Las primeras maestras tituladas en Canarias

La historiadora Teresa González cuenta la historia de Ignacia Oramas y María del Castillo Franchi, las primeras maestras que se titularon en Canarias

Ignacia Oramas, de Tenerife, y María del Castillo Franchi, de Fuerteventura, fueron las primeras maestras que se titularon en Canarias, en el curso 1863-1864 en la Escuela Normal de Maestros de La Laguna. Tuvieron una formación que excluía la Geometría y la Historia Natural en favor de las «Labores propias del sexo» y unas «ligeras nociones de higiene».

Las primeras maestras tituladas en Canarias. (Archivo) Una clase
Foto de archivo. Imagen de una clase.

Las primeras mujeres en titularse de maestra en las islas lo hicieron en la Escuela Normal de Maestros de La Laguna y en la Escuela Normal de Las Palmas. Estudiaron a través de la modalidad de enseñanza libre tras realizar un examen para optar a la titulación, pues ambos centros eran masculinos y no se admitía a las mujeres en la enseñanza oficial.

Teresa González habla de su historia

En la Escuela Normal de Maestros de Las Palmas se titularon las primeras maestras en el curso 1865-1866. Se titularon 5 maestras que obtuvieron el título elemental: Juana Alemán, Ana Navarro, María del Carmen Santana, María del Pilar Gil (todas de Gran Canaria) y Tomasa Álvarez, de Fuerteventura.

Tal y como hiciera con las primeras universitarias de Canarias, los nombres de las primeras maestras tituladas del archipiélago han sido recopilados por la catedrática de Historia de la Educación de la Universidad de La Laguna (ULL) Teresa González, quien expone los pormenores de estas «aprendizas de maestras».

Expertas en manejar la aguja

Y es que las primeras maestras en Canarias eran casi analfabetas, igual que sucedía en el resto del estado español, pues poseían ciertas habilidades didácticas pero carecían de formación académica. Se requería que fueran honestas y de buenas costumbres, expertas en el arte de manejar la aguja y en la doctrina cristiana.

Esas maestras, privadas de instrucción y de cultura letrada, perpetuaron el patrón educativo para las niñas de baja condición social, de aquellas desfavorecidas por la fortuna.

Esta situación varió tras aprobarse el Reglamento de Exámenes de 1839, que estableció los requisitos y pruebas que debían realizar las aspirantes al magisterio para obtener la titulación ante la Comisión de Exámenes de la Junta Provincial en Santa Cruz de Tenerife.

El programa para optar a la titulación incluía Religión y Moral, Lectura, Escritura, Cuentas, Labores propias de su sexo y Gobierno de las escuelas. «En síntesis, una preparación sustentada en ligeros conocimientos básicos y una preparación más intensa en Labores, porque las maestras iban a formar a las hijas de las clases trabajadoras, futuras madres de familia», explica la catedrática de Historia de la Educación.

Debían ir acompañadas de una mujer de la familia para preservar su imagen

Para optar al examen para el título de maestra se exigía a las solicitantes que cumplieran una serie de requisitos, entre ellos, una fe de bautismo legalizada que acreditase tener 20 años cumplidos, certificación de buena conducta moral y religiosa, algunas labores de costura y bordados hechas por la aspirante, dos muestras de escritura de letras de distinto tamaño y la fe de casada, si lo fuese.

Se incorporaban a su destino profesional acompañadas de una mujer de la familia para preservar su imagen y no estar en el foco de la mirada de la vecindad y algunas abandonaron la profesión al casarse, continúa Teresa González.

«Sin duda, las maestras eran modelos de mujer, con sus formas de ser captaban la atención de las niñas y jovencitas que se fijaban en su comportamiento, pero también en su vestimenta. En la vecindad proyectaban sus saberes, asesoraban a las mujeres, daban orientaciones en cuestiones de hogar y cuidados de la infancia, actuando como verdaderas consejeras familiares», detalla la investigadora.

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Enseñar a leer y escribir, a bordar y tejer

Algunas maestras no solo enseñaron a leer y escribir, a bordar y tejer, también las enseñaron a pensar y actuar más allá de los cánones prescritos puesto que las estudiantes se atrevieron a estudiar para lograr la titulación y convertirse en profesionales del magisterio. Así, fueron capaces de prepararse en colegios privados, con maestras o por su cuenta para examinarse libres.

Al respecto, precisa González que con la titulación de las maestras se logró, de forma paulatina, extender la escolarización a las niñas y un mayor número de escuelas para ellas. Un hecho que contribuyó a mejorar los índices de alfabetización insular.

El retraso en la creación de estos centros en Canarias había reflejado el desinterés de los distintos gobiernos locales por la educación femenina.

Estas mujeres rompían los moldes

La apertura de la Escuela Normal de Maestras en 1902 significó disponer de un centro cuyo programa de estudio elemental ampliaba el bagaje de conocimientos disponibles para las mujeres porque, más allá de formar a futuras maestras, acudían otras jóvenes con la finalidad completar la cultura recibida en la enseñanza primaria, para instruirse, saber, conocer, es decir, ampliar conocimientos.

«Estas jóvenes rompían moldes, demostraban interés por el estudio y unas expectativas de aprendizaje centradas en adquirir conocimientos más que en destrezas de utilidad doméstica o de lucimiento en sociedad en una época en la que alcanzar cierta erudición no estaba bien contemplada», precisa la investigadora.

A las carencias de centros se sumaban las dificultades del transporte y económicas, pues no todas las familias podían permitirse el traslado a otras islas y se trasladaban en falúa por mar y, ya en las islas, andando, en coches de caballos o a lomos de burros, mulos, caballos o camellos. Tardaban varias horas en realizar la ruta y viajaban siempre acompañadas por algún familiar (la madre, la hermana, una tía).

A partir de 1881, hubo un cambio de normativa para optar al título de maestra y aumentaron las exigencias académicas para las estudiantes, con lo que mejoró su formación, se unificó el plan de estudios al de los aspirantes a maestros. Sin embargo mantenían las materias de Labores y una tercera parte del horario lo dedicaban a las materias de hogar.

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