La novedad del tren vertebrado de la Avenida Marítima de la capital grancanaria terminó en el barranco de La Feria por las reticencias de empresas del sector
En uno de los tramos de la Avenida Marítima de Las Palmas de Gran Canaria se instaló un medio revolucionario para la época: el tren vertebrado.
Las fotos lo atestiguan. El tren generó amor y odio a partes iguales, pero el tren fracasó por las reticencias de empresas del sector y, finalmente, tuvo que desmontarse.
En el barranco de La Feria acabaron muchas de sus vigas y sus pilares.
Armando Villavicencio fue el jefe de obra civil del tren en los años 70. Se dedicaba a colocar los pilares aplomados con un nivel, y las vigas en su trazado. Ya venía prefabricados desde Toledo, por carretera hasta Cádiz, y luego en barco hasta Gran Canaria.
El inventor del Talgo, Alejandro Goicoechea, fue su precursor y sólo veía ventajas en él. Limpio, rápido y económico. La idea era construir una línea entre la capital y Maspalomas con 250 pasajeros a 180 km por hora. La instalación suponía una «novedad fabusosa», señala a día de hoy el inventor.
Una de sus cabinas acabó como oficina de un chatarrero
Para realizar las pruebas, hasta el año 1975, se montó un kilómetro y medio de pasarela. Hubo que traer un grupo electrógeno y hasta reciclar escaleras de aeropuerto.
A su vez, no tardaron en aparecer detractores a la iniciativa. Se criticaba su fuerte impacto estético, aunque su destino final iba a ser la mediana de la Avenida. Atrás dejó nostálgicos, como Juan Manuel, quien le ha hecho hasta una maqueta.
«La gente mayor quedó boquiabierta, porque la maqueta le recordaba a la época», señala Manuel.
Sin embargo, el tren descarriló. Una de sus cabinas acabó como oficina de un chatarrero en Almatriche. A día de hoy, sólo quedan vestigios.