Hubo que esperar dos años para que la Ley de 2019 entrara en vigor, pero, al fin, Angola aprueba despenalizar la homosexualidad
Tras dos años de espera desde la aprobación de la despenalización de las relaciones entre personas del mismo sexo, al fin el Parlamento de Angola aprueba despenalizar la homosexualidad. La comunidad LGTB angoleña respira, por fin, aliviada gracias a la entrada en vigor este mes del nuevo código penal del país.
«Aliviados. Estamos aliviados (…). En Angola, hasta ser aprobado el código han pasado dos años de espera. Ahora que ya ha salido la idea es de que ‘finalmente han cumplido’, que era lo más importante», explica a Efe por teléfono desde Luanda, Carlos Fernandes, activista pro derechos LGTB (lesbianas, gays, transgénero y bisexuales) y líder de la Asociación Iris Angola.
La aprobación de la despenalización de la homosexualidad se remonta a febrero de 2019. En ese momento el Parlamento del país africano aprobó su primer código penal desde la independencia de Portugal en 1975.
El retraso de dos años hasta la entrada en vigor de esta histórica medida lo ha provocado, paradójicamente, la lucha contra la corrupción. Y es que desde ese momento las leyes tuvieron que ser debatidas de nuevo para aumentar las penas asociadas a casos de corrupción, muy extendidos en Angola.
Leyes de hace 135 años
La espera de la comunidad LGTB angoleña terminó el pasado 11 de febrero, cuando entró en vigor la nueva normativa.
Anteriormente, Angola se regía aún por un corpus de leyes que databa de 1886 y que castigaba a quienes practicasen «actos contra natura». Las penas oscilaban entre los seis meses y los tres años de cárcel,
Una fórmula que se utiliza mucho en las legislaciones africanas para criminalizar las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo.
Si bien en Angola no había, en la práctica, una persecución legal real contra los homosexuales, para la comunidad esta ley supone la «oportunidad» de empezar a luchar contra otras barreras estructurales. Importantes personajes públicos, incluso uno de los hijos del anterior presidente, José Eduardo dos Santos (1979-2017), reconocen públicamente su homosexualidad.
Activistas como Fernandes hablan de combatir la «discriminación» que, aunque no se vea tanto en la esfera pública, sí que se da en los ámbitos privados. Especialmente en las zonas más rurales y menos desarrolladas del país.
«Hay respeto, pero las cosas cambian un poco cuando el gay está en tu casa. Mientras sea en las casas de los otros no hay problema», explica el líder de la Asociación Iris. Asociación que no sólo fue uno de los principales impulsores de la despenalización, sino que en 2016 había hecho historia convirtiéndose en la primera organización LGTB reconocida oficialmente en el país austral africano.
Ahora, Iris se centrará en «ocupar espacios» sociales nuevos, explica Fernandes. Su objetivo es seguir trabajando para que la comunidad LGTB deje de ser considerada un «grupo al margen» en temas como la educación o la salud.
«El principal problema es la familia, cómo entablar diálogos con las familias para que sean un soporte», opina el activista angoleño.
«(La despenalización) no significa que los problemas vayan a desaparecer. Significa que ahora van a tener un mecanismo legal para defender sus derechos», declara a Efe la investigadora de Human Rights Watch (HRW) Zenaida Machado. Después de que el Parlamento aprueba despenalizar la homosexualidad, la comunidad LGTB cuenta con la Ley de su parte.
Penalización de la homofobia
El nuevo código penal angoleño no sólo elimina las menciones potencialmente discriminatorias de los «actos contra natura», sino que, en un giro de 180 grados, pasa a castigar la homofobia.
«Esta es una de las herramientas más importantes que podrán tener para poder conseguir una carrera, oportunidades de trabajo (…) Como cualquier otro angoleño», recalcó Machado.
«Con suerte, esto incentivará a la comunidad LGTB a continuar peleando por sus derechos. Por una sociedad más justa que los mire de la misma forma que mira a los demás», agrega la investigadora.
Con la despenalización de la homosexualidad, Angola se suma al club de países del sur de África que en los últimos años han demostrado al continente que, pese a los prejuicios que todavía impregnan buena parte de sus sociedades, el Estado puede diseñar sociedades más inclusivas y tolerantes.
En esa lista figuraban ya naciones como la pionera Sudáfrica (que en su primera Constitución democrática de 1996 ya especificaba el derecho de la comunidad LGTB a no ser discriminada), Mozambique (despenalización en 2015) o Botsuana (en 2019).
En el lado opuesto de la balanza figuran todavía más de la mitad de los países de África. Dándose demasiados casos como Tanzania o Zambia, donde la ley criminaliza expresamente la homosexualidad.
Angola, sin embargo, aún tiene mucho que trabajar en otras áreas como la protección de la comunidad trans. Un colectivo que sigue sin tener reconocimiento oficial incluso respecto al cambio de nombre legal.
«Para la comunidad trans es muy pesado (duro), porque no tiene casi ningún soporte. Hasta sus tratamientos hormonales los tienen que hacer de formas no apropiadas, con gente que no son técnicos», detalla Fernandes.
Este grupo es, además, blanco frecuente de violencia. Sólo en diciembre pasado, Angola tuvo que lamentar el asesinato de un hombre y una mujer trans en distintos puntos del país.
Por el momento, no hay, sin embargo, cambios previstos a corto plazo para este vulnerable sector social.