La práctica del beso podría considerarse un ejercicio ligero que ayuda al bienestar emocional y a fortalecer el sistema inmunológico
Este jueves, 13 de abril, se conmemora el Día Internacional del Beso, el cual se celebra en homenaje al beso más largo de la historia, que tuvo lugar en Tailandia en 2011 con una duración de poco más de 46 horas por una pareja que, dos años después, rompió ese mismo récord superando las 58 horas.
Hay besos de todo tipo: de despedida y reencuentro, con pasión, besos porque sí, etc. Una persona besa de promedio unos 20.000 minutos a lo largo de su vida, existiendo estudios que indican que el beso es «una droga natural».
«Cuando besamos a alguien que nos gusta o que queremos se libera una serie de hormonas en nuestro cerebro, como la dopamina, la oxitocina o la serotonina, además de reducirse la liberación de cortisol, conocida como la hormona del estrés», explica la psicóloga Yumara Herrera. «Toda esta relación de hormonas acaba generando bienestar emocional y una reducción del estrés».
Así, el beso no debería verse únicamente como un acto erótico. Esta práctica podría considerarse también como un ejercicio ligero, que ayuda a quemar calorías y a fortalecer el sistema inmunológico. En este sentido, con un beso apasionado se queman entre 6 y 100 calorías, y se utilizan unos 30 músculos del cuello y el rostro.
Además, se dice que las personas que besan con mucha frecuencia tienden a vivir más años y a sufrir menos enfermedades, ya que los besos encierran un poder terapéutico y psicológico.