Aunque la identificación formal de la pequeña aún no se ha producido, les ha dado la noticia de lo ocurrido la familiar que tenía a su cuidado a la pequeña en la embarcación
Desde hace diez días, un matrimonio de emigrantes marfileños llama a diario desde Francia, mañana, tarde y noche, al colectivo Caminando Fronteras para preguntar si su hija Fatmate, de cinco años, a la que ellos siempre han llamado «Yamila» («Hermosa»), ha llegado a Canarias.
Su teléfono sonó por fin esta mañana, a las 7.00, y están desolados, el sueño de que la niña se reuniera con ellos después de tanto tiempo y conociera al hermano que dentro de poco iba a tener se acaba de derrumbar: su pequeña es la niña que falleció el lunes por la noche en un helicóptero del Ejército del Aire cuando la evacuaban urgentemente a un hospital de Gran Canaria tras haber sobrevivido dos semanas en una patera a la deriva.
La pareja no sabe qué hacer: están en Francia de manera irregular desde hace tiempo, pero no han podido aún conseguir los ansiados papeles que les hubieran permitido intentar reunirse antes con Yamila por otros cauces. Han perdido a su hija, pero no pueden siquiera viajar a Canarias a identificar su cuerpo, son irregulares.
Aunque la identificación formal de la pequeña aún no se ha producido, los padres han dado permiso a Efe para revelar su nombre porque no albergan ninguna duda: les ha dado la noticia de lo ocurrido la familiar que tenía a su cuidado a la pequeña en la patera. Es una de las 32 supervivientes que llegó anoche a Tenerife a bordo del mercante «Cape Taweelah». Esa la prima de la madre.
«Están destrozados, en schock», relata a Efe la portavoz de Caminando Fronteras, Helena Maleno. Desde el lunes se sospechaba cuál era la patera de esta tragedia. Al menos dos personas han muerto en ella, la niña y un hombre que se quedó en el mar, ya cadáver, cuando el carguero izó a su cubierta a sus 35 ocupantes.
Se trata de una barquilla que partió hacia Canarias de un punto intermedio entre Dajla (sur del Sahara) y Nuadibú (Mauritania) el 17 de junio con un número aún indeterminado de personas, al menos 38.
La primera información que recibió la Policía, sin haber interrogado aún a los supervivientes, indicaba que llevaban 17 días en el océano. El dato provenía de los marineros del Cape Taweelah, pero, o entendieron mal a qué se refería la cifra de 17 (que en realidad era una fecha), o hubo un error al transmitirlo.
En realidad, eran doce días perdidos en el Atlántico, los suficientes para sufrir los estragos del hambre y la sed, como sugiere la situación de los seis supervivientes que han sido hospitalizados en Tenerife y Gran Canaria, tres con graves cuadros de deshidratación. O como acredita el propio estado del cuerpo de Yamila, en el que son evidentes los signos que dejan muchos días de hambre y sed en el mar, han confirmado a Efe fuentes forenses.
El enfermero militar que se desvivió por reanimarla lo describió bien: a pesar de sis cinco años, «parecía una muñeca», dijo.
En el Instituto de Medina Legal de Las Palmas poseen la misma información que ha recibido Caminando Fronteras y están cotejando las descripciones y los datos que ha facilitado la familia para agilizar la identificación. Difícilmente el ADN de la prima de la madre podrá resolver ese trance, mucho menos si el parentesco es de primas segundas. Se va a necesitar la presencias de los padres.
Desde esta misma mañana, Caminando Fronteras y algunas formaciones políticas están realizando gestiones con el Gobierno español para que se facilite por razones humanitarias el desplazamiento a Las Palmas de Gran Canaria a los padres de Yamila. Pero también será necesario lograr algún tipo de salvoconducto o permiso en Francia.
Cualquier familia en su situación necesitaría reunirse con un familiar fallecido en esas circunstancias, pero la madre de Yamila, que está embarazada, aún más. «Desde que se enteró de que su hija estaba en una patera, a los cuatro días de salir al mar, nos llamaba mañana, tarde y noche. Estaba desesperada», relata Helena Maleno.
Su ONG está en contacto también con familias de otros supervivientes de esta tragedia. Por ellos se sabe, de hecho, de qué patera se trata: desde ayer, miércoles, por la noche sus teléfonos comenzaron a dar señales de vida tras casi dos semanas en silencio. ¿Por qué? Porque el mercante que los traía acababa de acercarse a Tenerife y los aparatos recuperaron la cobertura. Los suyos, o los de los marineros del Cape Tawellah que se los prestaron.
Unas 160 personas han muerto o desaparecido en lo que va de año intentando llegar en pateras o cayucos a Canarias, según la información que manejan las agencias de Naciones Unidas con competencias en esta materia, la OIM y Acnur. De todos ellos, solo hay datos identificativos de 65, y once eran menores de edad.
A la lista de pequeños que han perdido la vida en el Atlántico en busca de una vida digna en Europa se suma ahora Fatmate, «Yamila».
Antes lo hicieron Sahe Sephora Penielle, la bebé que se deslizó del pañuelo con el que su madre la llevaba a la espalda el 16 de mayo de 2019 cuando desembarcaban en una playa de Gran Canaria; Alhassane Bah, el bebé que nació y murió en una patera el 5 de enero de 2020 en aguas próximas a Lanzarote; Alhassane D., el chaval de nueve años al que tiraron por la borda al mar delante de su hermana melliza, Awa, una noche de enero de este año tras morir de sed; o Eléne Habiba, la pequeña que pereció el 21 de marzo en un hospital de Gran Canaria tras haber sido reanimada, a la desesperada, por dos enfermeros de Cruz Roja sobre el cemento del muelle de Arguineguín.