En torno a 4.000 refugiados ucranianos viven en Canarias y exponen el sufrimiento y el padecimiento del pueblo ucraniano
La presidenta de la Asociación de Ucranianos en Canarias, Olesya Lylak, ha manifestado este viernes que, más allá de resaltar que se cumple un año de la invasión de su país por tropas rusas, lo que persigue su colectivo es seguir exponiendo el sufrimiento y el padecimiento del pueblo ucraniano en este conflicto.
Así se ha expresado Lylak durante un acto celebrado en el Cabildo de Gran Canaria, junto a varios consejeros de la Corporación y representantes de deferentes ONG como Cruz Roja y la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), para valorar la situación de los refugiados que viven en el archipiélago y que ha cifrado en torno a las 4.000 personas.
Olesya Lylak ha lamentado la «diáspora» del pueblo ucraniano que, en su opinión, «como otros grandes pueblos que se ha visto obligado a errar por el mundo «por culpa de la xenofobia, la avaricia y pretextos geoestratégicos».
«Hay muchos motivos para privar a los pueblos de sus raíces, pero los argumentos decaerán con el paso del tiempo», ha esgrimido la refugiada ucraniana, que normalmente es la primera persona de contacto en Canarias con los compatriotas que llegan al archipiélago huyendo de la guerra.
Hospitalidad de los canarios
Respecto a la acogida por parte de la ciudadanía de las islas, Lylak ha valorado la hospitalidad de los canarios y ha dicho que todas las personas con las que ha hablado de aquí «siempre han puesto su granito de arena» para que estuviese todo bien, y también ha agradecido a las autoridades y a las administraciones su predisposición para la acogida de los refugiados.
Sobre las consecuencias de la invasión, Olesya Lylak ha expresado que les han apartado de sus amistades y sus de vínculos familiares, científicos, culturales «y de toda índole».
«Las fobias alimentan los temores y buscan justificar la ruptura y apartarnos de la paz y de la convivencia. La dirección que indican los últimos acontecimientos en el mal llamado ‘teatro bélico’ no auguran nada bueno», ha apostillado esta refugiada ucraniana, que ha dicho que prefieren «no meter el dedo en la llaga» en el aniversario.
De este modo, ha llamado a no caer en la «credulidad compulsiva» de los mensajes rusos y ha trasladado, a través de un vídeo, los testimonios de compatriotas que viven ahora en Canarias y que han relatado sus experiencias de huida y acogida «fuera de toda manipulación interesada».
La experiencia vivida por los los refugiados
En esas imágenes, refugiadas ucranianas como Eugenia, de Jersón, relata cómo se enteró del comienzo de la guerra -la avisaron unos amigos desde Moscú la misma noche de la invasión- y señala que tomó la decisión de huir de su país cuando vio cómo recogían el cadáver de su vecino en bolsas.
Por su parte, Olena, de Mykolaiv, lamenta que cuando estalló la guerra su hijo se encontraba haciendo el servicio militar. «Durante días no supe si mi hijo estaba vivo o muerto», apostilla.
Anna, de Boyarka, se despertó a las 4:30 por las explosiones y su padre le dijo que había empezado la guerra, mientras que Leonid, un adolescente de Mariupol, apunta que pasó días aislado sin saber muy bien lo que pasaba pero con la claridad de que lo que ocurría «era malo».
A Leonid las tropas rusas le bombardearon su casa, lo que les obligó a huir a un refugio en el que tenían que racionar la comida y donde durante muchos días su sustento se basaba en una galleta y un poco de té.
Olga, de Kharkiv, abandonó su casa a los pocos días del comienzo de la guerra, ya que vivía muy cerca de la frontera rusa. «El día que tuve más miedo fue cuando decidí huir en un coche al que tuvimos que poner pegatinas avisando de que había niños en el interior para que no bombardearan el vehículo», cuenta.
Natalia, también de Kharkiv, lamenta que una de las peores cosas que llevó fue explicarle el conflicto a su madre, superviviente de la Segunda Guerra Mundial, a la par que recuerda el desabastecimiento de los supermercados y de las medicinas para ancianos: «No había ni pan ni agua», concluye.
Refugiados en Canarias
Julia Panpushyna, refugiada ucraniana y abogada en la corte suprema, estaba en la Kiev cuando todo comenzó y pasó allí durante 22 días hasta que un misil explotó cerca de su casa. Cuenta que en ese ataque murió mucha gente y decidió salir del país con sus dos hijos.
Dmytro Shatruk, portavoz de la Asociación Ucranianos en Canarias, y su hija Sofía, vivían cerca del Donbás. Allí, pasaron tres o cuatro días vivieron en un sótano tras la llegada de los bombardeos y la metralla. Ahora reside en Tenerife con su padre, aunque su madre y parte de su familia siguen en Ucrania.
Es difícil dejar todo atrás, pero ellos con su Asociación continúan luchando y ayudando a otros ucranianos que esperan en Canarias el momento que todo el mundo anehla: el final de la guerra.