El acusado declaró este lunes en la segunda sesión del juicio por acoso laboral y sexual
Pablo Quintero, antiguo jefe de gabinete de Augusto Hidalgo como alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, ha negado que realizara comentarios de índole sexual a la periodista del Ayuntamiento que le acusa de acoso laboral y sexual.
En la segunda sesión del juicio, Quintero también ha justificado, las muchas conversaciones y horas que pasaron reunidos. Según él, era la denunciante la que, supuestamente, «tomaba la iniciativa constantemente». Y que lo entendió en la «ambición» que tenía por progresar en su carrera.
Rechaza las situaciones denunciadas
Una por una, ha negado las situaciones denunciadas por la periodista. Incluida su declaración en la primera sesión de la vista, que tuvo lugar el pasado 15 de febrero.
Según Quintero, él no se quedaba a solas «largas horas» con la víctima. Si acaso «algún rato» en su despacho porque «era imposible que no entrara nadie durante tanto tiempo» en él.
Sostiene que no la castigó por haber almorzado con una concejala, porque es una palabra que no le gusta, ya que «parece algo físico». También que no era él quien organizaba los viajes fuera de la isla.
Responsabilizó a la jefa de prensa, quien argumentó lo contrario en su declaración la pasada sesión.
«Con ella, como con cualquier otro miembro del grupo, he tomado cafés». Ha insistido para después agregar que las veces en que fueron a comer fuera de la ciudad fue por motivos laborales.
Niega las represalias
También ha rechazado que decidiera reasignar sus funciones en represalia por una comida de diciembre de 2020. Fecha tras la que se intensificaron, según la periodista, estas situaciones denunciadas.
Sobre que le dijera «me gustas un montón» en su propio vehículo tras un almuerzo en Arinaga, Quintero ha defendido que lo hizo en el sentido de su profesionalidad y su carácter como persona. No con índole romántica o sexual, al tiempo que ha negado que le hiciera tocamientos velados en distintos momentos.
«Yo nunca le he dado abrazos a mi personal, ni reparadores, ni de ningún tipo, más allá de algo del colegueo de poner un brazo por encima, si acaso, cuando algo sale bien». Ha dicho ante el juez para después asegurar que ciertos comentarios que le achaca la presunta víctima «suenan tan peliculeros» que no casan con su carácter.
Una de las escenas en las que más se ahondó durante el interrogatorio al acusado fue la entrega de un ramo de rosas rojas. Este se produjo en la casa de la periodista días después del episodio en el almuerzo de Arinaga.
Según Quintero, su intención fue encargarle a su secretaria, que le enviara un ramo de flores al conocer que había fallecido su tía. «Era la primera y única vez que había muerto un familiar íntimo de alguien de mi equipo y quise tener ese detalle». Asimismo, indicó que no eligió el tipo de flores que se envió. Y que no se la mandaron al tanatorio porque no sabían dónde estaban velando a su tía.
Otros testimonios
Un compañero de la denunciante refirió en la pasada sesión que les pareció «extraño» el envío de ese ramo de rosas rojas al domicilio. Pero más el seguimiento que hizo del mismo el acusado. Que ha intentado hacer ver que este testigo está contaminado porque aseguró que acudió al juicio «a apoyar a una amiga».
Al respecto, la que era su secretaria en ese momento indicó que envió un ramo de rosas rojas porque es lo habitual en este tipo de situaciones. Son un «símbolo político» del partido que estaba al frente del Consistorio, el PSOE.
Otro testigo, que fue subdirector del gabinete de Alcaldía en la etapa de Quintero. Relató cómo el día en que este fue cesado al conocerse la denuncia y antes de que eso ocurriera, le llamó a su despacho para reunirse como era habitual y le repitió en hasta tres ocasiones que él «no la había follado», para después matizar: «aunque no me hubiera importado».
Quintero ha dicho no recordar esa conversación con su «mano izquierda», como le llegó a calificar: «Yo tengo fama de arisco y de lejano».
Estrés postraumático
Las psicólogas forenses declararon que la sintomatología que presentaba la periodista en el momento en que se entrevistaron con ella «es compatible» con haber sufrido una situación de estrés postraumático. Además, «mantuvo de la manera más interna», de forma que no llegara a externalizarlo o visibilizarlo más allá de su círculo más cercano.
Tanto la psicóloga particular que tenía desde antes de estos episodios, como la adscrita al área de Igualdad del Ayuntamiento que la trató al activarse el protocolo por su denuncia, han señalado que era «normal» que no pusiera límites porque quería conservar su trabajo y tenía miedo de que, por denunciarlo, la fueran a despedir. «Había angustia, miedo, preocupación, tristeza, malestar y mucho llanto en la consulta», ha detallado su psicóloga particular.
Unos síntomas que también percibieron la gran mayoría de los testigos que han acudido a la sesión y que trabajaban con ella a diario. También lo afirmaron sus amigas más cercanas, a quienes contó lo que estaba sucediendo desde antes de que lo verbalizara en el trabajo.
Tanto la acusación pública del Ministerio Fiscal como la particular, han considerado que hay prueba suficiente para establecer que los hechos son constitutivos de un delito de acoso laboral sexual, por parte de Pablo Quintero. Solicitan penas de siete meses de cárcel e indemnización de 20.000 euros.
Ambas consideran que la declaración de la periodista ha sido «persistente» durante todo el proceso y ha estado acompañada de suficientes testimonios corroboradores.
Sin embargo, la defensa, pide la absolución de Quintero, estima que lo único que se ha conseguido probar en el plenario es «una mala relación de carácter laboral que en ningún caso tiene tintes de ser un acoso sexual», asegurando además que la propia denunciante llegó a admitir que los pantallazos de conversaciones telefónicas que se aportan como prueba «pueden ser sesgados».
El juicio ha quedado visto para sentencia tras la lectura de los informes finales.
