Tiene un 68% de discapacidad, ha sufrido tres ictus y sobrevive con la ayuda de vecinos solidarios. Hoy, La Radio Canaria ha estado en su casa.


Ramón Batista, vecino del barrio de Añaza en Santa Cruz de Tenerife, lleva nueve meses viviendo sin agua corriente. Su historia, marcada por la precariedad, la enfermedad y la soledad institucional, ha sido protagonista este miércoles en La Radio Canaria, que se ha trasladado hasta su domicilio para conocer de primera mano una situación que él mismo define como «insostenible».
El salón de su casa está lleno de garrafas de agua que le entregan vecinos del barrio, mientras que el baño y la cocina dependen de baldes y cubos para las tareas más básicas: ducharse, lavar platos o asearse.
«Lo peor que llevo es ir a buscar agua a más de un kilómetro. Tengo problemas de espalda. Me he caído más de una vez en el suelo. Mi mayor problema es el agua», relata Ramón, visiblemente afectado.
Un pasado laboral truncado y una lucha constante
Ramón nació en Granadilla en 1969. Fue maquinista hasta que la crisis económica truncó su vida laboral. Desde hace 13 años ocupa un local social en Añaza que, según explica, estaba completamente deteriorado cuando llegó. Con esfuerzo personal, lo rehabilitó y notificó su situación a las administraciones.
«Cuando entré aquí esto estaba destrozado y yo la arreglé. Tengo incluso firmas de vecinos con su DNI que presenté a EMMASA», afirma.
Durante un tiempo contó con un contador de agua operativo, pero al intentar regularizar el servicio le informaron de que no estaba a su nombre y que, por tanto, no podía asumir el pago.
«Me dicen que hace falta una orden del Ayuntamiento. Que el alcalde ponga una orden para poner el agua. Una vez se haga, hablar con ellos y hacer un contrato», señala.



Salud frágil y apoyo canino
Ramón ha sufrido tres ictus, tiene una discapacidad reconocida del 68%, y convive con problemas en los discos de la espalda que le dificultan caminar largas distancias. Aun así, a menudo debe hacerlo para conseguir agua. Su deterioro físico y emocional ha empeorado desde que perdió el acceso al suministro básico.
«Desde que me pasó lo del agua me ha afectado más. No duermo bien, no como bien… No me alimento bien porque pienso en todos los problemas que tengo», confiesa.
En todo momento lo acompaña su perro Piti, a quien considera parte de su familia. «La primera vez que me dio el ictus, él se volvió loco. Es mi amigo. Está siempre conmigo».
“Cuando me den una casa en condiciones, me iré”
Ramón asegura que su intención nunca ha sido ocupar de forma permanente el local, pero ante la falta de alternativas, sigue allí. Ha acudido en varias ocasiones a Vivienda, Servicios Sociales y EMMASA, pero no ha obtenido respuesta ni solución definitiva.
«Cuando se me dé una casa en condiciones me iré tranquilamente. Yo no quiero molestar a nadie. Solo pido algo digno», concluye.