece que no. Hay bastante coincidencia entre los expertos que el mal uso de estas protecciones, al contrario de lo que se pretende, puede ocasionar perjuicios muy importantes y una sensación de falsa seguridad muy peligrosa.



Farmacéuticos, médicos, expertos en salud pública, todos coinciden que las mascarillas son indispensables para el personal hospitalario, para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y para todos aquellos que están haciendo una labor en la calle y no pueden seguir la instrucción que hasta el momento se ha mostrado como la más eficaz de todas: el encierro en casa.



Las imágenes de la población asiática, sobre todo la china, acostumbrada por otros condicionantes antes de que llegase el coronavirus al uso de este elemento, ha hecho que muchos europeos crean en su capacidad de protección. Los especialistas, sin embargo, cuestionan su mal uso .



La organización colegial de Farmacéuticos argumenta que:” Se debe recordar que la eficacia de las mascarillas en la prevención del contagio por virus es limitada y que no todas las mascarillas son iguales, siendo más recomendables unas u otras según la situación. Además, si no se utiliza correctamente, la mascarilla no reduce el riesgo de transmisión”.



Estos profesionales también recuerdan que “se debe transmitir la idea de que, mientras las Autoridades Sanitarias nacionales no digan lo contrario y a la espera de la evolución del brote epidémico de COVID-19 en Europa y en España, el uso de mascarillas por la población general no está aconsejado, sino que, por el contrario, puede ser contraproducente al conducir a una alta demanda y agotamiento de existencias de mascarillas en las farmacias, que podría afectar muy negativamente a la salud de personas inmunodeprimidas, con problemas respiratorios graves o alergias estacionales que realmente las necesiten”.



A pesar de tanta reflexión técnica y de tantos consejos a través de todos los medios de comunicación, también en radio y televisión, los tutoriales y las informaciones de miles de voluntarios haciendo mascarillas en todo el territorio nacional están proliferando como las flores en primavera. Señoras, con muchos años de experiencia en esto de la costura, se han asomado a las redes sociales para poner en marcha talleres amateur de voluntarios que se sientan a elaborar este material.



Nadie confirma la eficacia de las mismas pero tampoco aparece ninguna autoridad a exigirles que no lo hagan. Es una forma de paliar déficits que las administraciones públicas responsables, han tardado mucho en reparar.



No obstante, el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades ha dictaminado que “la evidencia demuestra que son menos protectoras que las máscaras quirúrgicas e incluso pueden aumentar el riesgo de infección debido a la humedad, la difusión de líquidos y la retención del virus” han asegurado desde el organismo en su guía sobre el uso de mascarillas y equipos de protección.



Cuando estamos a punto de cumplir las primeras tres semanas de duro confinamiento y la llegada de material sanitario empieza a cubrir, de forma más o menos eficaz, las demandas de la población, el uso de mascarillas en las calles de nuestras ciudades sigue a criterio de cada uno, en función del miedo al contagio que se tenga. La mayoría, nos dedicamos a lavarnos bien las manos, usamos guantes y nos encomendamos a nuestras deidades para que nos cuiden y nos protejan del COVID-19.

Noticias Relacionadas

Otras Noticias