Ha contado que toma morfina por unos dolores de espalda crónicos y otros medicamentos contra la depresión, lo que mermó su capacidad mental, según esgrime su abogado
Thomas Handrick, el ciudadano alemán acusado de matar a pedradas a su mujer y a uno de sus hijos en Adeje, Tenerife, ha dicho este martes que se «arrepiente mucho» de lo que sucedió aquel día de abril de 2019, aunque no ha reconocido la autoría del crimen explícitamente ya que estaba bajo los efectos de medicamentos.
Handrick ha asegurado, a preguntas de su abogado, que no era consciente entonces de lo que estaba pasando y que pensaba que todo era «una pesadilla, un sueño terrible».
Fuertemente medicado
Antes, durante el interrogatorio efectuado por el fiscal, que pide para él la pena de prisión permanente revisable, ha realizado un alegato aparentemente exculpatorio, en el que ha deslizado que fue su mujer quien comenzó a agredirlo inopinadamente y ha insistido varias veces en que no recuerda muchos detalles porque estaba fuertemente medicado.
Ha contado que toma morfina por unos dolores de espalda crónicos y otros medicamentos contra la depresión, lo que mermó su capacidad volitiva, según esgrime su abogado, que ya antes del juicio había anunciado que su estrategia se orientaría en demostrar que su cliente padece un trastorno mental.
Los hechos ocurrieron durante una excursión
Pese a esas lagunas de memoria, ha rememorado que aquel día en el que fue de excursión con su mujer y sus dos hijos fue ella, Silvia, quien comenzó a agredirlo dándole patadas y a lanzándole piedras y que él, al temer por su vida, «devolvió» las pedradas hacia el lugar donde provenían, pero sin intención de golpear a nadie.
Al percatarse de que su hijo menor, Jonas, se había marchado, fue a por él, y al regresar ya no estaban su mujer ni el mayor de los niños, a los que encontró luego dentro de una cueva donde pretendía esconder unos regalos de Pascua para los niños, que, según ha afirmado, no conocía de antemano, sino que la encontraron por casualidad durante la caminata.
En ese momento, su mujer estaba emitiendo «rugidos» y tenía la cara, a la que «le faltaba la mitad», «llena de luz» y los ojos con «un brillo verdoso» pese a la oscuridad que reinaba en la cueva, «como en un tren fantasma». Lanzó una última piedra antes de desplomarse, según ha contado al acusado.
Respecto al niño mayor, Jacob, ha dicho que se lo encontró muerto, y en ese momento se ha derrumbado y ha continuado parte del relato de lo vivido aquel día entre sollozos.
No denunció los hechos
Ha relatado que al salir de la cueva vio que Jonas se había marchado y anduvo «de aquí para allá» para ver si lo encontraba, pero estaba «desorientado», como si fuera el espectador de «una película», pese a lo cual pudo regresar a su casa, desvestirse, asearse y tirar la ropa llena de sangre a un contenedor cercano.
Si no fue a denunciar los hechos a la Policía, ha alegado, fue porque estaba confuso, como si todo fuera «una pesadilla».
A preguntas del fiscal de por qué decidió llevarse a su familia de excursión por un camino que luego calificó como «peligroso» y con altas pendientes, a pesar de estar impedido por sus dolores de espalada, ha dicho que desconocía el camino, y que luego, a pesar de que tuvo que parar y tomar más medicamentos, siguieron de excursión porque los niños estaban «entusiasmados».
Acuerdo matrimonial
También ha contado que años antes él y su mujer habían firmado un acuerdo de capitulaciones matrimoniales, en el que se establecía un reparto de bienes, y habían acordado tácitamente que él se encargaba de la gestión de los alquileres de varios edificios y ella del cuidado de los niños.
Al iniciar el proceso de divorcio, mantuvieron el acuerdo en los mismos términos, con la condición de que el padre pudiera ver a sus hijos cuando viajara a Alemania, pues se había establecido en Tenerife para pasar los meses de invierno, por prescripción médica.
La defensa pide la libre absolución
El abogado de la defensa pide que se le aplique a su cliente la eximente completa de enajenación mental transitoria, y, por tanto, la libre absolución porque no sabía lo que hacía en ese momento, o alternativamente, la atenuante de arrebato para los delitos de homicidio y no de asesinato.
En su alegato inicial ante el jurado, ha relatado en tono coloquial que Handrick estaba «enganchado» a un medicamento por el dolor de espalda que sufre desde que se sometió a una operación por una hernia discal que derivó en una incapacidad permanente reconocida.
El día de los hechos, ha abundado el letrado, el acusado «se puso hasta arriba de un potente opiáceo» para aguantar la caminata con sus familiares, y ha añadido que en un momento determinado «se le fue la pinza».
Ese momento fue cuando, según la versión de la defensa, su mujer entró en cólera cuando sufrió una herida sangrante, no sabe cómo, intentó pedir ayuda por teléfono pero no pudo porque no había cobertura, y se le acercó para ver la zona afectada.
La acusación cree que ideó un plan
En contra de este relato, tanto el fiscal como las acusaciones populares, ejercidas por la Oficina de Protección del Menor, en Alemania, y el Instituto Canario de Igualdad, coinciden en que el acusado ideó un plan para acabar con su familia porque «quería hacer una vida independiente», según ha apuntado el representante del ministerio público.
En el trámite de cuestiones previas, el tribunal ha desestimado sendas cuestiones previas planteadas por la defensa, una de ellas la falta de madurez del hijo menor del acusado para comprender el significado del sentido de dispensa, es decir, la posibilidad de no declarar contra un familiar, decretada por un juzgado de Alemania, donde reside el niño.
Así pues, la sala da validez a la declaración que en su momento hizo el pequeño en Tenerife y descarta la nulidad de esta prueba, y, por consiguiente, de todo el procedimiento.
Además, el abogado de Thomas Handrick ha alegado indefensión ante la denegación de un análisis adicional del ADN hallado en las uñas de las dos víctimas mortales para determinar a quién pertenecía, una vez descartado que fuera del acusado.