El telescopio Isaac Newton sirve como lugar de pruebas para testar un modelo que permita sobrepasar las distintas capas de la atmósfera que dificulten estudiar las estrellas
Mirar al cielo como aficionado, o de forma profesional, se encuentra con un obstáculo de unos 10.000 kilómetros: la atmósfera. Fundamental para la vida, pero un problema para la observación astronómica, se trata de la causante del titilar, o «ruido de centelleo«, con el que vemos las estrellas.
La investigadora de la Universidad de Durham, Kathryn Hartley, apunta que «la atmósfera está hecha de capas a diferentes niveles de temperatura que dan lugar a turbulencias, como un remolino de aire caliente y frío. Cuando la luz pasa a través de estas turbulencias, se distorsionan y es un problema en la investigación de los exoplanetas alrededor de las estrellas».
Los telescopios espaciales superan esta dificultad, pero son costosos y suponen todo un reto ponerlos en órbita. Por el momento, el telescopio Isaac Newton ha servido como lugar de pruebas para testar un modelo de corrección.
«El método que usamos es la tomografía: tomamos la luz de múltiples estrellas desde diferentes ángulos y direcciones, los solapamos y construimos un mapa 3D de la atmósfera encima del telescopio. A partir de él, podemos hacer una estimación de la intensidad de la fluctuación y cuantificar el centelleo»
Los estudios aún deben llevarse a cabo con espejos más grandes. Con mayor capacidad de recoger luz y la aplicación de nuevos análisis, se podría llegar a la calidad de observación de los telescopios espaciales.