El retraso en el diagnóstico, alertan desde las asociaciones de padres y madres de los niños con este trastorno del aprendizaje, juega en su contra
La hija de Ana Belén es disléxica. Explica que tiene «dificultad en la lecto-escritura. Por ejemplo, el número 15 lo lee como 51 y viceversa».
Lo corroboran los informes de un gabinete privado.
En la escuela, denuncia Ana Belén, le dicen que tiene que esperar. Le aseguran que «para hacer una adaptación significativa tiene que tener 8 años cumplidos y dos años de atraso».
Lo confirman desde la Dirección de Ordenación e Innovación Educativa de Canarias. Las pruebas para detectar la dislexia se hacen cuando el menor tiene ocho años.
Pero el retraso en el diagnóstico, alertan desde las asociaciones de padres y madres de los niños con este trastorno del aprendizaje, juega en su contra. Por eso madres como Ana Belén reclaman e insisten que hay que adaptar la enseñanza a las necesidades de los niños con dislexia cuanto antes. Así se podrían alcanzar buenos resultados y evitar el fracaso escolar.
Por ello, lamenta que en el sistema educativo faltan recursos para atender a las personas con dislexia.